La soledad es una ojera
“Asà como del fondo de la música
brota una nota
que mientras vibra crece y se
adelgaza
hasta que en otra música enmudece,
brota del fondo del silencio
otro silencio, aguda torre, espada,
y sube y crece y nos suspende
y mientras sube caen
recuerdos, esperanzas,
las pequeñas mentiras y las grandes,
y queremos gritar y en la garganta
se desvanece el grito:
desembocamos al silencio
en donde los silencios enmudecen.”
(Silencio, Octavio Paz).
Desde hace cuatro semanas el mundo es otro. El mundo resuena con el eco
propio de la soledad. El organillero que toca sin público en el Zócalo; el
trompetista que recorre las calles de la colonia Roma en espera de que alguien
le arroje una moneda del balcón; el niño que canta en la azotea mientras los
demás contemplan desde el otro lado de la calle.
Circulan pronto los
videos de cuerpos envueltos en fundas de plástico, encerrados en contenedores y
arrojados a fosas comunes; morgues que se desbordan en varias partes del mundo;
entierros temporales; fotos de cajas de cartón para enterrar a los pobres en
Guayaquil; post de hospitales en los
que los médicos son el brote de contagio y los familiares de fallecidos dan
golpizas a enfermero. Otro silencio florece.
Afroestadounidenses y
latinos sufriendo un impacto mayor por la pandemia en Nueva York; ancianos que
se enfrentan a peores condiciones de salud en Italia y en España; la falta de
acceso a servicios públicos de sanidad en regiones de América Latina. Hoy la
vulnerabilidad ante el virus no es racial ni etaria sino de las otras
inequidades sociales que se están evidenciando. Otro silencio más que florece.
Más trabajo, menos
seguros, menos información, menos ahorros, más desempleos, menos documentación,
más desproporción. Un silencio más en el racimo.
Hijos que contagiaron a
sus padres; amigos que no asistieron a los funerales por el confinamiento;
gente que no duerme desde hace dos semanas; enfermos sin acceso algún seguro y
con la posibilidad de terminar muriendo en la sala de su casa; personas que
viviendo al dÃa ya agotaron los tres mil pesos que tenÃan de ahorros. Otro
silencio que recorre la lÃnea del teléfono.
Desde hace cuatro
semanas el mundo es otro y la pregunta no deja de confrontarnos: ¿qué tipo de
herida nos habrá de quedar después de esta pandemia? ¿qué tipo de deterioro nos
habrá de provocar? ¿Qué secuelas dejará en nosotros el confinamiento? ¿Qué será
de nosotros cuando todo esto haya terminado? ¿Cómo será el mundo después de la
pandemia? ¿Qué será lo primero que hagamos cuando todo haya terminado? ¿Será
posible hacerlo?
Desde hace cuatro
semanas el mundo es incertidumbre total para nosotros. Nos sabemos frágiles
ante el futuro. Nos encantarÃa tener un destino trazado para sentir la
sensación de seguridad y certeza. Nos encantarÃa sentir que hay un resultado
posible. Que la densidad del mundo permite de pronto elevar la cabeza y sentir
el aire fresco de algo seguro.
Hoy no hay probabilidad
certera en el ambiente. La expectativa se ha vuelto amenaza permanente. No
sabemos qué futuro están planificando para nosotros quienes toman decisiones en
los estados. Nosotros mismos no sabemos qué impacto tendrán las decisiones que
tomamos hace algunos meses con relación al futuro que viene.
El ambiente hoy es paradójico,
el clima está enrarecido. Lo fallido de algunas decisiones gubernamentales en
tiempos de escasez todo lo vuelven amenaza. La vaguedad lo vuelve todo difuso. La
falta de médicos, la carencia de recursos, la ausencia de liderazgos, la
escasez de legitimidad de ciertos actores e instituciones roban profundidad a
las respuestas planteadas.
Nos movemos en los
márgenes de la incertidumbre. Nuestro intervalo de confianza es reducido.
El silencio se cosecha
en racimos. ¿Cómo prepararnos al futuro que viene? La avalancha viene en
descenso. ¿Seremos como los gatos que habremos de lamernos la misma herida aun
cuando ya haya sanado porque no sabemos si se volverá a abrir?
Hoy se plantean
polÃticas económicas y sanitarias para combatir la pandemia. Habrá que empezar
a plantear las polÃticas sociales y humanas para hacerle frente y superarla.
Desde hace cuatro
semanas el mundo es otro. Los juegos del azar son la nota constante. La
indeterminación busca ocupar el lugar de certidumbre. Las opiniones sustituyen
a los hechos. Los sesgos se exponen como concluyentes. Lo tentativo lo
promueven como definitivo y significativo. Nos encontramos ante el reality show
de lo espectacular, pero no de lo certero.
Para los futuros
probables hay que tomar todos los contextos de validación. Para minimizar el
riesgo hay que involucrar todas las probabilidades conocidas y contemplar las
desconocidas.
¿De qué tamaño será la
herida? ¿Cuánto nos tardaremos en sanarla? ¿Cuánto nos llevará sanarnos? Hoy,
muchos se sienten heridos. Pero siempre viene la restauración.