La verdad en los tiempos de fe - Hipermediatizaciones: Hiperconexiones y remediaciones entre signos y palabras

Breaking

Textos especializados en Comunicación Digital, Ciencias Sociales, Literatura, Poesía, Humanidades Digitales y Culturas Juveniles. Sitio personal del Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Expresidente de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación, AMIC y Ex presidente del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación.

test banner

Post Top Ad

Bienvenido a mi interior

Post Top Ad

Responsive Ads Here

domingo, 27 de abril de 2014

La verdad en los tiempos de fe

Reflexión sobre la suspensión teológica de la ética de Kierkegaard 

Jorge Alberto Hidalgo Toledo



¿En qué descansa la fe sino a caso en la verdad misma? Y, ¿puede existir una recta ética que no contemple la verdad? La ética, como la fe, es el fin mismo de la existencia, más de una creencia en lo absurdo o un salto en el vacío.

La fe, no sólo es salvación; la fe, nos dice la Biblia, “es la raíz de toda justificación”[1]. La fe, es el comienzo y el fundamento de toda vida y en la ética proyectamos sus reglas. Kierkegaard nos dice: “La fe es precisamente esa paradoja según la cual el individuo en cuanto tal está por encima de lo general, justificado frente a esto, no subordinado, sino siendo algo muy superior. Pero esto de tal modo, nótese bien, que el individuo, después de haber estado en cuanto tal subordinado a lo general, se haga ahora a través de lo general mismo cabalmente el individuo, que en cuanto tal se encuentra en una relación absoluta con lo absoluto”[2].
            La fe se refiere a lo objetivo, a aquello en lo que se cree; no importa si esto es visible o invisible, simplemente basta que esté por encima de la existencia misma para que se crea en ello. La fe en sí misma es revelación y una prueba a su cumplimiento. La certeza se da en la práctica, en la vivencia de la virtud porque se manifiesta en el entendimiento y la voluntad. La fe no es sentimiento, por mucho que se sufra, se sacrifique o se lamente. La fe es aceptación y adhesión a ese fin último que mueve la existencia entera.
            Abraham, nos dice Kierkegaard, es la expresión más alta de la ética pues actúa movido por su amor a Dios y  a sí mismo. “Por amor de Dios, en cuanto que Dios le había exigido esta prueba de su fe; y por amor a así mismo, pues obrando de esta manera no podía dar una prueba más grande ni, en absoluto, hacer cosa mejor”[3].
            El deber, es la expresión concreta de la voluntad que dirigida por el entendimiento, asume que sólo en la acción se tiende el puente entre la divinidad y la experiencia particular y privada. “Quien reniega de sí mismo y se sacrifica al deber, renuncia a lo finito para alcanzar lo infinito y no le falta seguridad”[4].
            La fe nos hará libre, porque libre espera que nos desenvolvamos en la historia. De ahí que la fe no sea un capricho; hay motivos para creer, sino los creyentes seríamos unos estúpidos que viven en el engaño.
            La fe nos da firmeza, elimina el temor a ser engañados; no perturba; no vacila; no es fanática; tiene razones y motivos válidos; es luz y resplandor; aclara los misterios y reconoce que hay una existencia superior a la razón que da sentido a todo cuanto nos rodea.
            “La fe es un milagro y, no obstante, ningún hombre está excluido de ese milagro porque aquello en que toda la vida humana encuentra su unidad es cabalmente la pasión y la fe es una pasión”[5].
            ¡Vaya don el nuestro de la fe! Que nos coloca en el plano sobrenatural y nos eleva sobre la existencia misma y que nos permite la comprensión y entendimiento de Dios en el mundo.
            La fe es la causa y la ley misma



[1] Carta de Santiago, 2:24
[2] KIERKEGAARD, Soren. ¿Se da una suspensión teleológica de la ética? En Temor y temblor. Antología Maestría en Humanidades. Universidad Anáhuac, México, 2004. p. 81
[3] KIERKEGAARD, Soren. Op. Cit. p. 84
[4] Íbid. p. 85.
[5] Íbid. p. 93.

Post Top Ad

Responsive Ads Here