El cifrado lenguaje de la verdad - Hipermediatizaciones: Hiperconexiones y remediaciones entre signos y palabras

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Textos especializados en Comunicación Digital, Ciencias Sociales, Literatura, Poesía, Humanidades Digitales y Culturas Juveniles. Sitio personal del Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Expresidente de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación, AMIC y Ex presidente del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación.

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sábado, 19 de abril de 2014

El cifrado lenguaje de la verdad

Mística judía, cábala y mesianismo.



Jorge Alberto Hidalgo Toledo



 

Los ecos de la celeidoscópica Jerusalén (Introducción)
1463,  Cosme de Medici, ejerce la punitiva, sutil y sadomasoquista presión -que sólo la intelectualidad puede provocar cuando actúa con toda autoridad- sobre Marsilio Ficino, principal representante de la Academia Platónica Florentina, para que tradujera una síntesis de catorce tratados de los primeros siglos del cristianismo. El documento, cuyo título era el Corpus Hermeticum, consistía en una serie de tratados gnóstico-neoplatónicos, atribuidos a un tal Hermes “el tres veces grande”, que pretendían explicar los grandes misterios antiguos en un estilo muy similar al del Nuevo Testamento. Los textos hablaban de una disciplina antigua y secreta perteneciente al pueblo hebreo. Ya el mismo Pico della Mirándola, gran amigo de Ficino, había argumentado que debía existir una “prisca sapientia de espíritu totalmente cristiano”[1]; y al parecer, este texto vino a reforzar su hipótesis. Esta ciencia contenida en los textos traducidos y que tanto maravilló a los humanistas y a los hombres del Renacimiento, no era otra más que la Cábala.

La Cábala, en términos muy generales, consiste en un método ancestral para explicar los misterios contenidos en las sagradas escrituras. Mediante ella, es posible desentrañar e interpretar el corazón mismo de la doctrina y entender así, “la verdad interna en oposición a la externa”[2].
La Verdad, la Sabiduría Divina, una compleja y oculta doctrina son parte de las fronteras que enmarcan este antiguo conocimiento que vincula a Dios con el hombre, a través del lenguaje.
La gran revelación es manifestación pura del verbo recibido; raíz de la que deriva la palabra Cábala o Cabalá (KBL). Ya nos cuentan las escrituras que Moisés recibió la Torá en el Sinaí. Pese a que esta recepción y el deseo de recibir ha estado presente a lo largo de la historia de los pueblos judeo-cristianos, no fue hasta “el siglo XVI que la Cábala empezó a difundirse mucho entre los judíos”[3] y los humanistas cristianos.
        
Esta ciencia que se mantuvo oculta durante muchos siglos y que tuvo gran prensa tras la aparición en el siglo XI del Zohar (texto cuya paternidad oscila entre el cabalista Moisés de León y el Rabí Simón Bar Yojai) se desarrolló de manera singular durante la estancia de los judíos en España y Portugal, su éxodo a Ámsterdam y su posterior migración al imperio otomano.
         Este trabajo pretende por un lado, hacer una relación y recorrido de la mística judía en los siglos XV, XVI y XVII y por otro, identificar sus constantes roces con el cristianismo.
¿Qué es lo que nos intriga de esta relación bilateral no ortodoxa? Veamos: desde sus orígenes, la mística cristiana se nutrió de la fe judía; sin embargo es hasta el siglo XIV que las grandes corrientes gnósticas, neoplatónicas, teosóficas y judías, darán origen a lo que se ha dado a llamar como el esoterismo cristiano; una corriente desapegada del magisterio de la Iglesia que tuvo gran fuerza en Europa desde el siglo XV hasta el XVIII. De ahí que me pregunte: ¿cuánto tuvieron que ver las conversiones masivas hacia el cristianismo durante el siglo XV para que en la teología católica se den brotes hermeneúticos con toques cabalísticos?, ¿cuánto influyó la libertad de credo establecida en Ámsterdam y el desarrollo de la imprenta para la divulgación de estas ideas?, ¿cuánto tuvo que ver el desarrollo del protestantismo para que muchos preceptos mìstico-judìos fueran retomados por pensadores cristianos producto de los arrebatos mesiánicos y la búsqueda de las fuentes de la verdad en la libre interpretación de la Biblia?, ¿cómo y por qué interesó tanto la mística judía a los pensadores humanistas y renacentistas?, ¿cuánto de este pensamiento esotérico cristiano es producto de un intercambio “cordial” de ideas entre judíos y cristianos de la época?
         Veamos pues cuántas de estas dudas podremos resolver a lo largo de este breve ensayo, que no pretende ser más que una introducción al tema para que el lector interesado pueda profundizar de manera personal en la resolución profunda a dichas interrogantes.


El sepulcro de la verdad interior  (Desarrollo)
En el principio, fue el Verbo y posterior a él vino el libro de los hombres cuya raíz se encuentra en Beth y su valor numérico es el 2 y que representa a la boca “como órgano de la palabra humana”[4] y que en comunión con la Aleph,  genera la dialéctica, el movimiento, el paso mismo de la historia.
La Cábala es el corazón mismo de la mística judía; permite al individuo “comprender el verdadero significado de la Creación, que constituye la raíz de toda la existencia, no sólo de la física sino también de la existencia a nivel metafísico”[5]; es decir contiene las claves para entender todos los misterios, lo desconocido,  lo que trae por consecuencia, adquirir sabiduría y liberar el espíritu.
Su origen es muy incierto; el primer texto conocido y publicado con a ella es el Sefer Yetzirá, cuya autoría dicen algunos es del patriarca Abraham. No obstante, es el Zohar el principal compendio de sabiduría espiritual.  Cuenta la historia que en los lejanos días en que Israel estaba bajo el yugo romano, Rabí Akiva enseñaba la Torá incluso en contra del decreto que prohibía su estudio. Akiva fue ejecutado y su principal discípulo, Rabí Simón Bar Yojai, huyó a la montaña y en una caverna se refugió durante trece años. Los grandes secretos le fueron revelados, la luz interna y la circundante lo cegaron de sabiduría y fue así como brotó la fuente lumínica llamada el Libro del Esplendor.

A la muerte del emperador, Simón y su hijo formaron la Gran Asamblea; camino de Merón a Safed en la Galilea. A la muerte de Bar Yojai, se guardó silencio y el saber quedó oculto. Existen otras fuentes que insisten que la autoría del texto es de Rabí Moses de León, un judío que murió en Guadalajara España en el año de 1305.
No obstante, ya en el Talmud de Babilonia existen referencia al Sefer Yetzirá y a tópicos que serán tratados en el Zohar.
“La opinión moderna más generalmente aceptada es que el autor fue Rabí Akiba, que vivió en el tiempo del emperador Adriano, en el año 120. Graetz, sin embargo, lo asigna a los tiempos de los primeros gnósticos, siglos III o IV y Zunz habla de él como post-talmúdico y perteneciente al periodo geónico (700 a 800 d. C)”[6].
En 1492, cuando los judíos fueron expulsados de España se inició, extrañamente, una Edad de Oro para la Cábala ya que al enfrentarse a “un futuro muy incierto, trataron de comprender las razones de su infortunio y sus sufrimientos. Las enseñanzas filosóficas de entonces no eran suficientes como para poder explicar las opresivas desgracias que habían caído repentinamente sobre ellos, y llegaron a considerar la Cabalá como un medio que les pudiera aclarar y resolver las enigmáticas complejidades de la existencia”[7].
A partir de ese momento la sabiduría esotérica se convirtió en el centro de la tradición judía. No es gratuita la concentración mesiánica y la escatología de la época.
Es importante puntualizar que no es hasta 1558 que el Zohar será impreso en Mantua; en 1560 en Cremona, 1623, en Lublín y en 1684 en Sulzbach. Famosas serán las impresiones del Sefer Yetzirah editadas por e impresas en: “Ben David en Mantua, 1562; Rabí Abraham F. Dio, Ámsterdam 1642; Ben J. Chagiz, Ámsterdam 1713; Constantinopla, 1719; Zolkiew, 1745; Moses Ben Jacob, zozec, 1779; Grodno, 1806; Dyhernfurth, 1812; y Salónica, 1813”[8].

La penuria y la palabra

Largos fueron los años en que los judíos sintieron el azote sobre su fe y la mano inquisidora que los perseguía por las tierras cristianas; clero y laicos, reyes y sabios, estuvieron entre la jauría. Algunos judíos afortunados, pudieron mantener la vida bajo la humillante etiqueta del marranismo y la no menos denigrante imposibilidad de practicar sus costumbres, tradiciones y creencias.
         Opresión, dolor, degradación, pobreza y desdicha fueron nublando el horizonte de las distintas comunidades que tuvieron que abandonarlo todo para mantener el principal don que Dios les había dado y que debían mantener como buenos hijos de Moisés: la vida.
         Esta falta, de un aparente sentido en la vida, y el vacío que produce no poder vivir en paz con integridad su religión, despertó la memoria dormida y resurgió con mayor vigor aquella escatología que anuncia con siete trompetas, la llegada del Mesías.
         Esta profunda preocupación fue la que movió a don Isaac Abarbanel, quien encabezara a los judíos que fueron desterrados de España y que se establecieron en Italia. La situación por la que pasaba su pueblo, lo llevaron a abandonar su cargo como oficial en la corte del rey de Nápoles para dedicarse a profundizar en la religión hebrea. Como gran cabalista, penetró con el corazón extendido sobre la tradición; de ahí nació su obsesión por la llegada del Mesías, misma que no pudo ver, pese a que trató de fijar una fecha, pues murió en Venecia en 1509.
         Liberación, una vez más, es lo que anhelaba el pueblo que asumió involuntariamente la condición de éxodo perpetuo. Liberación en todos los ámbitos de la vida, pero sobre todo, en lo espiritual.  He ahí la clave del resurgir de los misterios, del mundo de ultratumba, del entender las leyes que regían su destino, de la manera como se debía vivir profundamente la tradición.
         La semilla sembrada por Abarbanel floreció entre los judíos italianos en 1524; fecha en que llegó a Venecia un tal David, de la tribu de Rubén. “Decía venir de la lejana Arabia, donde existía un reino judío poblado por los descendientes de las dos tribus pastoriles de Rubén y Gad; que su hermano era el rey de aquel país y que él había sido enviado a Europa con una importante misión ante los soberanos cristianos”[9].
David Reubeni se entrevistó en Roma con el papa Clemente VII, en Portugal con el rey Juan III y en Regensburgo con Carlos V, quien se enteró que Reubeni y el marrano de Lisboa Salomón Molko estaban preparando una guerra contra Turquía para reconquistar Palestina. En España y Portugal, las comunidades perseguidas, habían visto en David al Mesías anunciado por Abarbanel. El desencanto llegó cuando Reubeni murió encarcelado en España.
         Grandes quemas masivas se hicieron del Talmud el día de Rosh Haschana en 1553; la Inquisición y los enemigos del judaísmo, como más odio que nunca, usaron como justificación, que contenía textos ofensivos al cristianismo. En Portugal se habla de un cristiano viejo, Gil Vaz Bugalho, “que se adhirió a una secta mesiánica y fue quemado en 1551”[10].
         Los judíos fueron sometidos a ghettos y los sábados se les obligaba a asistir a los sermones obligatorios. Nada de esto impidió que “los judíos italianos alcanzaran un alto grado de desarrollo espiritual en los siglos XVI y XVII”[11].
Con todas estas ideas en el aire, lo que antes sólo deambulaba como manuscrito, comenzó a publicarse. El Zohar, se desplazaba ahora entre los hombres como liebre salvaje en la pradera. Ascetas y predicadores hablaban de arrepentimiento, del reino de Dios, de santidad…
 Ya el mismo rabí José Caro (1488-1575) se había encargado de plasmar la preocupación de los grandes cerebros de los judíos palestinos, cuando demostró sus grandes conocimientos de la Cábala, de la Torá y el Talmud al escribir el que sería el código hebraico para uso de su pueblo: la Schuljan Aruj (1565).
Como él, se hicieron públicos en Safed cabalistas como Moisés Cordobero y Elías Vidas. En Italia tenemos al discípulo de Galileo, Elías del Médigo, autor del texto cabalista: Fundición de la sabiduría y al autor del autonombrado Segundo Zohar, Moisés Jaime Luzzato (1707-1747). 
Alrededor del libro Rescht Jojma, escrito por Vidas, se agruparon devotos en la sinagoga de Safed encabezados por Isaac Luria Askenazi, mejor conocido como Ari el Santo.
Luria  se había educado en la fe judía profundizando desde muy joven en el Zohar; a los 36 años, llegó dirigir la asociación local de cabalistas. Cuentan sus historiadores que en más de una ocasión celebró ceremonias misteriosas en el sepulcro de rabí Simeón ben Yojai entonando “oraciones inspiradas y hablaba acerca de la proximidad del fin de la Dispersión y de la manera de prepararse para la llegada del Mesías”[12]. Este espíritu mesiánico se mantuvo vigente a su pronta muerte (1572). Su discípulo, Rabí Jaime Vital se encargó de dar continuidad al pensamiento místico a través de lo que él denominaba la Cábala práctica, la cual consistía en la liberación del alma humana de los espíritus malignos que habían alejado al hombre (impulsado por su naturaleza pecaminosa) de la mano de Dios; la oración y el ayuno, llevarían nuevamente al hombre a su estado puro. La idea de la reencarnación con fines purificadores estaba muy latente, así como la interacción del hombre con los espíritus. Este vínculo entre el hombre y los mundos superiores podía hacer, que ante el arrepentimiento sincero, se diera el advenimiento del Mesías; pensamiento que estuvo vigente a lo largo del siglo XVII en el que se dieron los grandes movimientos mesiánicos que volvieron a conmover al mundo hebreo.
En esta línea tenemos a los judíos de Turquía, Asia y Europa. Algunos cabalistas de la zona llegaron a afirmar que el mismo Zohar especificaba como fecha redentora el año de 1648.
“El Zohar expresa la idea que la era mesiánica será introducida en un período de ilustración sin precedentes: el Mesianismo, que representa la esencia de la esperanza y el optimismo, surge de la creencia indeleble de que habrá un eventual triunfo de la armonía del mundo sobre la confusión, del amor, sobre el odio, y en última instancia, una vidtoria de la justicia y la bondad sobre la opresión y la codicia. Esta victoria, declara el Zohyar, está inexplicablemente atada a Jojmá (sabiduría), y depende de la divulgación del verdadero saber, la sublime sabiduría de la Cábala”[13].
Por aquellos días, un judío de Esmirna, hijo de comerciantes sefardíes y discípulo del famoso rabino José Ascupi, asumió la bandera que Ari no pudo portar.
Pronunciando el Nombre Inefable de Dios, irrumpió en la sinagoga de Esmirna, anunciando con ello que los días de la restauración del Templo habían llegado. Sabetai Zevi, fue excomulgado y se dedicó a predicar. Recorrió Constantinopla, Salónica, Jerusalén y El Cairo. Su fama llegó a Holanda donde se decía se encontraba Sara, una judía polaca que había sido robada y cuyo destino era ser esposa del Mesías hebreo. ¡Viva el Rey Mesías! Llegaron a gritar sus seguidores cuando regresó a su patria. Todas las promesas que colgaban sobre su figura se vinieron abajo cuando fue capturado por el sultán de Turquía, encarcelado y obligado a abjurar de su fe. Gerschom Scholem escribió al respecto: “Es probable que la idea de un mesías apóstata se les presentase como la glorificación del mismo acto que atormentaba continuamente su propia conciencia”[14].
Sabetai, fue uno más de los tantos falsos profetas cuya voz tuvo gran eco en la época. Ya el mismo cabalista Nehemías Cohen había intentado demostrar que Zevi, como un tal Natán de Gaza, no eran emisarios de Dios.
Pese a la muerte solitaria que lo alcanzó en Dulcina, donde fue desterrado por el sultán Mahomet IV, su cuñado Jacobo Zevi se encargó de dar continuidad a su proyecto salvífico formando una secta sabetaísta. Sus ideas se extendieron por Salónica, ahora enseñaban que “existían dos dioses: el Creador del mundo y el Dios del pueblo hebreo; este último había bajado a la tierra en la figura de Sabetai Zevi”[15]. Para esta secta, ya no era importante cumplir con las leyes morales pues en los “días finales” todo estaba permitido. La continuidad de la secta se debió al hijo de Jacobo, Beajia (1695-1740) pese a que todos los pronósticos coincidían en que el año de la redención sería 1666, “de conformidad con una concepción milenarista de origen cristiano”[16]. En nuestros días se mantiene viva bajo el nombre de Donme.
Al mismo Luzzato se le consideró continuista de la tradición sabetaísta y fue excomulgado pues se le había pedido que no volviese a escribir más acerca de la cábala y no cumplió con su palabra. Pesaba más la salvación de su alma que el rechazo y la soledad.
En Alemania también se dieron seguidores de Sabetai; el rabino de Praga Johanán Eibeschütz, gran estudioso de la cábala, mantuvo una fuerte discusión con el rabí Jacobo Emden de Altona que derivó en un “cisma completo entre los talmudistas y los cabalistas de Alemania”[17].
El desbocado misticismo de Sabetai y sus seguidores “suscitó un enorme fervor en las colonias de marranos o ex marranos”[18].
La expulsión de los judíos de España y su llegada y asentamiento en Holanda, trajo consigo un periodo de calma en el que florecieron junto con los libre-pensadores, los estudios de cábala fuertemente inspirados por la filosofía. Este matiz fue un rasgo muy peculiar, pues nos traerá a la escena a Menasé ben Israel, quien en su libro Nischmath Jaim mezclará cábala y filosofía.
Estas actitudes poco ortodoxas que tanto auge tuvieron en la comunidad sefardí de Ámsterdam, están latentes en la obra de Rabí Moshe Hagiz, Sefat Emet (comienzos del siglo XVIII), y el judaísmo no confesional que Uriel da Costa. “Esta interpretación del judaísmo era básicamente individualista y se basaba en la premisa de que el creyente no necesita de la mediación de una congregación para su relación con Dios”[19]. ¿No acaso suena esta idea familiar y con bastante similitud al concepto de Iglesia interior de los gnósticos cristianos y posteriormente a las ideas del sacerdocio universal de Martín Lutero?

La solidificación del espíritu

Importante será el papel que habrá de desempeñar Menasé, pues su gran conocimiento de las lenguas europeas y la amistosa relación que mantuvo con sabios cristianos de su tiempo, lo llevaron a convertirse en mediador de la comunidad judía de Ámsterdam ante el gobierno de Inglaterra.
         Con la Reforma, se asentó en Inglaterra la secta puritana que “estudiaba atentamente el Antiguo Testamento buscando en él los fundamentos de la verdadera fe”[20]. Ese fue el lazo que afianzó la unión entre los reformistas ingleses y los judíos.
         Algo similar ocurrió en Alemania donde el humanista Juan Reuchlin, defendió  a los judíos diciendo: “el Talmud es una vieja recopilación de comentarios sobre los preceptos de la Torá; que se ocupa de la religión judía, de la moral y de la medicina; que sería inútil quemar el Talmud, pues contra opiniones era menester combatir con convicciones y no con la fuerza bruta; que los libros de la cábala eran dignos de estímulo, puesto que ellos se expresan con frecuencia ideas muy cercanas al dogma cristiano”[21].
         En aquellos días (1523), Lutero publicó las siguientes líneas en defensa del pueblo hebreo: “Nuestros necios –escribía- los papas, obispos y monjes han tratado hasta ahora a los hebreos de tal manera que todo cristiano verdadero debería hacerse judío. Si yo fuera hebreo y viera cómo esos imbéciles dirigen la Iglesia, preferiría ser un cerdo antes que un católico. Porque han tratado a los judíos cual si éstos fueran perros y no hombres. Y sin embargo, los judíos son nuestros parientes carnales y los hermanos de nuestro Señor”[22]. Tiempo después, cuando se encontró como papa protestante, también se dedicó a perseguirlos. Esto tampoco frenó el alto grado espiritual que desarrollaron cabalistas como Isaías Horwitz, rabino de Frankfurt y Praga (1630) quien compiló en su libro Schne Lujot Haberti conocimientos inspirados en Ari y Jaime Vital.
         La Reforma en Alemania produjo en Polonia varias sectas religiosas; un caso muy judaizado es el de los Unitarios que negaban la divinidad de Cristo y la Santísima Trinidad. 
         En ese ambiente floreció el Megale Amukot de Natán Schapira, el cabalista de Cracovia uno más al que se acusó de promover el surgimiento de falso profeta.
         El mesianismo se extendió en la misma Polonia, en la figura de Jacobo Frank  un sabetaísta más que llegó incluso a predicar una extraña mezcla entre cristianismo, las ideas de Sabetai y un gnosticismo antiguo que derivó en una teología que “preconizaba multiplicar los pecados y las apostasías, mentir, robar y fornicar, perjudicar al prójimo, abrazar sucesivamente todas las religiones existentes y mofarse de ellas para llegar entonces a la libertad total del reino del Mesías”[23].
        
Ya nos da Simón Dubnow algunas claves para dimensionar lo que estaba ocurriendo en el seno de la mística judía: “Y cuanto más fue debilitándose el estudio del Talmud, tanto más arraigaba el de la cábala. La doctrina de los cabalistas palestinentes, Ari y rabí Jaime Vital, obtuvo multitud de adeptos en Polonia. Aumentó el número de los “libros de moral” en los que se hablaba del mundo ultraterrestre, del Paraíso y del Infierno, de los ángeles y los demonios. Aparecieron taumaturgos que curaban dolencias corporales y mentales por medio de conjuros y amuletos”[24].


El martirio de los metales (Conclusión)

Extrañas y complejas maneras ha encontrado el hombre para establecer su diálogo con Dios. Del silencio a la voz; de la voz a la palabra; del cielo a la tierra; de innombrable a lo nombrado. En el número y la letra, está el significante y el significado. Es espíritu y la letra decía San Pablo.
La senda de la palabra es la senda del mártir. Fe, conversión, continuidad histórica y el verbo que sigue hecho carne, que sigue hecho lenguaje. Ya lo anunció Eliécer Ben Yehuda: “se cumplirán las profecías de los grandes profetas y la letra se convertirá nuevamente en espíritu. Hasta que lo desencarnado encarne”[25].
Dios se ha encarnado para los judíos en el lenguaje; su sabiduría pese a su condición diaspórica se ha mantenido en sus libros.
Los momentos mesiánicos han sido los brotes del espíritu que penetra y transforma la carne del hombre en la historia. Gershom Scholem nos recuerda la vieja tradición talmúdica que afirma: “en cada generación hay treinta y seis justos de los que depende la existencia del mundo. En una acepción mística, esta frase equivale a los justos ocultos, es decir, muchas veces por ellos mismos. Nadie sabe, nadie puede saber quiénes son en realidad esos santos sobre los que descansa el mundo. Si desapareciese el anonimato, característica inherente a su ser, ya no serían nada. Uno de ellos es tal vez el Mesías, quien continúa oculto porque los tiempos no son dignos de él”[26].
La historia, en este breve espacio, nos ha permitido encontrar los pasos dados por la ciencia ancestral para mantener su llama ardiente en el corazón de cada uno de los místicos que dieron incluso su vida por mantener vigente la tradición. Si el Profeta anuncia, la justicia está por llegar; si el Mesías salva, por la palabra todos los fieles que le siguieron, han sido reivindicados.
Este pequeño ensayo, no ha sido más que un intento por dar continuidad a la transmisión del mensaje; por dar cuenta, del peso que tiene el lenguaje en la historia y cómo la letra llegó a tornarse en divina y mesiánica.
Espero poder dar continuidad a este estudio y mostrar a futuros lectores cómo se dio la incursión de la cábala en el mundo cristiano, como anticipo les digo que esto fue mucho antes de la publicación del Zohar y la expulsión de los judíos de España. Existen antecedentes de interacción del cristianismo primitivo con el pensamiento gnóstico, el paganismo teosófico y el judaísmo cabalístico en la obra de Clemente de Alejandría u Orígenes. En el neoplatonismo de Ammonkio Saccas, Plotinio, Jámblico y Juliano el Apóstata. En el siglo II y III tenemos a Hermes Trismegistro y su Corpus Hermeticum. Posteriormente serán importantes los nombres de Arnaldo de Vilanova, Raimundo Lulio, Guillaume de Lorris, Jean de Meung, Joaquín de Fiore, el mismo Dante, Chrétien de Troyes, Wolfram von Eschenbach, Roger Bacon, Nicolás Flamel, Bernardo de Treviso, Jorge Ripley, Tomás Norton, Basilio Valentín y Paracelso. Basta recordar la bula lanzada por el papa Juan XXII, en 1317, bajo el nombre de Spondent pariter, donde condenaba la alquimia y el arte hermético.
En la actualidad Rosacruces, Teósofos, Francmasones, Espiritistas, Iluminatis, New Ageros y un sinfín de sectas de tipo místico especulativas, han retomado el estudio cabalístico para alimentar su espíritu esotérico.
En mi caso, más allá de la revelación mística y la iluminación está el interés por entender cómo se dio la evolución histórica de una práctica muy vinculada a mi gran pasión existencial: la literatura.
Como comunicólogo y apasionado de la semiótica y la hermenéutica es fundamental entender la relación entre logos y acción; entre palabra y entendimiento. El gran Martín Buber, ya ha dedicado grandes reflexiones filosóficas al respecto, así como Heidegger, Witgenstein, Eco y otros filósofos del lenguaje. En lo particular considero que falta profundizar en la mística para complementar dicha reflexión. De ahí que insista que este trabajo, no pretendo que sea más que el inicio para  despertar al Ave Fénix que se encuentra en las cenizas de estas letras que hoy se hunden en la historia, buscando la Verdad.

Los componentes del Macrocosmos (Bibliografía)

·      El Zohar. Editorial Sigal. Buenos Aires. S/F/E
·      BERG, Philip. Iniciación a la Cabalá. Tomo 1. Centro de Investigación de la Cabalá, EEUU, 1992.
·      BESSERMAN, Perle. Cábala y misticismo judío. Editorial Oniro, Barcelona, 1998.
·      DUBNOW, Simón. Manual de la historia judía. Desde los orígenes hasta nuestros días. Editorial Judaica, Buenos Aires.
·      ELIADE, Mircea. Historia de las creencias y las ideas religiosas III. De Mahoma a la era de las Reformas. Editorial Paidós, Barcelona, 1999.
·      GEWURZ, Elías. Los misterios de la Kábala. Gómez Gómez Hermanos Editores. México, 1975.
·      GLEUBERMAN, Eloy. Cábala. La antigua ciencia mágica de la palabra. Latinoamericana Editora y Bibliográfica Internacional, Barcelona, 2000.
·      HALEVI SIMÓN, Z’Ev ben. Kábala y psicología de Z’Ev ben Simón Halevi. Kairós, Barcelona, 1996.
·      KAPLAN, Josef. Judíos nuevos en Ámsterdam. Editorial Gedisa, Barcelona, 1996.
·      MUÑIZ-HUBERMAN, Angelina. Las raíces y las ramas. Fuentes y derivaciones de la Cábala hispanohebrea. Lengua y estudios literarios. Fondo de Cultura Económica, México, 1993.
·      POLIAKOV, León. Historia del antisemitismo. De Mahoma a los Marranos. Muchnik Ediciones, Barcelona. 1980.
·      PUECH, Henri-Charles. Historia de las religiones. Las religiones constituidas en occidente y sus contracorrientes. Tomo II. Volumen 8. Siglo XXI, México, 2001.
·      PUECH, Henri-Charles. Historia de las religiones. Las religiones en el mundo mediterráneo y en el oriente próximo. Tomo II. Volumen 6. Siglo XXI, México, 1979.
·      PUECH, Henri-Charles. Historia de las religiones. Las religiones constituidas en occidente y sus contracorrientes. Tomo II. Volumen 8. Siglo XXI, México, 2001.
·      ROOB, Alexander. El museo hermético. Alquimia y mística. Taschen. Italia. 2001.
·      SCHOLEM, Gershom. La cábala y su simbolismo. Siglo XXI, México, 1992.
·      WESCOT, Wynn. Sefer Yetzirah. Colección grandes Arcanos. Ramael y Editora y Distribuidora Yug. México, 1985.





[1]ROOB, Alexander. El museo hermético. Alquimia y mística. Taschen. Italia. 2001. p. 21.
[2] GEWURZ, Elías. Los misterios de la Kábala. Gómez Gómez Hermanos Editores. México, 1975. p. 19.
[3] DUBNOW, Simón. Manual de la historia judía. Desde los orígenes hasta nuestros días. Editorial Judaica, Buenos Aires.  p. 495.
[4] GEWURZ, Elías. Op cit. p. 3.
[5]BERG, Philip. Iniciación a la Cabalá. Tomo 1. Centro de Investigación de la Cabalá, EEUU, 1992.  p. 27.
[6] WESCOT, Wynn. Sefer Yetzirah. Colección grandes Arcanos. Ramael y Editora y Distribuidora Yug. México, 1985.  p. 19.
[7] BERG, Philip.  Op cit. p. 40.
[8] WESCOT, Wynn. Op cit. pp. 20-21.
[9] DUBNOW, Simón. Op cit. p. 506.
[10] POLIAKOV, León. Historia del antisemitismo. De Mahoma a los Marranos. Muchnik Ediciones, Barcelona. 1980.  p. 248.
[11] DUBNOW, Simón. Op cit. p. 511.
[12] DUBNOW, Simón. Op cit. p. 496.
[13] BERG, Philip.  Op cit. p. 59.
[14] POLIAKOV, León. Op cit. p. 274.
[15] DUBNOW, Simón. Op cit. p. 504.
[16] POLIAKOV, León. Op cit. p. 272.
[17] DUBNOW, Simón. Op cit. p. 532.
[18] POLIAKOV, León. Op cit. p. 272.
[19] KAPLAN, Josef. Judíos nuevos en Ámsterdam. Editorial Gedisa, Barcelona, 1996. p. 35.
[20] DUBNOW, Simón. Op cit. p. 520.
[21] DUBNOW, Simón. Op cit. p. 523.
[22] DUBNOW, Simón. Op cit. p. 524.
[23] POLIAKOV, León. Op cit. p. 276.
[24] DUBNOW, Simón. Op cit. p. 550.
[25] SATZ, Mario. “Prólo go” en Kábala y psicología de Z’Ev ben Simón Halevi. Kairós, Barcelona, 1996. p. 14.
[26] SCHOLEM, Gershom. La cábala y su simbolismo. Siglo XXI, México, 1992. p. 6.

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