Entre lo público y lo privado desde los medios
Jorge A. Hidalgo
Toledo
Los medios al servicio ¿de quién? ¿Qué tipo de intereses rigen
al sector de las telecomunicaciones en México? ¿Bajo qué condiciones se
establecen los marcos regulatorios en nuestro país?
Javier Esteinou Madrid en el capítulo “Los retos de los medios públicos en México” (2010), hace un recuento
de los daños. Efectivamente, ¡de los daños! Cuando hace una
revisión histórica del papel de los
medios de comunicación
en México desde la década de los sesenta en
que eran tan sólo
instrumentos de difusión
hasta principios del 2000 en que se transforman en el vértice del poder actual.
En esta exploración del paso de los medios como instituciones
de socialización
hacia la construcción
de nuevas esferas públicas
deja entrever las nuevas franjas de interacción social que denomina el moderno Estado ampliado[1].
Bajo esta construcción teórica, la visión de los medios de
comunicación sólo como intermediarios técnico-virtuales entre las
relaciones sociales se queda corta. Los medios no son más maquinas de información, ni instrumentos de
mediación. Los medios, por el
contrario, son eje central de un moderno modelo de comunicación-mercado/comunicación-poder, más allá de su función de servicio público.
En el trabajo reflexivo, Esteinou indaga en la naturaleza de
los medios ubicando varios sistemas de comunicación: el comercial privado (determinado por el contexto económico y político que condicionó su uso; altamente
concentrador, vertical, unidireccional, hermético, elitista,
discrecional, autoritario, excluyente, restrictor de la libertad de expresión, impulsor de la
libertad de empresa, promotor de la difusión de la información y no de la dinámica de la comunicación, negador de los
derechos comunicativos elementales de los ciudadanos, fomentador de la dinámica de mercado y no del
servicio público y monopólico y comercial
(Esteinou, 2010: 49-50)); y el de servicio
público (con poca personalidad, menor experiencia, reducido
apoyo económico, bajo nivel de
credibilidad, proyecto cultural confuso, mayores presiones burocráticas, menor cobertura
geográfica, grandes
contradicciones, limitado apoyo tecnológico y prohibición de comercialización; no alcanzaron la
naturaleza de medios de Estado pero sí son la infraestructura comunicativa de los
gobiernos (2010: 51)).
Por desgracia, en México se optó por la defensa del
modelo de comunicación
del mercado; además
de que la sociedad no tiene claro la responsabilidad de los medios públicos y que éstos dependen
operativamente de los impuestos que paga la ciudadanía.
Por tanto, medios públicos y privados compiten entre sí en una arena en que los
medios privados son los que orientan la práctica informativa,
conducen el mercado y orientan los objetivos informativos hacia la maximización de las ganancias (tanto
en rating como en ingresos).
La falta de apoyos los medios públicos ha provocado la
emergencia de movimientos sociales y procesos clandestinos de comunicación. Así Esteinou encuentra la fórmula: “existe una relación directamente
proporcional entre participación social en los canales de información y la existencia de
protestas públicas:
a mayor participación
de los grupos sociales en los medios de información, menos manifestaciones
públicas; y a menor
participación
en los medios, mayor existencia de manifestaciones callejeras” (2010: 55).
El espacio público mediático funciona divorciado
de las necesidades del cuerpo social promoviendo el espectáculo, el consumo, los
deportes y la información light, lejos de un proyecto de
comunicación nacional para la creación de ciudadanía y fortalecimiento de la
democracia.
Existe pues, una falta de liderazgo mediático representativo. Nos
encontramos ante un fuerte desequilibrio social y mediático. No existe un
contrapeso político-ideológico ni institucional.
Los medios en su afán
de capitalizar a los auditorios cautivos han desplazado el pensamiento racional
hacia “una óptica hedonista, adrenalínica, conductista y
sensacionalista”
(2010:60). La seducción
del mercado y la hipnotización social son la esencia del nuevo sistema
mediático.
Tenemos pues que, “a mayor desintegración y fragmentación de los poderes públicos tradicionales y
consolidación
de los poderes mediáticos
cohesionados en sólidas
estructuras monopólicas
privadas, de mediano y largo plazo; el poder de los medios suplantará crecientemente el
ejercicio de las funciones públicas fundamentales del Estado para
dirigir a las comunidades y regular los conflictos entre los actores sociales y
éstas serán, progresivamente,
ejercidas conforme a los intereses y planes de los mega consorcios mediáticos privados” (2010:61).
Hoy los medios se han transformado en el poder supremo, el poder del poder, que suplanta las funciones del estado. Hoy, por
hoy, son el primer gran poder político-ideológico; ha sustituido a la
política, son los representantes
reales de la voz y de la opinión de la sociedad. El Estado ha dejado de
ser el regulador; bajo el disfraz de la autorregulación de la industria, los
medios se erigen como los representantes sociales.
Estamos ante un nuevo
Estado mediático. En él los medios son extensión del poder. Ésta mediocracia, despótica y autoritaria cobra más poder ante el deterioro
estructural económico,
político y social que se vive
en México.
Pero el trabajo de Esteinou, no se queda en la denuncia
pesimista y desconsolada; por el contrario propone la creación de un nuevo modelo de
comunicación sustentable que “permita la participación de todos los sectores
sociales para nutrir el espacio público con la multiculturalidad, la
apertura, la pluralidad y la práctica comunicativa que contribuya a
resolver las agudas contradicciones mentales que limitan el crecimiento
equilibrado de nuestra nación” (2010:69).
Este nuevo Estado
comunicativo para la sobrevivencia social implica crear condiciones de
equilibrio cultural, social y político. Envuelve la participación ideológica pluri-cultural,
mayor apertura.
El gran desafío es el rescate de la misión histórica de los medios públicos para reequilibrar
la desproporción
estructural en el terreno cultural, comunicativo y espiritual para crear un
modelo de comunicación
desde las necesidades del México profundo. Un modelo de comunicación “democrático, no autoritario,
plural, incluyente, transparente, no discrecional, regional, no concentrado,
multidireccional, no vertical, que
construya esfera pública,
que promueva el derecho a la información y de réplica, que no manipule” (2010: 79) y que genere
procesos de comunicación
que forjen una sociedad activa no sólo receptora.
Referencias:
Esteinou Madrid, J. (2010). “Los retos de los medios públicos en México” en Esteinou Madrid, J. y
Alva de la Selva, A. R, La Ley Televisa y
la lucha por el poder en México. México:
UNESCO, La Red y Fundación Konrad Adenauer Stiftung.
[1] Concepto tomado del trabajo de Christine
Buci-Gucksmann orientador de la teoría de los aparatos de hegemonía en la
ciencia política.