(La condición y naturaleza del esclavo
en la PolÃtica de Aristóteles)
Jorge Alberto Hidalgo Toledo
Cuando Karl Jaspers afirmaba que “la libertad no es posesión, sino conquista y que sólo se realiza en comunidad” ¿estarÃa considerando la concepción del hombre libre y el esclavo manifestada por Aristóteles?
Adentrarnos en la PolÃtica de Aristóteles implica suspender por un instante nuestra concepción de la condición humana y lo que conlleva el ejercicio de la libertad cuando se vive en sociedad. Si uno ubica dentro del pensamiento griego a personajes como PÃndaro y su famoso “hazte lo que eres” podrÃa preguntarse ¿qué pasó con Aristóteles?, ¿cómo es que éste llegó a una visión utilitaria y servilista de la condición humana?, ¿dónde y por qué nace su tratado sobre la condición propia del esclavo?
Empecemos pues diciendo qué pretende Aristóteles con ello. Al parecer, desde el ejercicio filosófico platónico, encontramos una gran preocupación por la construcción de una polÃtica ideal que exponga las condiciones ejemplares en las que se deba dirigir y gobernar un estado. Aristóteles, llega a su construcción partiendo de varios elementos: la consideración de los elementos que lo componen, la relación que se establece entre estos y las diferencias existentes entre los distintos tipos de gobernantes. AsÃ, inicia describiendo el sentido ético de la vida en comunidad “todas las acciones de la especie humana en su totalidad se hacen con la vista puesta en algo que los hombres creen ser un bien. Es por tanto, evidente que, mientras que todas las comunidades tienden a algún bien, la comunidad superior a todas (el estado) debe hacer esto en un grado supremo por encima de todas y aspira al más alto de todos los bienes.”
Bajo este método de investigación, estudia las cosas en el proceso de su desarrollo y llega a la primera unión vital de personas: el varón y la hembra, quienes aseguran la continuidad de la especie. En esta relación, donde el hombre es capaz de prever las cosas con su mente y la otra con su cuerpo, nace la relación entre súbdito y señor en la cual nos detendremos para ver si como dice Aristóteles “todas las cosas se definen por su función y capacidad”.
Ser esclavo para Aristóteles implica: compartir un interés común con su señor; sirve, como las buenas herramientas, para un sólo fin; atiende las cosas cotidianas en la casa; ser instrumento vivo de acción; propiedad o parte de señor, no de sà mismo; condición conducente señalada desde el nacimiento; categorÃa y funciones altas en cuanto más sublime sea la naturaleza de la autoridad ejercida sobre ella; fuertes para el servicio necesario; posee la virtud pero no ha conseguido en absoluto la parte deliberativa del alma; útil para las necesidades de la vida; socio o compañero de la vida de su señor.
El amo por su parte es: el que es capaz de prever las cosas con su mente; el que gobierna; el que se pertenece por naturaleza a sà mismo; el que rige al cuerpo con el dominio del alma y a los apetitos por la inteligencia; el que por condición ventajosa se encuentra sobre el esclavo, la mujer y los hijos; el mejor de los animales; el que puede ser noble y libre de forma absoluta o relativa; el que establece una comunidad de interés con su esclavo; el que sabe emplear a sus esclavos; el que sabe adquirir; el que posee la virtud intelectual en su plenitud.
Bajo esta enumeración nos adentramos al problema de fondo que suscitó este ensayo: ¿es la libertad una conquista comunitaria? Cuando Aristóteles eleva la condición de esclavo a una convención de sociedad y compañerismo apoyando al amo, con virtudes particulares y especÃficas, nos habla de un aparente alter ego, de un complemento en la conquista de la autorrealización.
Siguiendo un esquema similar al aristotélico en el que cada pieza funciona en un sistema de engranaje mayor que tiende a un bien comunitario, pensarÃamos que dentro de éste, las relaciones de conveniencia que se pudieran tender buscan alcanzar un bien común y superior para cada uno de los hombres. Internarnos en estos terrenos de pronto vincula el problema de la realización con el de la libertad; por ello me remito nuevamente a Jaspers quien enmarca a la lucha como la esencia de la libertad.
¿Puede un hombre alcanzar el ideal –“sé lo que eres”- cuando a priori se apoya en la figura de otro para justificar sus carencias? ¿Es posible seguir contemplando al otro bajo una visión utilitaria, sólo por la especificidad y carácter limitado de virtudes?
Aristóteles plantea un universo ético interesante para cuestionar la capacidad del hombre para ser más hombre como proyecto terminado –como serÃa el caso del esclavo- o por lo menos en vÃas de. Una vida virtuosa y alguien que guÃe o estimule la capacidad de dar un sentido o significado a la vida propia.
J. de Finance solÃa decir que “la libertad es una formación de sà por sÔ y yo le añadirÃa: para sÃ. Sin embargo, no excluirÃa la presencia del otro como complemento formativo, más no obligatorio. La figura del esclavo, excluyendo el carácter peyorativo que rodea su imagen, nos sirve para hacer una valoración del ejercicio lógico y el sentido último de la vida. Por ello me remito a Santo Tomás de Aquino quien decÃa que “libre es el que es causa de sà mismo.”
No obstante, hoy dÃa podrÃamos preguntarnos, ¿cuántos de los hombres que circulan por la vida, tienen la claridad para hacerse llamar señores de su propia vida? Las caracterÃsticas y atribuciones del esclavo nos llevan a pensar en esa dualidad del Ser en proceso de realización; un hombre que es amo y señor de su inteligencia pero a su vez, esclavo de sus pasiones o viceversa.
Es pues Aristóteles, autor indispensable a considerar por la aportación de un método que mantiene como fundamento estructural a la ética en todas sus dimensiones y aplicaciones en la vida. Léase nuevamente el texto y pregúntese en qué posición me encuentro: ¿como esclavo o señor?