De la naturaleza de las religiones monoteístas - Hipermediatizaciones: Hiperconexiones y remediaciones entre signos y palabras

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Textos especializados en Comunicación Digital, Ciencias Sociales, Literatura, Poesía, Humanidades Digitales y Culturas Juveniles. Sitio personal del Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Expresidente de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación, AMIC y Ex presidente del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación.

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sábado, 19 de abril de 2014

De la naturaleza de las religiones monoteístas

Distinciones en el Dogma, la Moral y el Culto entre el Cristianismo, el Islam y el Judaísmo.

Jorge Alberto Hidalgo Toledo


  
La naturaleza del monoteísmo (Introducción)
¿Qué es lo que distingue una religión de otra?, ¿cuál es su naturaleza?, ¿en qué se fundamenta y cómo distinguir sus diferencias? Y finalmente, ¿qué es lo que distingue al Cristianismo de sus hermanos monoteístas el Judaísmo y el Islam?

Ante el incremento de la necesidad del hombre por obtener respuestas existenciales a partir del camino espiritual por el que ha optado, la pregunta que mueve este ensayo retumba en mi interior con más fuerza todavía; y peor aún cuando en el diálogo cotidiano surgen afirmaciones como: “Todas las religiones son iguales”, “No hay ninguna fe verdadera”, “Tú vive tu fe como Dios te dé a entender”, “Lo que importa es creer en algo, no importa en qué”, “Lo que importa es la religión no la institución”…
         Intentando encontrar una luz a este problema, me propongo a lo largo de esta breve reflexión indagar en tres aspectos fundamentales en la naturaleza de la religión: el Dogma, la Moral y el Culto, para ver cuáles son algunas de las diferencias entre las tres principales religiones monoteístas y responderme así a la pregunta “si todas las religiones son iguales”.
         Espero que el lector encuentre igualmente una respuesta comprometida con una necesidad existencial profunda y verdadera como lo es la inquietud moral de todo aquél que busca en la religión una esperanza ante los problemas que aquejan a su sociedad.
Encontremos nuevamente, en la religión, una respuesta para –como afirma Juan Pablo II- “no caer en la tentación del desaliento”[1]. Seamos testigos de La Verdad y responsables con nuestra propia búsqueda, sólo así nuestra esperanza será testimonio de una Buena Nueva. La tranquilidad que ofrece la comunión con lo divino, sólo se produce cuando uno tiene claras las razones que mueven aquello en lo que uno cree. Indaguemos pues cuál es el fundamento y el corazón de nuestra vida espiritual y veamos si efectivamente todas las religiones en el fondo son y dicen lo mismo.


En el corazón de la fe  (Desarrollo)
En su más reciente libro (Fe, verdad, tolerancia) el Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, indaga sobre el cristianismo y las religiones del mundo, cuestionándose ¿sino constituye, en el mundo actual, un gesto de arrogancia intolerante proponer el cristianismo como verdad y como camino de salvación?
         Si el cristianismo en el fondo no es más que una religión como cualquier otra, ¿qué es lo que la distingue del resto? El debate resultante de dicho planteamiento es el que nos lleva a creer que efectivamente, no todas las religiones son iguales.

La búsqueda de lo inesperado

Quienes hemos sido testigos del incremento en las ofertas espirituales, podemos constatar, desgraciadamente, cómo en su mayoría obedecen a un plan para destruir o debilitar a las distintas religiones formales. No obstante, quien desconoce dichos intereses ulteriores, se preguntará ¿qué relación y diferencia existe entre todas ellas si finalmente todas están orientadas hacia lo mismo?
         El pluralismo religioso de nuestros días sin duda se sostiene en una comprensión superficial de las religiones creyendo que la diversidad también es parte de un camino de salvación. Este relativismo dogmático en un nuevo mundo sin dogmas, afirma que todas las religiones son verdaderas o lo que es lo mismo, que todas son falsas. Desde esta perspectiva, no tener una respuesta a la pregunta planteada en este estudio, es afirmar que el fin de las religiones ha llegado.
         El problema más grande nuestra época, apunta el Cardenal Ratzinger, es “Este relativismo, que hoy, como sentimiento fundamental de la persona iluminada se extiende ampliamente incluso dentro de la teología”[2].
         Creer que el cristianismo es en el fondo una religión como cualquier otra; una visión de Dios a la europea; que sólo la fe cristiana puede salvar y las religiones no serían caminos de salvación; o que el cristianismo está presente en todas las religiones o viceversa; constituyen un camino equivocado en nuestra reflexión, por ello es importante reconocer el sentido primario de la religión para poder seguir las huellas intelectuales e interculturales que la verdad nos ha dejado a lo largo de la existencia para que la podamos seguir.

De la naturaleza de la religión

Para dar razón de nuestra esperanza es importante tener claro qué sentido tiene y cuál es el origen de la religión.
         La religión, según apunta Rafael Faria en su Curso superior de religión, se puede tomar en dos sentidos: uno como “ciencia que perfecciona nuestro entendimiento”[3] y “como una virtud que perfecciona nuestra voluntad”[4].
         Partiendo de que la religión es una ciencia que ilumina nuestra inteligencia y una virtud a trabajar es importante saber que, atendiendo a su raíz latina religare que significa “ligar, vincular, atar”[5]; la religión será ese lazo que nos unirá como hombres con Dios.
         Bajo esta perspectiva, la religión nos enseña el conocimiento de Dios, de los deberes que nos ha impuesto y los medios que nos llevan a Él. De ahí que la religión encierre tres elementos: el dogma, la moral y el culto.
         “El Dogma que comprende las verdades que debemos creer, La moral, las obras que debemos practicar y el culto, los medios con los cuales honramos a Dios y procuramos nuestra salvación”[6].
         De igual forma existen en el hombre tres facultades ligadas a la naturaleza de la religión: el entendimiento o nuestra capacidad de conocer que es perfeccionada por el dogma; la facultad de querer y obrar que es la voluntad, que es perfeccionada por la moral; y la facultad de sentir, que es perfeccionada por el culto.
         Hasta este punto pareciera que todas las religiones cuentan con un tronco común; sin embargo, las distinciones se empiezan a dar en la articulación de las tres características con relación a la manera como cada una nos permite conocer a Dios.
         Y existen dos modos: por la razón y por la revelación. La razón como luz natural que el mismo Dios nos ha dado para conocer las cosas y la revelación como manifestación hecha por Dios a los hombres. Esto nos lleva a distinguir dos tipos de religión: la natural y la revelada.
         Entendida la natural como las verdades religiosas que el hombre puede conocer por la simple luz de la razón, pero que no bastan para salvarnos, pues no conocemos ni aceptamos lo que Él mismo se ha dignado en manifestarnos.
         En cambio, la religión revelada, nos ofrece las verdades que Dios ha manifestado al hombre por conducto de la revelación y que nos impone tres deberes: 1) aceptar las verdades que Dios nos ha manifestado; 2) cumplir los mandamientos que él nos ha impuesto; y 3) acudir a los medios de santificación que Él mismo nos ofrece para ayudar nuestra debilidad.
         La revelación es muestra de que Dios no ha querido dejar al hombre abandonado, de que busca librarnos del error, del vicio y de que busca conducirnos al bien supremo.
         La revelación es la gran distinción entre muchas de las religiones orientales –del tipo natural, o que terminan siendo filosofías y formas espirituales de vida- y las creadas por hombres.
         De ahí que sea importante profundizar en la revelación como esta forma extraordinaria que tiene Dios de manifestar sus verdades e imponerlas para alcanzar la salvación.
         Así podemos distinguir dos clases de revelación: la pública y la privada.
         La pública es la que ha hecho Dios directamente para utilidad de todo el género humano y las privadas, las que ha hecho a algunas personas para su utilidad particular como es el caso de Santa Gertrudis o Santa Teresa de Jesús. Estas últimas no forman parte de la fe, ni enseñan verdades nuevas sino que han sido hechas para ilustrar las verdades ya reveladas.
         A través de la revelación, Dios ha manifestado: hechos históricos ligados a la fe, verdades para nuestra salvación, para darnos a conocer el orden sobrenatural, para perfeccionar nuestro entendimiento y para conocer con certeza y sin mezcla de error la verdad.
         Es en la revelación donde se centra la naturaleza del monoteísmo, por ello es importante entender que Dios ha manifestado muchas verdades de orden religioso y moral, en el Antiguo Testamento por medio de los patriarcas y sagrados escritores, y en el Nuevo, por medio de Jesucristo y los Apóstoles.
         De ahí que dividamos la revelación en primitiva, mosaica y cristiana.
         “a) La primitiva es la hecha por Dios a nuestros primeros padres y a los antiguos patriarcas hasta Moisés.
         b) la mosaica es la hecha a Moisés y a otros escritores posteriores a él hasta Jesucristo.
         c) La cristiana hecha por medio de Cristo y los Apóstoles.
         La revelación primitiva, la mosaica y perfeccionada sucesivamente, en la cual <siempre se ha reconocido por autor al mismo Dios, y al mismo Jesucristo por Salvador> (Bossuet).
         La Revelación cristiana en el dogma y en la moral y en el culto es más perfecta que la primitiva y la mosaica y un grandioso complemento de éstas.
a)   En el dogma encontramos en el cristianismo reveladas con toda claridad verdades que en la religión antigua sólo fueron anunciadas en forma más o menos velada y misteriosa. Tal, los misterios de la Santísima Trinidad, Encarnación y Redención.
b)   En la moral Cristo le devolvió al decálogo su primitiva perfección. Así volvió a establecer la unidad e indisolubilidad del matrimonio, puntos que en la antigua alianza habían sufrido derogación y menoscabo. Igualmente lo perfeccionó en cuanto indicó el amor de Dios como motivo de todas nuestras obras; y en cuanto adicionó los mandamientos con los elevados consejos evangélicos.
c)    En el culto las ceremonias de la antigua ley no eran sino una sombra y figura de los sacramentos y ceremonias de la nueva, muy especialmente del Santo Sacrificio de la Misa, centro de toda la religión”[7].
Es importante tomar en cuenta los motivos de credibilidad hacia el origen divino de la revelación ya que es evidente que Dios no puede ser honrado desde el error, sino con la verdad; y esa verdad sólo puede venir de Él mismo.
El Cristianismo encierra, como ya dijimos, las verdades reveladas por Dios en la antigua revelación mosaica, más las nuevas verdades reveladas por Cristo y los Apóstoles. Las pruebas de la divinidad de dicha revelación las encontramos en los milagros que obró Jesucristo, las profecías que se realizaron con su manifestación histórica y la excelencia de su doctrina.

El Cristianismo y las otras religiones

Debemos notar que las nociones de verdad que se encuentran en toda religión vienen en parte del recto uso de la razón humana (religión natural) y en parte de la revelación primitiva como es el caso del Judaísmo y el Mahometismo.
         El Judaísmo es la antigua religión revelada por Dios a Moisés, dogmas que el cristianismo acepta. El error “más grave del judaísmo es el rechazo de la divinidad de Jesucristo, a pesar de que en Él se realizaron todos los vaticinios de los profetas de Israel referentes al Mesías; y de que Cristo escogió al pueblo israelita para nacer de él y esclarecerlo con su vida y sus milagros. El Judaísmo rechaza todos los demás dogmas cristianos: la Trinidad, Encarnación, Redención, La Iglesia y la gracia”[8].
         El Islam por su parte es una mezcla de judaísmo, cristianismo y paganismo.
         “Su Dogma propone la existencia de un solo Dios personal, Creador del mundo y acepta la creencia en los ángeles y los demonios. Enseña el más crudo fatalismo religioso: todos los sucesos tienen lugar en cumplimiento de decretos ciegos e infalibles. Acepta la existencia de profetas, seis principales: Adán, Noé, Abraham, Moisés, Jesucristo y Mahoma. Jesucristo no es Dios ni Hijo de Dios. En el último día todos los hijos del Islam se salvarán, e irán a un paraíso de deleites sensuales. Todos los infieles, incluidos los judíos y cristianos se condenarán.
         Su moral, prescribe la fe, oración, la limosna, el ayuno y la peregrinación a la Meca. Tiene graves deficiencias: no se preocupa en ninguna forma de las virtudes interiores. No hace caso de la pureza de costumbres, permite la poligamia, el divorcio, el concubinato, autoriza el odio, la venganza y la violación de los juramentos. Recomienda la guerra santa contra todos los que no son musulmanes y el que muera en ella se salva y es considerado como mártir.
         En su culto, no hay sacrificio ni sacerdocio”[9].
         Los más graves errores del Islam están en que Mahoma se valió de falsas revelaciones para legitimar su doctrina; los errores en su dogma y las deficiencias morales.



Religión y libertad religiosa (Conclusión)

La religión, como el mismo Mircea Eliade lo resume, es un sistema, un pensamiento articulado, una explicación del mundo “puesto que la religión es cosa humana, es a la vez necesariamente cosa social, y cosa lingüística y cosa económicas- pues no se concibe al hombre fuera del lenguaje y de la vida colectiva”[10].
         No obstante, a que la religión es parte integral de la vida humana, existe la confusión cuando hablamos de libertad religiosa y se entiende mal lo que esta libertad significa.
         “La libertad religiosa –dice el Concilio Vaticano II- no significa que todas las religiones sean igualmente buenas”[11]. Libertad religiosa no significa que uno pueda escoger la religión que quiera con la misma indiferencia que se puede apuntar uno a un club deportivo, pues hay una noción de moralidad tras esta elección. Las religiones no pueden ser todas igualmente buenas, porque son contradictorias entre sí.  Por eso libertad religiosa no significa que dé lo mismo una religión u otra. Dice el Concilio: “el hombre tiene obligación de buscar la verdad, y la verdad total se encuentra en la Iglesia Católica”[12].
No podemos contentarnos  con una verdad fragmentada. Las medias verdades son las peores  mentiras, porque tienen apariencia de verdad. En otras religiones hay parte  de verdad. Pero no la verdad total. Para que una  cosa sea buena, debe serlo totalmente, no basta que sea parcialmente buena.

Todos podemos encontrar a DioS
“Por fortuna “la raza de los que le buscan, de los que van tras el rostro de Dios” (Salmo 24) no ha desaparecido de nuestra tierra. Todavía hay gentes “de limpias manos y de puro corazón,  que no han alzado su alma a cosas vanas ni han jurado con mentira”; que aspiran subir al monte de Dios”[13].
         El hombre no puede ser coaccionado en materia religiosa; somos libres de practicar la religión que en conciencia nos parezca bien. La religión es una práctica libre y espontánea; exteriorización de la voluntad y resultado de una coacción externa.
         La religión como toda ciencia, debe ser enseñada, nunca impuesta y contra la voluntad, por ello es importante saber cuál es la naturaleza de la religión para entenderla en su justa dimensión.
         Espero que la explicación brindada aquí permita a todos los creyentes, dar cuenta y confianza de su fe. 
         Aunque la verdad es que el sincero buscador de Dios no necesita complicados argumentos para encontrarle. Dios se le manifiesta con transparencia íntima en la verdad de las cosas y en la espontaneidad de los acontecimientos. Ya lo dicen las escrituras: “Si estáis con el Señor, él estará con vosotros; si lo buscáis, se deja encontrar; pero si lo abandonáis, os abandonará” (2 Cro 15, 2)[14].


BIBLIOGRAFÍA

·       ALONSO FERNÁNDEZ-CHECA, J. Felipe. Diccionario de Sectas, creencias y religiones. Trigo Ediciones. Madrid, 1993.
·       Catecismo de la Iglesia Católica, 2104, coeditores Católicos de México, México, 1992.
·       ELIADE, MIRCEA, Tratado de Historia de las religiones. Biblioteca Era, México, 1992.
·       EQUIPO PEDAGÓGICO PPC, Libro básico del creyente, Promoción Popular Cristiana, Madrid, 1991.
·       FARIA, J. Rafael. Curso superior de religión. Dogma, moral y culto. Editorial Voluntad LTDA, Bogotá, 1963.
·       Sagrada Biblia, Versión directa de las lenguas originales, por Eloino Nacar Fuster y Alberto Colunga Cueto. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid, 1973.



[1] ZENIT, La respuesta a la secularización, nueva evangelización; pide el Papa, http://es.catholic.net/comunicadorescatolicos/576/1045/articulo.php?id=16217; 21 de abril 2004, 13:29 hrs.
[2] ZENIT, Las religiones, ¿son todas iguales?, http://es.catholic.net/ecumenismoydialogointerreligioso/392/63/articulo.php?id=16102; 22 de abril 2004, 15:35 hrs.
[3] FARIA, J. Rafael. Curso superior de religión. Dogma, moral y culto. Editorial Voluntad LTDA, Bogotá, 1963. p. 17.
[4] FARIA, J. Rafael. Op cit. p. 18.
[5] ALONSO FERNÁNDEZ-CHECA, J. Felipe. Diccionario de Sectas, creencias y religiones. Trigo Ediciones. Madrid, 1993. p. 10.
[6] FARIA, J. Rafael. Op cit. p. 19.
[7] FARIA, J. Rafael. Op cit. pp. 25-26.
[8] FARIA, J. Rafael. Op cit. p. 626.
[9] FARIA, J. Rafael. Op cit. p. 627.
[10] ELIADE, MIRCEA, Tratado de Historia de las religiones. Biblioteca Era, México, 1992. p. 20.
[11] LORING, Jorge, La verdadera Iglesia de Cristo, Conferencia pronunciada en el Cine Avenida de cuenca en 1967. http://es.catholic.net/escritoresactuales/251/846/articulo.php?id=8897; 23 de abril 2004, 14:20 hrs.
[12] Catecismo de la Iglesia Católica, 2104, coeditores Católicos de México, México, 1992. p. 527.
[13] EQUIPO PEDAGÓGICO PPC, Libro básico del creyente, Promoción Popular Cristiana, Madrid, 1991. p. 30
[14] Sagrada Biblia, Versión directa de las lenguas originales, por Eloino Nacar Fuster y Alberto Colunga Cueto. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid, 1973. p. 513.

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