El mundo en la pantalla
“Llegue tarde a este mundo
Llegue a esta vida demasiado tarde,
me hubiera gustado nacer
y llegar a esta vida muchos años
antes
Pues vivir hace un siglo atrás
hubiera sido emocionante.
No habÃa deforestación ni
contaminación
HabÃa agua pura y abundante.
El aire era limpio y fresco,
Los pajaritos cantaban sin cesar,
Me hubiera gustado tanto verlos
cantar
Porque no nacà antes
Es mi gran curiosidad,
Hubiera disfrutado tanto ver el
planeta brillar
Y no como está ahora todo en
tempestad”
(Tarde a este mundo, Iventh Guadalupe
Acosta).
Desde hace cuatro semanas el mundo es otro. La pandemia se expandió en
todos nuestros dispositivos. Llevábamos más de veinte años digitalizando el
mundo y hoy, tras la contingencia sanitaria, el imperio de la pantalla se
consolidó. Todo se ha mediatizado, la compra, la sanidad, la educación, la
cultura y la economÃa. Hoy la tecnologÃa es la subestructura que soporta todas
las estructuras.
Las tecnologÃas se han colocado
en el corazón de la producción, comercialización, almacenamiento, consumo,
vigilancia y control.
Todo hoy lo resolvemos
a través de dispositivos e interfaces mediadoras. Las empresas tecnológicas han
expandido su imperio, sus acciones, sus ingresos. La esperanza de que el
confinamiento se redujera a uno cuantos dÃas es una esperanza que se ha
eliminado de nuestro horizonte. La cuarentena seguramente terminará por
devorarse la primavera y el verano.
En los meses venideros
nos habremos doblegado a la vida postline.
Internet terminará por domesticarnos a la mayorÃa. Brotarán más casos de
desinformación y la seguridad cibernética será uno de los grandes temas por
atender.
Se reforzará la idea de
una alfabetización digital urgente para que el mundo siga funcionando en modo on line. Las escuelas pasarán del Media literacy al code literacy para detonar en las jóvenes generaciones hordas de
programadores que sigan alimentando la red. Nos llevarán del modo usuario al
modo productor. Hoy ya hablan de jóvenes creadores de apps, de prosumidores, de
lecto-escritores, de hackers, crackers y makers.
Sin duda, entre un modo
y otro de ser y estar en la era de la hiperconexión hay un brinco cuántico. Aunque
en el fondo pareciera que el enfoque formativo es el mismo: dotar de
habilidades y competencias para el uso, consumo y producción.
La portabilidad de sentido, la alfabetización emocional y la formación
de una inteligencia mediática se hacen evidentes ahora que nos hemos volcado
por la vida en modo hiperconexión.
Ante la pregunta, ¿cómo será el mundo cuando la contingencia del
Covid-19 termine?, las respuestas se han vuelto múltiples, desde los escenarios
más ingenuos y esperanzadores, hasta los más apocalÃpticos y distópicos.
Las sesiones en lÃnea, por mucha fascinación que produzcan, no
sustituyen el aula y los contextos de aprendizaje que genera; una conversación
mediada por computadora, nunca sustituye la calidez del encuentro cara a cara;
una comunidad virtual no será jamás un grupo de amigos jugando una partida de
futbol.
La tecnologÃa es una forma de moldear el mundo; su impacto ha sido tal
que también modificó nuestras estructuras internas y racionales.
El mundo digital no fue la aplanadora, unificadora, homogeneizadora ni
democratizadora que prometÃan. Ha generado más brechas y desigualdades de las
que ya tenÃamos.
Desde hace cuatro semanas el mundo no pinta para ser el mismo cuando
todo esto acabe. Por ello, se hace necesario pensar en una formación integral
en torno a la dimensión tecnológica y digital. Requerimos tejer más fino con la
tecnologÃa. Nuestro contrato social con ella no puede ser tan superficial como
para quedarnos en modo consumo-producción o control-resistencia. Debemos
apuntar a un enfoque más humano, a una dimensión digital más trascendente y
menos material. La historia del hombre es la historia de sus tecnologÃas y en
su eje civilizatorio se encuentra la visión de hombre que hay detrás de ella.
Reducir la tecnologÃa a su materialidad y sólo concebirla desde su
condición objetiva puede llevarnos a pensar en el hombre en la misma proporción.
Quizá en la búsqueda de un enfoque integral nos haga falta también una metafÃsica
de lo digital, algo que nos lleve a pensar en el sentido ulterior de las
emociones, las conductas, las narraciones y acciones digitales.
A varios años de cultura digital y cuatro semanas de su aceleración
exponencial se hace evidente un nuevo itinerario de reflexión; uno que nos
permitan ahondar en los sentidos de búsqueda y sus fundamentos. Una que nos
permita profundizar en la complejidad del hombre hipermoderno y sus
vinculaciones con el otro desde el matiz digital.
La tecnologÃa es una puerta de acceso al ser personal. Es una metáfora de la existencia. Es una vÃa de
acceso a los vasos comunicantes de la razón de ser.
Insistir en una metafÃsica de la tecnologÃa, es insistir en una búsqueda
del yo y el tú que está detrás de ella. Es intentar rastrear el ámbito integral
y trascendente de las múltiples dimensiones que nos hacen ser humanos en el
nuevo contexto digital.
Desde hace cuatro semanas el mundo abrió sus puertas a lo que será el
mañana. Entender desde hoy hacia dónde nos encaminamos nos ayudará a ubicar
nuestra verdadera singularidad.
Si la comunicación nos ha permitido abrirnos al otro, la tecnologÃa también deberÃa potenciar nuestra
intersubjetividad. Crear no para producir sino para acercarnos al otro. Alfabetizarnos para el encuentro,
para la participación, para la experiencia colectiva, para encarnarnos en la
relación.
Desde hace cuatro semanas, la tecnologÃa nos ha servido de ventana para
mantenernos en el mundo. Hoy puede servir para amplificar nuestra humanidad.
Pero ello depende de nosotros y no del enfoque mercantil y de control que se
mueve detrás.