Jorge A. Hidalgo Toledo
Interesante planteamiento de Juan Acha, al querer convertir
las estetologías en un apartado de la axiología. No cabe duda, que su
preocupación estética, va más allá de los valores plásticos e intenta hacer del
arte, una herramienta para explorar la naturaleza humana y social. No obstante,
las categorías que aporta, han dejado de lado aspectos antropológicos en el
emisor y el receptor para enfocarse sólo en lo social. Bien podría convertirse
en un añadido de la antropología filosófica la aportación de Acha y más cuando
consideramos, que en el logos
creador, también se encuentra la morada del ser, como planteaba Heidegger.
En su texto, Juan Acha, además de ofrecernos algunos
justificadores ético-políticos de su estetología, incluye una tipología de
“ismos” que nos permiten entender el desarrollo de las artes y los movimientos
que han participado en la educación de nuestra sensibilidad.
La estetología necesita justificar los conocimientos que van produciendo
de la realidad estética en sus aspectos sociales y psíquicos, estéticos y
económicos, artísticos y temáticos, artesanos y diseñiles.
Los justificadores son los que moralizan y sentimentalizan
cualquier postulado intelectual; devienen sentimientos que se recluyen en la
oscuridad de la irracionalidad del hombre común. Son procesos ideológicos
vinculados a las ideologías dominantes.
También las razones estéticas, sistémicas y temáticas son
sentimentalizadas y moralizadas (el pathos
domina al ethos y ambos al logos). Nuestras elecciones se hallan
impulsadas por motivaciones axiológicas, centradas en la permanencia
(tradicionalismo) o el cambio (vanguardismos) orientaciones teleológicas
(individualismos o colectivismos) y móviles profesionales (purismos o
instrumentalismos del producto).
Nacionalismos: se requieren los sentimientos nacionalistas para
cohesionarnos; sentimientos que sólo ven la unidad geográfica, política y
jurídica; hacen caso omiso a las disparidades nacionales. Cohesionan a los
hombres y a la vez distorsionan la realidad colectiva. Puede hacer de los
elementos locales valores.
Internacionalismos: parten del placer que produce participar en el uso de los
nuevos bienes culturales producidos por los países desarrollados. Apelan, para
justificarse, a los nacionalismos, y a la ética universalista de la hermandad
humana como lo más importante. Tal ética es un imperativo intelectual que nunca
llega a la sentimentalización nacionalista.
Elitismos: Existen cuando a las minorías se le atribuyen cualidades
sobrenaturales. La autoelitización produce vedetísmo. El término elitismo lo
empleamos como reproche a los bienes estéticos de ardua accesibilidad y de
rupturas radicales.
Populismos: Son de carácter demagógico y despiertan sentimientos
socialistas en los aficionados al arte. Acostumbran atribuirle, a los bienes
estéticos, beneficios populares o de fácil legibilidad. Recurren siempre a la
idea o a l promesa de popularizar a las artes como si todo fuese cuestión de producir
obras de lectura fácil y de transportarlas a los sectores populares. Lo único
popularizable es la educación artística. Siempre será una minoría el público de
cada arte. El didactismo populista favorece a las obras de arte conservadoras.
El valor de un bien cultural no reside en su lectura fácil, sino en si favorece
o no a los intereses populares.
Tradicionalismos: Encuentra su razón en el amor al pasado y la premisa: todo
tiempo pasado fue mejor. Con el modernismo llegó a convertirse en anacronismo y
misoneísmo.
Vanguardismos: Con el modernismo vino la fruición en la novedad o
actualidad, traducida en desarrollismo. Su versión exagerada es la neomanía o
culto a la novedad, como síntoma seguro de modernización y mejora. No toda
innovación es útil.
Individualismos: El Renacimiento moldeó al individuo. El aprecio al
individuo lleva en ocasiones al mesianismo; el esperado individuo genial que
resuelva todo. El individualismo narcisista niega la colectividad.
Colectivismos: Enfatizan la importancia de la colectividad en la
circulación y tasación de los bienes estéticos, se puede confundir con
populismo. Se puede traducir en las masas, fenómeno de naturaleza consumista.
Purismos: las vanguardias se justificaron al haber llegado a lo
puramente estético, artístico o pictórico. Hay una ética de la pureza y lo
sustancial, lo específico y el fin.
Instrumentalismos: responde a las funciones prácticas al lado de las
estéticas. Suele ir unido a los colectivismos y populismos.
Tecnocratismos: propio de los países desarrollados. Miden el valor estético
según las vinculaciones con los avances y el predominio de la tecnología. Los
tecnocratismos sirvieron para justificar muchas tendencias estéticas de corte
tecnológico.
Naturismos: Parte del espíritu romántico y de posición antimaquinista
donde se legitiman y prestigian a los bienes culturales con la naturaleza. La
salvación del hombre va junto con la de la naturaleza.
Todos los justificadores son formas retóricas de persuasión.
Pertenecen al
vocabulario de quienes buscan legitimar y prestigiar algo. Su fuerza está en
ser éticas sentimentalizadas; no importa si rompen indisolubles pares
dialécticos de la realidad. Los justificadores terminan manipulando y son
propios de actitudes maniqueístas, centristas y monolíticas que ignoran las
matizaciones, pluralidades y heterogeneidades de las realidades.
De estos circuitos de producción de nuevas necesidades
estéticas, salen los textos que legitiman y prestigian a los bienes estéticos y
que van a circular en circuito de difusión y en el comercial; como modos o
medios sensoriales, sensitivos e intelectuales de producción, distribución y
consumo.
Los justificadores desempeñan un papel decisivo y operan en
perfecta simbiosis entre sí y con las ideas estéticas, sistémicas y temáticas
de cada uno de los bienes estéticos.