Morir de sueño
A Aida que me invita siempre a despertar...
“Mi corazón oprimido
Siente junto a la alborada
El dolor de sus amores
Y el sueño de las distancias.
La luz de la aurora lleva
Semilleros de nostalgias
Y la tristeza sin ojos
De la médula del alma.
La gran tumba de la noche
Su negro velo levanta
Para ocultar con el dÃa
La inmensa cumbre estrellada.
¡Qué haré yo sobre estos campos
Cogiendo nidos y ramas
Rodeado de la aurora
Y llena de noche el alma!
¡Qué haré si tienes tus ojos
Muertos a las luces claras
Y no ha de sentir mi carne
El calor de tus miradas!
¿Por qué te perdà por siempre
En aquella tarde clara?
Hoy mi pecho está reseco
Como una estrella apagada.”
(Mi corazón oprimido, Federico GarcÃa
Lorca).
Desde hace cuatro semanas el mundo es otro. El mundo ha anunciado poco a
poco que entra en recesión. Francia y Alemania se preparan para el desplome económico.
Todos los dÃas anuncian los puntos al PIB que habrá que restarle en España,
Estados Unidos y México. Hay quienes afirman que no se tenÃan registros de algo
asà desde la II Guerra Mundial o incluso la gran depresión del 29.
La crisis global se
mueve entre lo económico y lo social. El Covid-19 es solo la interfaz que medió
entre la propagación de los golpes financieros y el efecto que esto tendrá en
las empresas y familias.
Los esfuerzos de
control se debaten hoy entre los sistemas sanitarios y la reactivación
económica. Las notas entre las Organización Mundial de la Salud y la
Organización Mundial de Comercio inundan nuestras redes: por un lado, aumentan
en el número de casos infectados, por otro, contraen las estimaciones de
crecimiento de la región.
Hoy más de la mitad de
la humanidad permanece confinada. No hay paÃs del planeta que no sufrirá la
debacle económica. Los 76 dÃas de aislamiento de Wuhan para salir de la
cuarentena son pocos para lo que llevará la recuperación de la inversión, el
gasto y la confianza del consumidor.
Hoy se habla de empezar
a planificar el futuro tras la pandemia. ¿Cómo alentar a las personas para que
la esperanza también se recupere y se vuelva un puerto abierto y previsible?
Con todos los contextos pesimistas que circulan por los medios, ¿cómo
detonar una comunicación responsable que ayude a las personas a construir
escenarios más optimistas y aleccionadores?
Las restricciones de
desplazamiento y distanciamiento social empiezan a golpear la psique de las
personas y apenas vamos comenzando.
El mundo desde hace
cuatro semanas habla de cómo frenar la propagación de la enfermedad y ya es
tiempo de empezar entre todos a buscar otras vÃas de recuperación de la
pandemia que se oculta en la metáfora del Covid. Y me refiero no a lo
económico, sino a la desmoralización humana.
Ver por un lado a los
ataques al personal de salud mientras que en el mundo les rinden honores;
contemplar escenas de hospitales quemados porque podrÃan ser riesgo de
contagio, mientras que en el resto del mundo implementan hospitales en salas de
concierto; ver las estadÃsticas en aumento de violencia de género en los
hogares confinados, mientras que en muchas partes del mundo lloran por no poder
acompañar a sus familiares durante el encierro; contemplar a miles de personas
desplazarse hacia las playas, alegando “de algo me voy a morir”, mientras que
en los medios no se cansan de advertirnos “quédate en casa”… algo está mal y no
sólo es desinformación e ignorancia.
La verdadera crisis que
se evidencia con la epidemia es la humana. Una que nace desde la indiferencia,
la falta de empatÃa y deshumanización.
Lo grave de este
momento sanitario y económico es que empezará a evidenciar el fallo de nuestros
recursos y capacidades humanas.
Empezar a planificar el
futuro, implica reordenar el presente. Los verdaderos bárbaros invasores fuimos
nosotros. Los que desde hace tiempo veÃamos a migrantes y refugiados como la
plaga del mundo; los que pensábamos en los sintecho y en los ancianos como
desechos del modelo productivo; los que pensábamos en los feminicidios como
consecuencias de una provocación callejera; los que despreciábamos al otro sólo por ser diferente.
El futuro que viene
implicará una forma distinta de ver al otro
si no queremos generar esos escenarios distópicos que tanto tememos.
La tristeza y ansiedad
que hoy empiezan a sufrir algunos no son gratuitas, como tampoco lo son el
cansancio y el insomnio. Muchos tienen el corazón oprimido.
Hoy, tras una explicación estadÃstica, nos hicimos a la idea de que de
un dÃa a otro pasamos de 3 mil a 26 mil posibles infectados; ya nos hicimos a
la idea y en una noche lo aceptamos. Ojalá y que con la misma facilidad
logremos entender que las implicaciones derivadas no serán que en quince o
veinte dÃas saldremos de casa como si nada hubiera pasado. El encierro es la
membrana de los dÃas venideros. Los que exigirán de nosotros evidenciar nuestra
verdadera condición humana.
¿Qué vendrá después del
dÃa 76? No lo sabemos. Lo que sà es vital es trabajar desde hoy en nuestra
salud mental y moral. En prepararnos para salir JUNTOS de esta. Planificar el
futuro implica quizá replantear nuestro proyecto de vida no desde el yo, sino desde el nosotros; no hacia lo mÃo, sino hacia los demás.
La crisis que viene es
en el fondo humana; hoy las divisorias y polarizaciones se están abriendo más,
la sana distancia aplica para el contagio, No para evidenciar nuestra lejanÃa
hacia los demás.