Posmodernidad, arte extremo y la deshumanización de las humanidades - Hipermediatizaciones: Hiperconexiones y remediaciones entre signos y palabras

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Textos especializados en Comunicación Digital, Ciencias Sociales, Literatura, Poesía, Humanidades Digitales y Culturas Juveniles. Sitio personal del Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Expresidente de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación, AMIC y Ex presidente del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación.

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sábado, 3 de mayo de 2014

Posmodernidad, arte extremo y la deshumanización de las humanidades

Jorge Alberto Hidalgo Toledo

La nueva retórica (Introducción)
Posmodernidad, cambio de lectura, estructuras y lenguajes. Los tiempos se han terminado, los vocablos experimentan el límite de las flexiones, los conceptos se desintegran, la moral no es única, ni universal, la ética se ha vuelto subjetiva, las percepciones se fragmentan, todo es parte de un cuadro amorfo, que parte de una realidad cuyos campos nos resultan inconexos, lejanos, absurdos; la realidad se ha vuelto intertextual y guarda múltiples lecturas y significaciones. El pesimismo, la sofisticación, la producción masiva, la culpa y la ingenuidad se muestran ante la mente como la única posibilidad dialéctica en un tiempo suspendido sobre su eje, ya que "la clave del presente está en el futuro"[i].
Nuevos son los tiempos y también lo son las formas de expresar el arte. Adentrarnos en este periodo histórico y artístico, implica comprender un cambio en la naturaleza humana y en sus formas básicas de expresión. El nuevo mundo ha construido un hombre nuevo y por ende una nueva plástica.
            ¿Hacia dónde se dirige la nueva estética?, ¿cuáles son sus temas y sus tratamientos?, ¿de qué códigos se apoya para narrar su realidad y construir su discurso?
            Suzi Gablik, en su ensayo ¿Fracaso la modernidad?, nos deja ver cómo es que la posmodernidad ha dado pie a un espíritu creativo muy alejado del canon tradicional en el que florecen los artistas “cínicos, inútiles, sórdidos, mal educados, arrogantes, testarudos, pervertidos, morbosos, indecentes y depresivos”[ii]. Tal es el caso de los escultores Gilbert y George. ¿Pero, cuántos como ellos han participado en la creación de un ambiente artificial y decadente en la estética actual?
          
  Hay quienes pensarían que el arte ha llegado a su fin y que en un mundo trastornado, sólo pueden surgir expresiones plásticas insensatas y faltas de fe. El valor del arte, para muchos, ha quedado en el olvido. Hoy vemos estímulos visuales, construcciones gráficas propositivas, acosos iconológicos, pulsiones oscópicas sobresaturadas de información. El arte es más mensaje y opinión que obra en sí.
            Sus virtudes son más reflejo del entorno que producto de su propia naturaleza. ¿Pero cómo es que esto se ha logrado? Frederic Jameson nos da una explicación en su ensayo Posmodernismo y sociedad de consumo. En él aclara que la mayor parte de los posmodernistas son “reacciones específicas contra las formas establecidas del modernismo superior”[iii]. En su momento la primera generación de artistas posmodernistas (años 60) reaccionaron contra el arte muerto, asfixiante, canónico de las vanguardias y modernismos superiores. Hoy día, una nueva generación de artistas, están reaccionando contra las primeras manifestaciones posmodernistas.
            Así tenemos un arte extremo, una tendencia plástica que mantiene algunos postulados, características y afinidades tipológicas con la posmodernidad en general, pero que ha tomado el cuerpo como sujeto expresivo, que ha hecho de la vida y la muerte un referente plástico; que se apoya en la violencia, la agresión, la sexualidad explícita y la muerte misma como forma particular de deconstruir la realidad.
            Es pues este ensayo una invitación parra conocer los justificadores ético-políticos en los que se ha desarrollado este arte, cuáles son sus categorías estéticas y cómo y quiénes han terminado por definir esta corriente.
            Una nueva forma de ver el mundo se revela ante nuestros ojos, no nos queda más que asumir su subjetividad radical y su relativismo destructor, o asumir que efectivamente, el arte también se mide con criterios de éxito y fracaso.

El espíritu salvaje de nuestros tiempos (Desarrollo)
Gran controversia es la que existe en torno al origen de la posmodernidad, hay quienes la ubican a fines de los años 40 y principios del 50 en Estados Unidos; otros en Francia en 1958, con el surgimiento de la Quinta República; un tercer grupo considera la década de los 60, el tiempo en el que el nuevo orden internacional (neocolonialismo, la revolución verde, la información electrónica y los ordenadores) tuvo su gran boom. La posmodernidad entrará en vigor en 1990 bajo las democracias participativas, la autonomía democrática, la tercera revolución industrial, el neoliberalismo-globalización, el fin del estado-nación y el neo imperialismo. Sea multinacional y paralelo su origen o consecuencia lógica del capitalismo avanzado y la sociedad de consumo, lo que es un hecho es que la posmodernidad se encuentra entre nosotros, tanto como periodo histórico, como tendencia estilística en todas las disciplinas humanistas.
            Entre sus constantes encontramos nuevos tipos de consumo; desuso planificado de los objetos, un ritmo cada vez más rápido de cambios en las modas y los estilos; la penetración de la publicidad, la televisión y los demás medios de comunicación de masas hasta un grado hasta ahora sin paralelo en la sociedad; la sustitución de la antigua tensión entre la ciudad y el campo, el centro y la provincia, por el suburbio y la uniformización universal; el desarrollo de las grandes redes de autopistas y la llegada de la cultura del automóvil. De ahí que se le relacione con el capitalismo tardío, de consumo o multinacional y la desaparición de un sentido de la historia. Se difuminan algunos límites o separaciones clave entre cultura superior y la cultura popular o de masas. Hay mucho interés por la preservación de un ámbito de alta cultura contra el medio circundante de gusto prosaico, lo ostentosamente vulgar y el kitsch, de las series de televisión y las cultura del Reader’s Digest. Les han fascinado los paisajes de publicidad y moteles, los desnudos de Las Vegas, los programas de variedades y las películas hollywoodenses de la serie B, de la llamada paraliteratura. Otro rasgo es el tratamiento del tiempo: textualidad o escritura y la esquizofrenia como carencia de continuidad temporal; no hay identidad personal, no hay compromiso con proyectos, se rompe la continuidad temporal, hay perdida del significado, el sentido global, lo colectivo[iv].
            Lo moderno, nos dice José Tono Martínez “es sólo un punto de partida, el mero entrono tácito de cualquier nueva creación”[v]; mientras que la posmodernidad se caracterizaría, por esta aceptación desprejuiciada de lo plural, por una tendencia a desjerarquizar las diferentes tendencias o personalidades. “Hay una perdida de la confianza en la unidad teológica sustancial de la modernidad, quedan como flecos sueltos, los ingredientes que la componían, codeándose, en un plano de igualdad, con corrientes historicistas y academicistas que siempre estuvieron al margen de las orgías vanguardistas. (…) La actitud posmoderna frente a la historia no renuncia a los métodos analíticos de las décadas anteriores, pero sí desconfía de las visiones totalizadoras. Cuanto más general, más falso es el discurso y, por lo tanto, más se aleja de esa pretensión de sinceridad que caracteriza a la modernidad. La gran historia se disuelve en muchas historias microscópicas. El objetivo no es ya tanto la verdad como la verosimilitud, la adecuación a las reglas del juego. La historia hoy se afirma como relato y por este camino se acerca al único mundo que no discrimina la ficción frente a la realidad: el arte. (…) Posmoderno no significa antimoderno sino sencillamente lo que viene después de lo moderno. Pero la etimología es equívoca, ya que la modernidad no ha terminado todavía. La tendencia actual a legitimar todas las tendencias y aspiraciones parece culminar el viejo deseo de libertad proclamado por los pioneros de las vanguardias históricas. La diferencia fundamental reside en el método, pues mientras la modernidad tendió a afirmarse de modo dogmático y militante, la posmodernidad rehuye las ortodoxias, las posturas redentoristas y los métodos vehementemente persuasivos. De ahí la curiosa paradoja: lo que parece ir contra la modernidad es, en realidad, una afirmación franca y sin cortapisas de la misma”[vi].
         
   Los problemas derivados de la modernidad y extendidos a la posmodernidad, navegan en los terrenos del miedo, en la forma como hemos dominado la naturaleza y lo que hemos creído que vendría a mejorar incesantemente nuestras condiciones materiales de vida. Así, la tecnología y las ciencias han destruido nuestras certezas y nos han dejado sumidos en la perplejidad. “Las presiones demográficas, el conocimiento aplicado a la producción y el irresistible avance de la modernidad”[vii] nos han llevado a sufrir cambios en las estructuras soportantes de la vida. Ahora las relaciones son más “abstractas, voluntarias, de tipo contractual, crean unas sociedades frágiles, angustiadas por la soledad, asustadas frente a la vejez y la muerte, inhóspitas y frías”[viii]. Los ídolos se evaporan, el individuo no tiene de qué aferrarse, “De acuerdo con esta imagen, cabe suponer que la modernidad, técnica, incidental, mediática, la aceleración de todos los intercambios, económicos, políticos, sexuales, nos han conducido a una velocidad de liberación tal que nos hemos salido de la esfera referencial de lo real y de la historia”[ix]. Mientras que Marshall Berman afirma que “ser moderno es encontrarnos en una ambiente que nos promete aventura, poder, alegría, crecimiento, transformación de nosotros mismos y del mundo”[x], la posmodernidad no promete nada; ahora reina la incertidumbre y el temor al futuro. La posmodernidad es ese estado de ánimo con el que intentamos nombrar lo que no sabemos si está unido, por ello deconstruimos, deshacemos todo lo que queda del viejo mundo, lucha contra la racionalidad de Occidente, carece de sentido y el futuro no tiene lugar.
            Lo real, nos dice Illya Prigogine, “pierde así su última garantía moderna: las ciencias”[xi]. Quizá por ello el mismo Brünner nos dice que la modernidad “es una cadena ininterrumpida de cambios en una dirección que no podemos controlar”[xii].

Encubriendo la resistencia

En un ambiente post-atómico la historia parece detenerse y la modernidad se mezcla con el primitivismo por "no existir nada más avant garde que la reintroducción”[xiii] en el "post". Una extraña titularidad informática-periodística infecta la escena de disturbios, crímenes, asesinatos, accidentes, violaciones, políticas internacionales colapsadas y libertades aplacadas con la antagónica consigna "derecho a la vida", "pena de muerte" en nombre de Dios. Hoy día, el culto al odio ("Oi"[xiv]), la sobrecarga tecnológica, el sexo impersonal, la autodestrucción, las drogas, la violencia, la enajenación, la psicosis, la obsesión, la entropía, la muerte del alma y las economías derrumbadas, son los iconos blindados y traumáticos del nirvana pulverizado. He aquí el resultado de la revolución moral, social, física y mental de los sesenta; he aquí el hongo expansible de las heridas sangrantes del punk; he aquí la ultima gota de sangre del silencio minimalista; he aquí los restos de los ecos de las culturas perdidas y buscantes de una Norteamérica y una Europa multiraciales; he aquí un mundo sumergido en la sequía tecnológica y el concreto cerebral; he aquí el último de los combates; he aquí el fin de la ideología, del arte y las clases sociales; he aquí la posmodernidad[xv].
            La tierra de nadie se muestra ante nosotros. La razón y la pesadilla están presentes en las luces incandescentes de la publicidad cegadora; la pornografía, el voyeurismo y la insatisfacción son la esencia de la ciencia del acontecimiento. Ha muerto el afecto. El sufrimiento y la mutilación son el ideal del amor; la pasión creadora es posibilidad ilimitada de aislamiento, introspección y alienación del individuo. El pesimismo, la sofisticación, la producción masiva, la culpa y la ingenuidad se muestran ante la mente como la única posibilidad dialéctica en un tiempo suspendido sobre su eje, ya que "la clave del presente está en el futuro[xvi]".
  Una paradoja que se resumen entre otras cosas como: innovación formal (en un mundo de posibilidades agotadas); preocupación por la estructura y el lenguaje (cuando el sistema es todo y nada); agudo sentido por la parodia y la ironía (el minimalismo y su silencio son alarma de que el individuo se está desintegrando de tanto pensar); predominio del juego intelectualizado, de la fantasía y de la intertextualización[xvii].
Como vieron y verán, así es todo esto, un discurso fragmentado, irónico, vacío, multiracial, místico y no apto para mentes ligeras, además de ser en parte absurdo, en parte reflexión axiomática Zen.
El paisaje degradado, horrendo, kitsch, de las series televisivas; de las fotonovelas y los "healt magazines"; de la promiscuidad publicitaria y los moteles; de los fanzines y los comics; está por colarse en vuestras vidas. De ahora en adelante prepárense a ver escenas repugnantes, inmorales, subversivas y antisociales como lo clásico; adopten como pauta cultural lo oscuro, lo escandaloso y lo disonante. Acostumbren sus sentidos a la innovación y a la experimentación estética, pues una urgencia económica de olas está por caer. Apresúrense a adoptar la sangre, la muerte, la tortura y el horror, como el sentido de las expresiones, pues de lo contrario esta cultura de la imagen y el simulacro harán de su historia una "estructura esquizofrénica”[xviii] difícil de recuperar.
Dentro de lo que cabe, uno de los rasgos distintivos dentro del nuevo estilo, fue el reinterpretar las tradiciones, los ornamentos, los símbolos y los patrones sociales de las culturas ancestrales, factor que se vio auxiliado por los primeros brotes de reflexión minimalista y la incansable lucha que estaban gestando las distintas etnias en busca de su reconocimiento social y su persistente excavación en el origen de sus valores.
El discurso histórico se ha roto y este a su vez ha desencadenando el efecto domino sobre las pautas culturales, creando un cataclismo entre la forma como nos relacionamos con el mundo y cómo lo percibimos. El hastío y el repudio a la vida contemporánea ha sido pisoteado por una extraña fe que ordena y trasciende el caos de la experiencia, al grado de provocar una emoción patética y mediatizada entre la "angustia de la influencia y el querer buscar una identidad propia"[xix]. Acabar con las obras maestras fue el primer paso de esta mutación entre la experiencia y el experimento. Buscar identidad, según el nuevo paradigma, es rascar en el ser y aceptar la condición de que dentro de cada individuo hay un industria de producción cultural. El arte en términos de causa-efecto, se vuelve individual, lúdico, experimental, crítico, fantástico, cínico y descarado a la hora de desenmascarar los hechos fraudulentos de la vida. Buscar en el ser, también implica hacer introspección, acerca del tiempo, el espacio y el arraigo hacia las cosas y la tierra que lo rodean. Durante esta introspección, la razón ha quedado de lado para dar pie al sentimiento y la intuición. La experiencia es la base retórica de este nuevo dramatismo, en el que se confirma la sentencia cíclica del "post", en el que la referencia temporal se condensa en agonía y desmoronamiento. Así, se abren paso en la cultura todos los movimientos de búsqueda y reencuentro; de reflexión y silencio; de crítica y proyección; de conciencia universal y actuar local.
El mundo, al parecer, no es más ese sitio habitable y reluciente, son avenidas saturadas de moteles, cucarachas y luces de neón. La violencia y las psicopatologías son en el pan nuestro de cada día. Las calles se tornan cada vez más oscuras y no proponen nada que se halla visto antes. Desgraciadamente este es el horizonte de la miseria y del arte. Una miseria que día con día nos carcome y hace de las suyas. Una miseria que no respeta fórmulas ni vidas especiales. Estamos al borde de nuestros días, unos días que se han vaciado quizá por habernos pertenecido demasiado. No lo se... ni quisiera dejarlo, tampoco, a la buena de Dios... sería una condena muy grande.

El arte extremo

Rompiendo deliberadamente todas las reglas morales de comportamiento y eliminando de su ethos, toda prohibición, la plástica posmoderna ha tomado una inclinación hacia las prácticas extremas como si estas fueran una especie de penitencia que los conduce incluso hacia la muerte. El abuso físico y sexual, la violencia y el sadomasoquismo son algunas de las atrocidades de los nuevos artistas. Susan Sontag se expresa de ellos diciendo “que para la conciencia moderna el artista (en lugar del santo) es el sufridor ejemplar”[xx].
            En estas expresiones visuales, los votos de resistencia y sufrimiento, las frecuentes perforaciones y sangrías, el abuso de cadáveres humanos y animales, y la constante obsesión con el peligro, el escándalo y el rompimiento de tabús vinculan a estos artistas con lo que Erving Goffman ha llamado “la peligrosa región liminal, donde se borran las fronteras que separan lo masculino de lo femenino, lo público de lo privado, lo sagrado de lo profano, el placer sexual del dolor físico”[xxi].
            El precedente de estos artistas lo encontramos en Georg Grosz cuando orinaba sobre los cuadros expresionistas en Berlin y en Franz Wedekind con sus provocaciones sexuales dadás y futuristas espanta burgueses. Recientemente tenemos el caso del grupo austriaco Aktionismus al que pertenece Hermann Nitsch que queriendo ser pintor de iglesias se dedicó a desmembrar y crucificar animales como parte de orgías extáticas alimentadas por drogas, alcohol y bailes a manera de raptos dionisiacos y ritos pre-cristianos*1. El mismo Nitsch llevó su estética del exceso a la transgresión. En Sinfonías de dolor y Teatro de los misterios orgiásticos, creó inmensos despliegues de sangre y mutilación*2. En 1963 propuso desollar y destazar el cadáver de un niño. Rudolf Schwarzkogler presentó niños con testículos lacerados y escenificó tabúes sexuales y escatológicos. Günther Brus se presentaba vestido como mujer, se cortaba hasta sacarse sangre y defecaba y se comía su propio excremento. Estos performances terminaban en arresto y redadas policíacas.
            En Estados Unidos, Mariana Abramovic y Ulay, Dennis Oppenheim, Valerie Export y Stelarc, así como Gina Pane incluyeron elementos de peligro y auto-mutilación*3. Chris Burden en los setenta realizó acciones peligrosas como su famoso Balazo (1971) y White Light/white heat (1975) en la que estuvo 22 días recostado en una plataforma en la esquina de una galería. En Muerto (1972) se envolvió en un lienzo de lona y se recostó en medio de una transitada avenida de Los Ángeles con dos antorchas como única señal*4.
            David Wojnarowicz se cosió la boca para encarnar el slogan del grupo ACT UP: El silencio es igual a la muerte*5. Bob Flanagan introdujo el activismo y las referencias autobiográficas al terreno de los performances; los realizaba en cuartos de hospitales, salas de espera y enfermerías; convirtió su enfermedad de fibrosis quística en parte de su obra*6.
            Joe Coleman se prendía explosivos atados a su cuerpo y decapitaba ratones a mordiscos predicando la llegada del Apocalipsis*7. Los espectáculos rituales de Survival Research Laboratories incluían destrucción, máquinas y animales muertos para invocar un mundo de tecnología desaforada que ha quedado reducido a un horripilante alud de ruido y destrucción*8.
            Ron Arthey se perfora el cuerpo, se saca sangre y practica el sadomasoquismo*9, siendo cero-positivo graba dibujos en la espalda de otro artista que no lo es y recoge la sangre en toallas de papel que luego cuelga sobre el público, lo que llevó a los artistas del Walker Art Center a generar un perverso juego de competencia auto-destructiva y necrofilia reiterativa. Michel Journiac en su obra Misa para un cuerpo prepara un pudín con su propia sangre, se corta la cara y el cuerpo con navajas de afeitar y masticando vidrio. Ben Vautier se golpea la cabeza contra una pared hasta sacarse sangre y Pinocelli se metió en una bolsa con lastre e hizo que lo arrojaran al océano.

Placer y perversión (Conclusión)
Condenar estas obras como enfermas, exhibicionistas, grotescas y vacías tanto intelectual, artísticas como moralmente, se convierte como dice Flanagan, en una forma perversa de apoyarlas ya que el mismo rechazo y el asco de los demás les produce placer sexual. Su poética es un desesperado llamado al asesinato. Su fin va más allá del simple escándalo provocado por la violencia, la auto-destrucción o el peligro.
Así como estas formas encontramos también la foto-violencia, el cine snuf, el crime art, las instalaciones con restos humanos, la necro-plástica, el arte objeto escatológico.
Todas estas formas pretenden aprehender la realidad social y a su vez, entender los comportamientos humanos más insólitos. Sus herramientas de expresión están ligadas más que con la denuncia de una falla en el sistema, con el goce de la práctica misma y la perversión. Este arte ideológico-mediático que pretende ser “los ojos de la sociedad”[xxii], es paradoja, subversión y evidencia de que una nueva retórica se está apoyando en el desastre, la atención pública, los sucesos espectaculares, la profanación ritual y la paranoia para la creación de la nueva imagen de la crítica social. Hoy ser víctima y victimario es una práctica artística que pretende ser en sí misma una bomba inteligente que haga que la realidad se confunda con el artificio artístico. Lo ordinario y lo doméstico se mezcal con la sangre y el sufrimiento.
Un nuevo relato se construye más en la ambigüedad simbólica, como si se pretendiera hacer más semiótica que arte. La era de los referentes ha llegado. No hay significados absolutos sino investigaciones sobre la relación entre las imágenes, la realidad y la reacción en los espectadores.
Quizá la única intención de estos artistas sea dejar al descubierto la artificialidad del mundo actual y el cuerpo historizado se desplaza como un nuevo espacio ideológico. Lo funcional, según estos artistas también puede ser seducción, violencia psicológica, social y política. La posibilidad polisemántica  de todas estas obras responde a la propuesta artística de Cildo Meireles quien afirma que “el arte debe producir un desplazamiento subversivo que ponga en evidencia y cuestione los sistemas dominantes en la estética, la ideología, la política y la ciencia. Naturalmente, si el artista cumple su objetivo, estos sistemas será puestos en peligro, aunque sea de manera sutil”[xxiii].
El espectador ha sido confrontado, los temas dejan ver el peligro implícito en el acto de ver, los títulos se refieren a lo que nos es vedado, aislado, encerrado y protegido. Las obras han llegado al límite, en una frase al final. Ahora parecen confusas las categorías que empleamos para clasificar el mundo y nos ofusca no encontrar en este arte algo de significado. Sin embargo vale la pena preguntarnos si ¿no es acaso el vacío interpretativo también un extremos poderoso de la expresión humana?




[i] BALLARD, James G., “Automóviles, pornografía y literatura”, en La Pusmoderna, No. 4, Primavera 1992, Editorial Praxis, México, p. 9
[ii] GABLIK, Suzi. “¿Fracaso la modernidad?”, en ¿Ha muerto el arte moderno? Blume, Madrid, 1987, p. 107.
[iii] JAMESON, Frederic. “Posmodernismo y sociedad de consumo”, en La posmodernidad de Hal Foster, et al. Ed. Kairós-Colofón, México, 1988. p. 166.
[iv] JAMESON, Frederic. Op cit. pp. 165-185.
[v] MARTÍNEZ, José Tono (coord.), “Prologo”, en La polémica de la posmodernidad. Ensayo. Ediciones libertarias, Madrid, 1986, p. 15
[vi] MARTÍNEZ, José Tono. Op cit. pp. 15-25
[vii] BRÜNNER, José Joaquín.  Globalización cultural y posmodernidad. Fondo de Cultura Económica Chile, Santiago. 1999. p. 40.
[viii] BRÜNNER, José Joaquín. Op cit. p. 41.
[ix] Ibid. pp. 42.
[x] Ibid. pp. 47.
[xi] Ibid. pp. 57.
[xii] Ibid. pp. 60.
[xiii] MIZRACH, Steve (aka Seeker1), "Modern Primitives: The accelerating collision of pasta and future in the postmodern era", en Postmodern Culture, Published by North Carolina State University, Oxford University Press, and the University of Virginia's Institute for Advanced Technology in the Humanities, SERVICIO INTERNET, pmc@jefferson.village.virginia.edu
[xiv] GOLDSTEIN, Toby, "James Graham Ballard: visionario del Apocalipsis", en La Pusmoderna, No. 4, Primavera 1992, Editorial Praxis, México, p. 4
* Grupo ultranacionalista que rinde culto al odio en nombre del patriotismo
[xv] JAMESON, Fredric, El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado, Paidós Studio, Barcelona, 1991, p. 9
[xvi] BALLARD, James G., Op cit. p. 9
[xvii] RIERA, Miguel, "Muchas voces, muchos ámbitos" en Posmodernidad USA, en Quimera Nº 3/4, Especial, Plaza y Valdes, México, 1988, p. 5
[xviii] JAMESON, Fredric, Op cit. p. 21
[xix] GARCÍA DÍEZ, Enrique, "Experiencia y experimento", en Quimera, Nº 3/4, Especial, Plaza y Valdes, México, 1988, p. 29
[xx] LERNER, Jesse. "Performances peligrosos", en Poliester, Vol. 4 No.13, otoño, México, 1995, p. 8
[xxi] LERNER, Jesé. Op cit. p. 10
*1 Ver imagen 1 en anexos.
*2 Ver imagen 2 en anexos.
*3 Ver imagen 3 en anexos.
*4 Ver imagen 4 en anexos.
*5 Ver imagen 5 en anexos.
*6 Ver imagen 6 en anexos.
*7 Ver imagen 7 en anexos.
*8 Ver imagen 8 en anexos.
*9 Ver imagen 9 en anexos.
[xxii] NAVARRETE, Federico. "Foto-violencia en México", en Poliester, Vol. 4 No.13, otoño, México, 1995, p. 18
[xxiii] PEDROSA, Adriano. "Cildo Meireles", en Poliester, Vol. 4 No.13, otoño, México, 1995, p. 50

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