Notas desde el encierro imaginario 15 - Hipermediatizaciones: Hiperconexiones y remediaciones entre signos y palabras

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Textos especializados en Comunicación Digital, Ciencias Sociales, Literatura, Poesía, Humanidades Digitales y Culturas Juveniles. Sitio personal del Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Expresidente de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación, AMIC y Ex presidente del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación.

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sábado, 11 de abril de 2020

Notas desde el encierro imaginario 15


Morir de sueño

A Aida que me invita siempre a despertar...


“Mi corazón oprimido
Siente junto a la alborada
El dolor de sus amores
Y el sueño de las distancias.
La luz de la aurora lleva
Semilleros de nostalgias
Y la tristeza sin ojos
De la médula del alma.
La gran tumba de la noche
Su negro velo levanta
Para ocultar con el día
La inmensa cumbre estrellada.

 ¡Qué haré yo sobre estos campos
Cogiendo nidos y ramas
Rodeado de la aurora
Y llena de noche el alma!
¡Qué haré si tienes tus ojos
Muertos a las luces claras
Y no ha de sentir mi carne
El calor de tus miradas!
¿Por qué te perdí por siempre
En aquella tarde clara?
Hoy mi pecho está reseco
Como una estrella apagada.”
(Mi corazón oprimido, Federico García Lorca).

Desde hace cuatro semanas el mundo es otro. El mundo ha anunciado poco a poco que entra en recesión. Francia y Alemania se preparan para el desplome económico. Todos los días anuncian los puntos al PIB que habrá que restarle en España, Estados Unidos y México. Hay quienes afirman que no se tenían registros de algo así desde la II Guerra Mundial o incluso la gran depresión del 29.
            La crisis global se mueve entre lo económico y lo social. El Covid-19 es solo la interfaz que medió entre la propagación de los golpes financieros y el efecto que esto tendrá en las empresas y familias.
            Los esfuerzos de control se debaten hoy entre los sistemas sanitarios y la reactivación económica. Las notas entre las Organización Mundial de la Salud y la Organización Mundial de Comercio inundan nuestras redes: por un lado, aumentan en el número de casos infectados, por otro, contraen las estimaciones de crecimiento de la región.
            Hoy más de la mitad de la humanidad permanece confinada. No hay país del planeta que no sufrirá la debacle económica. Los 76 días de aislamiento de Wuhan para salir de la cuarentena son pocos para lo que llevará la recuperación de la inversión, el gasto y la confianza del consumidor.
            Hoy se habla de empezar a planificar el futuro tras la pandemia. ¿Cómo alentar a las personas para que la esperanza también se recupere y se vuelva un puerto abierto y previsible?
Con todos los contextos pesimistas que circulan por los medios, ¿cómo detonar una comunicación responsable que ayude a las personas a construir escenarios más optimistas y aleccionadores?
            Las restricciones de desplazamiento y distanciamiento social empiezan a golpear la psique de las personas y apenas vamos comenzando.
            El mundo desde hace cuatro semanas habla de cómo frenar la propagación de la enfermedad y ya es tiempo de empezar entre todos a buscar otras vías de recuperación de la pandemia que se oculta en la metáfora del Covid. Y me refiero no a lo económico, sino a la desmoralización humana.
            Ver por un lado a los ataques al personal de salud mientras que en el mundo les rinden honores; contemplar escenas de hospitales quemados porque podrían ser riesgo de contagio, mientras que en el resto del mundo implementan hospitales en salas de concierto; ver las estadísticas en aumento de violencia de género en los hogares confinados, mientras que en muchas partes del mundo lloran por no poder acompañar a sus familiares durante el encierro; contemplar a miles de personas desplazarse hacia las playas, alegando “de algo me voy a morir”, mientras que en los medios no se cansan de advertirnos “quédate en casa”… algo está mal y no sólo es desinformación e ignorancia.
            La verdadera crisis que se evidencia con la epidemia es la humana. Una que nace desde la indiferencia, la falta de empatía y deshumanización.
            Lo grave de este momento sanitario y económico es que empezará a evidenciar el fallo de nuestros recursos y capacidades humanas.
            Empezar a planificar el futuro, implica reordenar el presente. Los verdaderos bárbaros invasores fuimos nosotros. Los que desde hace tiempo veíamos a migrantes y refugiados como la plaga del mundo; los que pensábamos en los sintecho y en los ancianos como desechos del modelo productivo; los que pensábamos en los feminicidios como consecuencias de una provocación callejera; los que despreciábamos al otro sólo por ser diferente.
            El futuro que viene implicará una forma distinta de ver al otro si no queremos generar esos escenarios distópicos que tanto tememos.
            La tristeza y ansiedad que hoy empiezan a sufrir algunos no son gratuitas, como tampoco lo son el cansancio y el insomnio. Muchos tienen el corazón oprimido.
Hoy, tras una explicación estadística, nos hicimos a la idea de que de un día a otro pasamos de 3 mil a 26 mil posibles infectados; ya nos hicimos a la idea y en una noche lo aceptamos. Ojalá y que con la misma facilidad logremos entender que las implicaciones derivadas no serán que en quince o veinte días saldremos de casa como si nada hubiera pasado. El encierro es la membrana de los días venideros. Los que exigirán de nosotros evidenciar nuestra verdadera condición humana.
            ¿Qué vendrá después del día 76? No lo sabemos. Lo que sí es vital es trabajar desde hoy en nuestra salud mental y moral. En prepararnos para salir JUNTOS de esta. Planificar el futuro implica quizá replantear nuestro proyecto de vida no desde el yo, sino desde el nosotros; no hacia lo mío, sino hacia los demás.
            La crisis que viene es en el fondo humana; hoy las divisorias y polarizaciones se están abriendo más, la sana distancia aplica para el contagio, No para evidenciar nuestra lejanía hacia los demás.




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