El espíritu de la verdad - Hipermediatizaciones: Hiperconexiones y remediaciones entre signos y palabras

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Textos especializados en Comunicación Digital, Ciencias Sociales, Literatura, Poesía, Humanidades Digitales y Culturas Juveniles. Sitio personal del Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Expresidente de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación, AMIC y Ex presidente del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación.

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domingo, 27 de abril de 2014

El espíritu de la verdad

Jorge Alberto Hidalgo Toledo



Pensar en Dios para tocar el mundo; partir de lo absoluto para ir  penetrando en su espíritu y llegar a la esencia de las cosas. ¿Hacía qué extraños senderos nos mueve Hegel a lo largo del prólogo de su obra, La fenomenología del espíritu? La complejidad racional del ensayo y sus elucubraciones conceptuales, nos llevan, más que a la elaboración de una reflexión global del texto, a retomar algunos puntos para establecer nuestro marco de reflexión.

En términos generales, entenderíamos el prólogo como una descripción general de una metodología para poder realizar una fenomenología de la verdad. El mismo Hegel denomina a esta verdad, como un sistema científico, lo que comprendería el ver a la filosofía como medio y fin para llegar a ella. El mismo Hegel nos dice que la filosofía existe en lo universal y lleva dentro de sí lo particular y que expresa la esencia perfecta.
         Captar dicha esencia nos llevaría a concebir a la filosofía como un sistema en cuya esencia está inscrito lo absoluto y sólo puede percibirse por lo particular. ¿Pero es acaso este sistema, una ciencia o una expresión bohemia de la realidad? Para hablar de un sistema es necesario visualizar, modelar y concretar sus componentes; determinar qué tipo de relaciones se mantienen entre ellos; y cuáles son sus modos de regulación, comunicación y retroalimentación.
         En su modelo percibimos agentes como lo absoluto y el sujeto y subsistemas como la conciencia, la intuición, el saber inmediato y el sentimiento interactuando con lo teológico, lo estética, lo psicológico, lo axiológico y lo pragmático.
         Aunado a ello, encontramos un meta-sistema ubicado no fuera del sistema sino grabado en su misma naturaleza; este es denominado: El espíritu. Este espíritu que parece ser la esencia de las cosas se implante en el sentimiento y se busca por lo intelectivo.
         No obstante Hegel nos dice que: “Lo bello, lo sagrado, lo eterno, la religión y el amor son el cebo que se ofrece para morder en el anzuelo; la actitud y el progresivo despliegue de la riqueza de la sustancia no debe buscarse en el concepto, sino en el éxtasis, no en la fría necesidad progresiva de la cosa, sino en la llama del entusiasmo”[1].
         Cierto misticismo es lo que se desprende de esta cita, lo que nos lleva a pensar que la captación de la verdad, la esencia de la cosa o el espíritu del mundo no es otra cosa que una revelación, un desplante iniciático que permite dar cuenta de lo supremo fuera de él mismo pero a su vez, dentro del universo que lo controla.
         De ahí que suene connatural al hombre la búsqueda de lo infinito y lo divino como sustancia y sentido  del mundo. Sin embargo, el mismo Hegel detecta que en el mundo actual, el hombre se ha perdido en su búsqueda y el espíritu se le revela al hombre no para dar sentido al hombre sino sólo como fuente de esperanza: “El espíritu se revela tan pobre, que, como el peregrino en el desierto, parece suspirar tan sólo por una gota de agua, por el tenue sentimiento de lo divino en general, que necesita para confrontarse”[2].
         Hegel no está convencido de que sea la ciencia pura la que pueda llevar al hombre a recobrar el sentido del mundo, pero tampoco quiere afirmar que sea la filosofía sea quien deba colgarse el escapulario.
         Pareciera que su propuesta está en la creación de una fenomenología, es decir, la introspección que lleve al desarrollo de una conciencia que capte lo absoluto y lo materialice como la ciencia de lo particular.
         Así, la verdad debe ser captada como sustancia y como sujeto. Esto que pareciera una sintaxis o la gramática de lo absoluto, también conlleva una pragmática y una semántica.
         Hegel nos dice, cuando nos explica su sistema: “Lo verdadero es el todo. Pero el todo es solamente la esencia que se completa mediante su desarrollo. De lo absoluto hay que decir que es esencialmente resultado, que sólo al fin es lo que es en verdad, y en ello precisamente estriba su naturaleza, que es la de ser real, sujeto o devenir de sí mismo”[3].
         ¿Qué es lo real, qué es lo verdadero y cuál es su diferencia? Hegel nos responde: “Sólo lo espiritual es lo real; es la esencia o el ser en sí, lo que se mantiene y lo determinado –el ser otro y el ser para sí- y lo que permanece en sí mismo en esta determinabilidad o en su ser fuera de sí o es en y para sí […]. El espíritu que se sabe desarrollado así como espíritu es la ciencia. Ésta es la realidad de ese espíritu y el reino que el espíritu se construye en su propio elemento”.[4]
         Todo sistema cuenta con un modo de autorregulación y alimentación; Hegel lo ubica en el devenir, en la acción e interacción entre la ciencia y la conciencia, entre el saber y la certeza. El devenir de la ciencia es la materia de su fenomenología.
         La aparición del individuo como un nuevo agente o actor, donde se materializa y concretiza lo dado, nos lleva a proyectar el mismo sistema hacia el interior del mismo, como si existiera un macro y un micro sistema. Ahora ya no habla de ciencia sino de lógica, ya no habla de sujeto sino de individuo, ya no menciona al objeto sino del mundo.
         El conocimiento pasa a ser filosófico y nos habla en términos de lo verdadero y lo falso, de lo negativo y lo positivo. Este maniquismo del saber ¿qué pretende en realidad y más cuando distingue entre un conocimiento histórico y uno matemático que podrían tener formas distintas de construir y demostrar, cuyos medios y fines son completamente diferentes entre sí?
         La filosofía busca la esencia, lo esencial, lo real, lo que se pone a sí mismo y vive en sí, el ser allí en su concepto.
         Por eso insisto que la fenomenología del espíritu como toda gramática concluye y se renueva en su significación; en el concepto, en la esencia de la cosa y no en su referente, sino en lo referido. Toda fenomenología es hermenéutica del espíritu, es comprensión de lo interpretado y captación de lo verdadero. La revelación que no llega al hombre común vía, simplemente en la experiencia o en el conocimiento, está ahora en la introspección fenomenológica; en el dotar de sentido y contenido, lo que simplemente parecía un nombre. Pues como dice Hegel: “lo importante no era dejar lo mejor recatado en el fondo del corazón, sino sacarlo de ese pozo a la luz del día”[5].



[1] HEGEL. La fenomenología del espíritu. FCE. México, 1986. p. 10.
[2] HEGEL. Op cit. p. 11.
[3] Ibid. p. 16.
[4] Ibid. p. 19.
[5] Ibid. p. 45.

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