Notas desde el encierro imaginario 22 - Hipermediatizaciones: Hiperconexiones y remediaciones entre signos y palabras

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Textos especializados en Comunicación Digital, Ciencias Sociales, Literatura, Poesía, Humanidades Digitales y Culturas Juveniles. Sitio personal del Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Expresidente de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación, AMIC y Ex presidente del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación.

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jueves, 16 de abril de 2020

Notas desde el encierro imaginario 22


Levantar a nuestros muertos

“(…) -¿Te duele? –preguntaba.
Los pacientes, aferrándose a los costados del sillón, respondían abriendo desmesuradamente los ojos y sudando a mares.
Algunos pretendían retirar de sus bocas las manos insolentes del dentista y responderle con la justa puteada, pero sus intenciones chocaban con los brazos fuertes y con la voz autoritaria del odontólogo.
-¡Quieto, Carajo! ¡Quita las manos! Ya sé que duele. ¿Y de quién es la culpa? ¿A ver? ¿Mía? ¡Del Gobierno! Métetelo bien en la mollera. El Gobierno no tiene la culpa de que tengas los dientes podridos. El Gobierno es culpable de que te duela…

(…) Antonio José Bolívar Proaño se quitó la dentadura postiza, la guardó envuelta en el pañuelo y, sin dejar de maldecir al gringo inaugurador de la tragedia, al alcalde, a los buscadores de oro, a todos los que emputecían la virginidad de su amazonía, cortó de un machetazo una gruesa rama, y apoyado en ella se echó a andar en pos de El Idilio, de su choza, y de sus novelas que hablaban del amor con palabras tan hermosas que a veces le hacían olvidar la barbarie humana”.
(Un viejo que leía novelas de amor, Luis Sepúlveda).

Desde hace cinco semanas el mundo es otro y en medio de notas sobre el déficit público que se disparará para España; las noticias falsas que se multiplican en las redes sociales; la venta de más de 500 mil contraseñas y cuentas en la Deep Web; la fabricación de 20 mil bolsas para los cadáveres que deje el Covid-19, se filtran memes, festejos en solitario, adivinanzas para iniciar el día, recuerdos y recomendaciones cinematográficas de cintas liberadas en la red.
            Desde hace más de un mes, nos hemos enterado en medio del confinamiento de la pérdida progresiva de espacios y libertades. Hemos visto caer a voces que fueron referentes en nuestros momentos de juventud.
Ya hemos perdido cineastas, filósofos, músicos y escritores y no hemos tenido la oportunidad de despedirlos como se despide a un compañero de viaje. Lo mismo nos ha pasado con familiares y amigos. Y muy probablemente mientras dure el confinamiento los casos se irán multiplicando.
            Aun cuando en Wuhan celebraron con euforia sus dos meses de confinamiento; en otras regiones del mundo, como en México, proyectan el fin de la pandemia todavía para mediados de junio. Así que al menos nos quedan diez semanas más de historias tristes y momentos de dolor que no tendrán su ciclo completo de duelo.
            Es como poner en suspenso el levantamiento de nuestros muertos. Es como si estuviéramos sentados en la sala esperando a que lleguen sus cuerpos para tenerlos presentes.
            Toda perdida se lleva con ella algo de nosotros. Nos hace sentir un vacío; una sensación de desamparo. Nos disloca, nos divorcia por momentos de la realidad; nos lleva a experimentar el tiempo y el espacio con opresión y pesadez. La vida se desajusta.
            En el curso natural de la vida las personas tienen la posibilidad sentir su pérdida y vivir las distintas etapas del luto. En el confinamiento, al vivir en un permanente estado de sufrimiento y tristeza contenida, bajo la sensación permanente de cansancio y saturación, no hemos tenido tiempo para pensar en ellos y en lo que se pierde con su ausencia.
            A cinco semanas del nuevo mundo, no hemos podido levantar a nuestros muertos. No hemos tenido el tiempo suficiente para sentir su ausencia, pero tampoco para acompañarlos en su nuevo destino.
            Nos hemos reorganizado en la racionalidad de la pausa, del dejar el tiempo y la vida en suspenso. Una pausa que tendremos que suspender para que la vida siga también ese otro curso.
            Este intervalo existencial no sabemos realmente cuánto dure y cómo modificará nuestros sentimientos en el futuro.
            La vida por completo se ha alterado, así como sus ciclos naturales. El tiempo para nacer, para morir, para plantar, para cosechar, para sanar, para construir, para llorar, para reír, para estar de luto, para saltar de gusto, para esparcir piedras y recogerlas se resguardado en el armario con nuestros zapatos.
            Ese tiempo que antes todo tenía, hoy ha cambiado. Es como si se diera un gran silencio en medio de una canción. ¿Qué representa ese nuevo signo gramatical en nuestras vidas? No lo sabemos. Sólo sabemos que en este pentagrama se están escribiendo nuevas canciones. Nuevas tonadas que tampoco tenemos claro cómo las habremos de cantar.
            Ya habrá tiempo para tomarnos un descanso y levantar a nuestros muertos; habrá tiempo para sentirnos tristes y acompañarlos. Para abrazarnos y darnos terapia en grupo. Ya habrá tiempo para recomenzar el ciclo que dejamos en pausa. Para llorar y dolernos dentro de la normalidad si es que ésta tuvo alguna vez un lugar en nuestras vidas.

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