People on the move
“Mujer que caminas noche y dÃa
con tu llave inmemorial
das nacimiento a la palabra veraz
atraviesas el rÃo
y nadie te reconoce
te mojas, sudas, pierdes tus zapatos.
Otra jornada abrumada de cansancio
no puedes verbalizar tus injurias
pero eres sabia aunque te encuentren
infraganti.
Te interrogan
¿Quién eres? ¿De dónde vienes?
¿Qué buscas en esta tierra que ya
tiene dueños
y fronteras y murallas y hermanos que
saben de la muerte lenta?
Al espacio de tu linaje vuelves
como sombra que releo
en tu luminosa faz el fuego no
termina
escapas, caes, te levantas, te
sacudes,
hablas en tu lengua de tortilla
muerdes tus palabras de café
y no te dejas derrotar por la
nostalgia…
Tu canto se ahoga, se alejan las
salidas
eres inmigrante
tu identidad se ha reducido para
siempre.
No entiendes de visas
ni de planetas fragmentados
aprendes a decir “good morning”
pero a nadie le interesa “how you
are”
ni que estés habitada por un hijo
sepultado en el desierto
por el sueño de un empleo
de un refugio para dormir en paz.
Yo también soy la ruptura de la
costura
aquà adentro no se disipa la niebla…
y me sucede que miro en tu espejo
y me veo.”.
(La inmigrante, Consuelo Hernández).
Desde hace cinco semanas el mundo es otro. Nuestras almas en constante
movimiento hoy se detienen. Desde hace semanas la movilidad humana es otra. El
eje del mundo globalizado se ha torcido. El flujo humano se detuvo y quedaron
varados en las vallas fronterizas miles de migrantes detenidos; en aeropuertos
a quienes les cancelaron vuelos de regreso a casa y aquellos que en su
condición de inmigrantes se quedaron en un hogar lejos de donde vive el resto de
su familia.
El mundo es un corredor migratorio; un punto de conexión entre paÃses,
culturas y personas. Siempre fuimos globales: sujetos en movimiento.
Todo lugar es un punto de entrada y de salida a un universo de
significación. Lugares de tránsito, lugares de residencia. Puntos de encuentro,
puntos de separación. Sitios para vivir; sitios para fluir. Sujetos temporales,
sujetos permanentes.
Tan sólo en 2019 en México se entregaron 36,790 tarjetas de visitantes
por razones humanitarias; se identificaron 179,335 personas en condición
migratoria irregular; 117,689 que fueron devueltos a su paÃs. En el primer mes
de 2020 ingresaron 1,784,198 de turistas.
22.5 millones (18%) son migrantes absolutos (nacionales e
internacionales) y 1.7% de la población mexicana (2,193,000) son personas
nacidas en otro paÃs y residen en México. Gran parte de los residentes
(migrantes absolutos) 2.9 millones son migrantes interestatales y más de medio
millón residen en otro paÃs.
Las causas más importantes registradas por el INEGI, por las cuales
migran los mexicanos son reunirse con su familia (43.3%); buscar trabajo
(18.2%), cambio de trabajo (9.3%), estudiar (6.6%); se casó o unió (5.3%), 5.2%
por temas de inseguridad pública y violencia y deportación (1.5%).
Desde hace cinco semanas la vida modificó su ruta y se complejizó y
muchos quedaron varados en un tiempo y un espacio diferente aquél con el cual habÃan
pensado reoganizar su vida.
Todo
aquél que era un sujeto en transición quedó en el suspenso; su ciudadanÃa
temporal se afectó por el paro global tras la contingencia sanitaria.
Algunos quedaron
confinados en estaciones judiciales donde sus derechos humanos y su dignidad es
pisoteada constantemente.
De los que quedaron varados algunos ya agotaron sus recursos materiales
para subsistir y a otros, sus familiares los apoyan a la distancia para que
puedan recuperar sus derechos cuando las fronteras se abran y los vuelos de
rescate lo permitan.
Los migrantes se quedaron a mitad de camino y sin techo a expensas de
organizaciones criminales y sin posibilidad de recibir asilo. Su lugar en ese
limbo es como desestabilizadores sin derechos y vÃctimas de la xenofobia y la
aporofobia.
Los que pretendÃan moverse en busca de sus familias hoy quedaron en un
punto ciego como la anciana indÃgena en los suburbios o el campesino migrante
rodeado de una cultura extraña a la de su origen en el barrio donde encontró
refugio.
Todas esas personas en movimiento; almas de costa a costa se encuentran
fuera de sus lugares de origen. Por una u otra razón su tierra los desplazó. Algunos
salieron huyendo de opresores, algunos fueron perseguidos, otros buscaban
ejercer sus libertades o encontrar una posibilidad de futuro.
Pensar la vida y sus dolores desde ellos
es un deber ético y humano para entender a profundidad lo que implica
resignificar la identidad cultural cuando la tierra te expulsa.
Su condición en el mundo, ya de por sà era la de subculturas en medio de
una cultura mundialista hegemónica y de poderes transnacionales.
Estas vidas en movimiento, multiculturales y expansivas llevan consigo
las cargas económicas, sociales, polÃticas y culturales de su paÃses y
familias. Además de que son esporas de sufrimiento y búsqueda constante de
sentido en lo que el viaje les permite.
Todos tenemos una responsabilidad compartida con los otros. Desde hace cinco semanas estamos
ante muchas formas de vivir el confinamiento. No podemos pensar que todos
estamos viviendo en el mismo modo el encierro.
Hay una obligación moral por comprender a los otros desde sus
condiciones particulares en esta nueva realidad.
Esta nueva condición de
ser y estar en un mundo de pausas interconectadas y sin fronteras nos obliga a
pensar en las garantÃas de seguridad fÃsica, moral y emocional de los otros. Nos debe llevar a pensar en sus
condiciones dignas de vida y de salud y de sus seres amados; en las polÃticas
públicas que están generándose para defender sus derechos humanos y regular sus
condiciones.
Tenemos un llamado ético
a pensar desde el bien común y la empatÃa, de lo contrario no entenderemos
nunca lo que están sufriendo en estos momentos aquellos que no pueden ver a los
suyos; aquellos que aunque queriendo no pueden estar con los suyos; aquellos
que no tienen forma de regresar con los suyos.
Las personas que se
encuentran en calidad migratoria desde hace cinco semanas perciben el mundo a
otra velocidad. Su condición siempre es frágil, confusa, desintegrada y en constante
reconstrucción. Sus sueños y esperanzas hoy, como las de muchos, están en un
doble suspenso. Si ellos ya vivÃan en el no
lugar, su confusión y fragmentación hoy es mayor. Hoy se alimenta de miedos
y tensiones, de falta de certezas, de no poderse reintegrar y beneficiar de una
sociedad que ellos también ayudan a construir.
Desde hace cinco
semanas hemos visto imágenes al por mayor en todas las plataformas posibles;
sin embargo, nos falta ponerle un rostro humano a los afectados por este dolor
que poco logramos percibir.