Maestro en la Sacra Doctrina - Hipermediatizaciones: Hiperconexiones y remediaciones entre signos y palabras

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Textos especializados en Comunicación Digital, Ciencias Sociales, Literatura, Poesía, Humanidades Digitales y Culturas Juveniles. Sitio personal del Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Expresidente de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación, AMIC y Ex presidente del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación.

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viernes, 25 de abril de 2014

Maestro en la Sacra Doctrina

Reflexiones sobre el texto Aquinas’s philosophy in its historical setting de Jan A. Aertsen
Jorge Alberto Hidalgo Toledo


Pobreza física radical y riqueza espiritual extrema en aquel que aceptó el llamado de la fe como vocación y profesión; denominado también por muchos como “maestro de la sacra doctrina”; por nosotros, simplemente teólogo en toda la extensión de la palabra… 

Quienes piensan que la Edad Media es una época vacía, carente de propuestas y postulados filosóficos originales, muy posiblemente no sabe de qué periodo histórico están hablando. Algo similar ocurre con la figura de Santo Tomás de Aquino; cuya valoración tardía impide ver en él, a un autor cuya grandeza no se limita a una obra voluminosa, ni a críticas extensas y acertadas, ni a que tuvo acceso a textos filosóficos difíciles de poseer.
La atracción moderna hacia la figura de Aquino, tiene que ver con la revisión integral que se hace, hoy día, de su figura: su origen noble y su posibilidad de incorporarse a las universidades que surgieron en la época; su participación activa en la educación institucional a través del método escolástico que implicaba la lectio,  la disputatio y la determinatio; sus publicaciones y comentarios, sus críticas a la obra aristotélica gracias a la latinización de sus textos y sobre todo, el proceder a la búsqueda de la razón última y la comprobación de la existencia de Dios “por las vías de la razón”.
Es quizá esta formación y su insistencia racional la que hoy día apasione a los investigadores y erradique la imagen que se tiene del estudioso de la revelación. Autores como Aquino permiten desmitificar la idea de que, aquél que se pregunta por la naturaleza de las cosas y su creador, jamás recurrirá a la autoridad que ofrecen las argumentaciones racionales; muy por el contrario el escribirá: “aquel maestro que resuelve una pregunta teológica exclusivamente basado en la autoridad doctrinal y no es sustentada por la argumentación racional, no contribuye en lo absoluto al conocimiento y envía vacía a su audiencia de regreso a casa”.
Con Aquino entendemos la revolución filosófica que se vivía en el siglo XIII y el impacto en la filosofía contemporánea que legaron autores como Boecio, San Agustín y Pseudo-Dionisio. Cuestionamientos como el entender al ser humano en términos de participación en forma ideal y no basado en su propia naturaleza, nos permiten entender la sentencia de Guillermo de Moerbeke: “la pregunta básica de la filosofía cobra sentido cuando pretende saber no lo que el hombre ha pensado sino a lo que la verdad se refiere realmente”.
Muy probablemente se desarrolle en este entorno la aprehensión de Aquino por la teoría del conocimiento de Aristóteles, sin llegar a ser jamás una continuidad de su pensamiento como muchas veces se reduce su propuesta filosófica. Su línea de pensamiento apelará contra las ideas innatas en el ser humano favoreciendo el sentido de la experiencia y la sensoriabilidad del mundo cognoscible; de igual forma renegará contra la idea agustiniana que afirma la necesidad de la iluminación divina para aspirar al conocimiento. Muy por  el contrario, se manifestará a favor de la idea que insiste en cómo el intelecto humano posé una luz natural que le permite acceder al conocimiento de la verdad.
Los comentarios a Boecio y la substancia buena en la virtud cuando no son bienes substanciales; el concepto de los trascendentales y las formas puras de las substancias, el conflicto de las facultades y la contraposición a la filosofía árabe y griega nos permitirán entender su posición en la reflexión sobre tres postulados lanzados por Siger de Brabant: la autonomía de la filosofía y la razón natural; la eternidad del mundo y la unicidad del intelecto.
El deseo natural de saber estará presente en todo el trabajo de Santo Tomás de Aquino, como presente estaba su idea en la esencia de todo ser humano. El ser humano es humana por su intelecto. Soy porque pienso y mi perfección se alcanza en el conocimiento, el cual es un deseo natural en mí para poseerme, para ser pleno y trascenderme.
En el progreso de la filosofía vemos pues tres escalones que no han sido superados como plantea el mismo Aquino, el marcado por los presocráticos y su atender el mundo en función de los principios material; el establecido por los filósofos que delinearon la diferencia entre las formas materiales y las substancias; y finalmente una tercera fase en que los pensadores considerarán al ser como ser.
El progreso de la filosofía según Aquino poseerá dos rasgos notables: una mayor consideración del ser y la aparición de la idea de creación como resultado de un desarrollo interno del pensamiento independiente de un apoyo externo de la revelación.

Es deseable para cada cosa estar unida a su fuente original o lo que es lo mismo, la perfección de un efecto consiste en el regreso a sus principios; es pues para el hombre natural su deseo de conocer pues él mismo es el conocimiento, o lo que es lo mismo, el hombre regresa a lo que le da sentido como hombre cada vez que conoce, se conoce, LO conoce….

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