La ruptura nace desde el orden simbólico hasta el quebranto real y operativo. Estamos en el corazón de los dÃas en que la globalización desde arriba choca con la globalización desde abajo; aquella que nace en el seno de las comunidades de significación excluidas, olvidadas, marginadas, dolidas... Desde los últimos de la fila.
Estamos ante el levantamiento de esa clase surgida en el siglo pasado que solamente habÃa sido contemplada como sujeto de consumo: el joven.
Hoy son ellos los que se empoderan de la palabra, la voz y la calle. Son ellos los que confrontan, los que sin temor dan lecciones de civilidad y orgullo en estas comunidades globales donde el dolor calla como si no pasara nada. Son ellos quien resignifican valores como esperanza y nos obligan a ver que otra comunicación y mundo es posible.
Hoy son ellos quienes nos recuerdan el valor de justicia, solidaridad y democracia. Son ellos los que reclaman y hablan por el otro: por el ausente, por el dolido, por el marginado, por el asesinado. Son ellos los que logran ver al último de la fila y lloran por él, como si lloraran por ellos mismos. Ser uno de esos jóvenes hoy es ser empático con el otro.
La juventud pareciera ser la utopÃa de la hipermodernidad, la última de nuestras esperanzas por alcanzar otra realidad posible. Una en que las instituciones que se colapsan logren replantear su sentido y reorientar los dÃas que nos tocaron sufrir.
Quizá por ello urge que nos replantemos ser jóvenes otra vez. Geek morning tweetósfera