Mensajeros de un cielo protector
“No es preciso que sea mensajera
la paloma sencilla en tu ventana
te informa que el dolor
empieza a columpiarse en el olvido
y llego desde mà para decirte
que están el rÃo el girasol la
estrella
rodando sin apuro
el futuro se acerca a conocerte
ya lo sabes sin tropos ni bengalas
la traducción mejor es boca a boca
en el beso bilingüe
van circulando dulces noticias”.
(Medios de comunicación, Mario
Benedetti).
Desde hace cinco semanas el mundo es otro. Los medios de comunicación
remarcaron su lugar en nuestras vidas y saturaron nuestros espacios vitales con
su presencia. Si ya eran extensión de nuestros sentidos, ahora se convirtieron
en extensión de nuestros hiperespacios, nuestras emociones, nuestros
hiperobjetos, nuestros vÃnculos neuronales con el mundo.
Los medios son hoy en
nuestra vida esas subestructuras que soportan todas las estructuras. Sobre
ellos pende nuestro referente semántico, axiológico y psicológico. Dan forma,
canal y referencia a nuestras vinculaciones intra e interpersonales. Desde hace
siglos su lugar en nuestro mundo era privilegiado. Ya se ubicaban en el centro de
nuestra vida como neurotransmisores sociales de nuestra existencia.
Nuestro modo de codificar
y decodificar; interpretar y retroalimentar la realidad guarda un vÃnculo de
dependencia con ellos. Nuestra esencia diferenciadora como especie es
comunicativa, por ello los medios han cumplido un eje referencial, emocional,
apelativo, persuasivo, fáctico y poético.
Desde hace cinco
semanas esta relación de sentido se ha amplificado. El encierro nos ha llevado
a tender puentes más profundos con los medios al convertirlos en nuestra gran
ventana del mundo.
El confinamiento nos
llevó a incrementar: nuestros tiempos de consumo; nuestras relaciones afectivas
con personajes y lecturas; nuestra mediación cognitiva con situaciones y
momentos; nuestra actitud ante problemas e injusticias.
El proceso simbólico
por el que estamos atravesando en nuestra relación con los medios se ha vuelto
más complejo y codependiente. Todos nuestros referentes de la realidad llegan a
través de ellos.
En ese momento de
coexistencia confinada, la relación se ha vuelto más tensa ante la infinidad de
casos de notas falsas; hechos manipuladores, datos alterados, simulacros
informativos y desinformación deliberada.
Por primera vez en la
vida de muchos de nosotros experimentamos una guerra informativa como la que se
está viviendo actualmente. Nuestra ecologÃa mediática amplificada está
experimentando múltiples usos bélicos que van desde los atentados contra la
libertad de expresión, hasta el reclutamiento de medios digitales para defender
intereses económicos y polÃticos y manipular por ello la opinión pública.
En las últimas semanas
hemos sido testigos de múltiples casos de censura, coberturas tendenciosas,
construcción de hechos y datos falsos, atentados contra los derechos a la
comunicación, a la información y de las audiencias.
Muchos medios dejaron
su carácter crÃtico y de vigilancia del poder a cambio de partidas
presupuestales y privilegios futuros. Su estandarte como vigÃas de la
democracia fue quemado para convertirse en espacios complacientes y
acomodaticios a la medida de los intereses particulares de polÃticos, gobiernos
o empresarios.
Los medios como
intermediarios de la ciudadanÃa hoy son más la arena de batallas entre los
distintos poderes. El ciudadano común, recibe de ellos muchas migajas de
entretenimiento y rebabas de cultura. Por alguna extraña condición, nos
sometimos de forma acrÃtica a sus diputas. De vez en cuando los criticamos y
maldecimos sus fallos, pero terminamos consintiendo sus acciones consumiendo lo
que quieren darnos.
En momentos como estos
su compromiso deberÃa ser mayor con la ciudadanÃa que los ha incorporado en sus
vidas como compañeros existenciales; pero no. Sus responsabilidades éticas con
las audiencias son muy pocas.
Pocos son los espacios e
informadores que no han sucumbido a crear fuegos artificiales con lo que
muestran y comparten.
Los medios bien podrÃan
replantear en estos momentos su compromiso con aquellos que los soportan como
tráfico y audiencias.
Estos son los dÃas en
que las audiencias deberÃamos asumir también nuestra responsabilidad para exigir
un manejo responsable y ético de los medios; está en nosotros también asumir un
papel crÃtico y propositivo para que los medios y sus contenidos ejerzan un rol
más sanador y liberador en estos momentos de crisis económica, sanitaria y
humanitaria.
En las últimas semanas
muchos medios e informadores han perdido legitimidad y reputación con actos de
desinformación. El panorama mediático del futuro pinta para seguir en este modo
de ser.
Será una responsabilidad de todos defender la libertad de expresión si
queremos realmente dejar de ser parte del teatro informativo. Pero también es
una responsabilidad mediática asumir el compromiso con sus audiencias y
prepararse para la cobertura en tiempos de crisis.
La guerra que viviremos
se vislumbra más intensa. Los vÃnculos entre medios y poder se seguirán
fortaleciendo hasta la construcción de espacios totalitarios de vigilancia y
control.
Las empresas
tecnológicas no parecen dispuestas a limpiar de basura sus espacios socio
digitales ya que priman los intereses comerciales sobre los de las audiencias.
Por tanto, requerimos fortalecer las competencias crÃticas de los cibernautas
para que aprendan a buscar, discernir, verificar, jerarquizar y procesar
información para generar juicios propios.
Desde hace cinco
semanas entramos a un momento particular de nuestra historia. El futuro nos
exige ser más crÃticos y participativos si queremos salir avantes de esta guerra
entre poderes. Muchos saldrán heridos de esta batalla. Por ello se hace urgente
replantear qué papel queremos jugar: el de simples espectadores o el de
protagonistas dispuestos a cambiar la historia que les tocó vivir.