Jorge Alberto Hidalgo Toledo
La estructura social e
institucional de la sociedad occidental actual descansa en el conocimiento como
principal capital social de riqueza y bienestar. El presente ensayo analiza en
modo crítico las distintas estrategias que existen para la generación del
conocimiento dejando ver cómo se dio la transición comercial y mercadológica de
la inteligencia individual a la organizacional y colectiva en la Sociedad del
Conocimiento para puntualizar con ello, la particularidad de la formación del investigador
en comunicación aplicada como generador y gestor del conocimiento.
En 1969, Peter Drucker, anunció en su libro La era de la discontinuidad el arribo de
la Sociedad del Conocimiento. En su texto dejó ver cómo la incursión de las
tecnologías de información y comunicación en todos los ámbitos de la vida,
impactaban los mercados, la industria, los puestos de trabajo y el desarrollo
de productos y servicios. Su anuncio profético vislumbraba que en el futuro más
de la mitad del Producto Interno Bruto de muchos países sería generado por el
sector del conocimiento. En 1974, los libros de Daniel Bell y Alain Touraine,
centrados en la sociedad post-industrial, señalaron de igual forma el arribo de
una nueva forma de producción y relaciones sociales que tenía que ver con el
manejo de la información. Con el título de Sociedad
de la Información se celebró en 1980, en Dublín, la Conferencia
Internacional de la Comunidad Económica Europea para enfatizar la evolución
social derivada de la información. Yonesi Masuda, por su parte, publicó en 1982
el libro La sociedad de la información
como sociedad post-industrial; en él fundamentó la llegada de una nueva
civilización asentada en la productividad de la misma información mediante el
uso de las TIC´s y las computadoras. Y como señala Lucas Marín, el conocimiento
se volvió “un recurso crucial, una fuente de innovación y acción política; la
aparición de la tecnocracia como una elite dominante” (2000, pág.
38) .
En su obra Post-capitalist Society, el mismo
Drucker sentenció que la clave del éxito del proyecto global de la Sociedad del
Conocimiento radicaba en la conciliación entre el mundo de la empresa y el
intelectual y afirmó: “El intelectual, si no se completa con el manager, crea un mundo donde cada uno
hace lo que quiere pero donde nadie haría nada” (Drucker, 1993, pág. 230)
La
liberalización de la economía de la información mezclada con la noción de Global Shopping Center desarrollada por
Drucker, estuvieron presentes en el corazón de la Cumbre Económica y Social Europea
de Lisboa en marzo de 2000 donde la Unión Europea se planteó como objetivo
estratégico el de “convertirse en la economía del conocimiento más competitiva
y más dinámica” (Mattelart, 2002, pág. 128) .
Así, el
mismo sistema educativo tomó, desde entonces, como misión adaptarse a las
necesidades de la Sociedad del Conocimiento para elevar el nivel de empleo y
mejorar su calidad. Con ello, políticas económicas, educativas y laborales
transitaron hacia la Sociedad del Conocimiento “transformando la sociedad de la
información en una sociedad del saber” (Mattelart,
2002, pág. 132) .
Como se
puede ver hasta el momento, informar y conocer se colocaron en el corazón de
los mercados; por tanto, la economía de la investigación y el desarrollo (I+D)
permeó la lógica de las instituciones públicas y privadas.
Se tiene
entonces que la Sociedad del Conocimiento no puede dejar de analizarse fuera de
los indicadores mercantiles. La evolución de los mercados globales hoy comprende,
por un lado, “la oferta o producción de conocimientos; por otro, su
distribución; y finalmente, la demanda, recepción y consumo del mismo” (Noya, Rodríguez Caamaño, & Romero Ramos, 2008,
pág. 17) .
Así se habla
hoy de sistemas de inteligencia global, de captación de informaciones para
competir, de data centers, de
departamentos de servicios informáticos, de laboratorios de I+D, de una clase
creativa conformada por profesionales, expertos, asesores, comités de sabios, think tanks y trabajadores del
conocimiento. Tal como afirma Manuel Castells: “la generación, el procesamiento
y la transmisión de la información se convierten en las fuentes fundamentales
de la productividad y el poder, debido a las nuevas condiciones tecnológicas” (Lucas Marín,
2000, pág. 39)
La misma
creación de conocimiento y, por ende, de riqueza se ha modificado. Según Kevin
Nelly “hoy es global, apoya lo intangible y está intensamente interconectada (…)
esto genera un nuevo tipo de mercado y de sociedad, que tiene sus orígenes en
redes electrónicas que están en todas partes“ (Aguiar, 2007,
pág. 78) .
Al centrar la
Sociedad del Conocimiento su atención en la oferta y producción del
conocimiento surge la pregunta ¿quiénes son los involucrados en la generación
del conocimiento?, ¿qué estrategias han desarrollado para su producción?, ¿qué
actividades comprende?
Bajo una
visión sistémica se ubican a todos los sectores productivos, académicos,
públicos y civiles como generadores de conocimiento. Esto ya no es exclusivo
del mundo educativo.
Ahora bien,
como una primera aproximación para responder la segunda pregunta se puede tomar
la aportación teórica de Federico Boni quien identifica cuatro vías de
generación de conocimiento: 1) El conocimiento
derivado del sentido común: expuesto de manera cotidiana, basado en la
experiencia y en supuestos que no pueden ser cuestionados ya que trastocarían
la organización mental de las personas, utiliza nociones y conocimientos
inconscientes o inmediatos; 2) El
conocimiento que parte de lo profesional: emergen del mismo ambiente laboral,
la actividad productiva y las rutinas consolidadas; 3) El conocimiento científico: que deriva de la investigación
científica, la formulación de problemas, la elaboración, la práctica teórica,
las estrategias de exposición, comunicación y legitimación de los resultados;
4) El conocimiento normativo: que
parte del cómo deben ser las cosas, de corrientes ideológicas, leyes, reglamentos,
normas, códigos éticos, debates públicos y aspectos poco científicos y más
sociales o culturales (2006, págs. 16-20) . Aquí se hace
evidente que los científicos no son los únicos generadores de conocimiento, que
no es exclusivo del sector público, académico ni del privado, ni tampoco que
una categoría pesa más que otra, sino que por el contrario, coexisten
diferentes actores y estrategias. De igual forma el conocimiento científico tiene sus propias estrategias: 1) la investigación cualitativa/documental que
recurre a fuentes históricas, información estadística, revisión de
publicaciones en bases de datos, investigaciones, libros y todo tipo de
documentos; 2) la investigación
cuantitativa/directa que recurre al fenómeno directamente por medio de
técnicas de observación, aplicación de instrumentos y experimentación; 3) la investigación cualitativa que recopila
información a través de la inmersión en el ambiente natural, a través de grupos
de discusión y enfoque, fenomenografía, estudio de casos, métodos etnográficos,
entrevistas, técnicas narrativas y discursivas, acción participativa y
colaborativa; 4) la investigación
Mixta/documental/directa que mezcla las dos estrategias anteriores (Martínez
Lanz, 2011) .
Cada metodología tiene una aportación específica según la aproximación a la
realidad y la universalidad que se pretende con los resultados.
Ahora bien,
la categorización de Boni deja fuera otras estrategias reconocidas por David
Rodríguez Gómez (2006) cuando
analiza la dinámica de las instituciones como lo son: 1) los procesos sistemáticos orientados al
desarrollo organizacional y personal que identifican, captan, tratan,
desarrollan y emplean el conocimiento; 2) el almacenamiento, acceso y transferencia que parte de la idea del
conocimiento estructurado, acopiado y disponible para crear más conocimiento;
3) el sociocultural que deriva de una
cultura institucional intentando promover cambios de actitudes, confianza y
estimulación de la creatividad para promover la generación de más conocimiento;
y 4) el tecnológico que destaca el
desarrollo de conocimiento tras el uso de sistemas, herramientas y redes.
Al revisar
el mundo corporativo se percibe el desarrollado de otras estrategias como lo
son la creación de mapas de conocimiento, equipos autoorganizables, sesiones de
diálogo para convertir el conocimiento tácito e individual en conocimiento
organizacional (esta estrategia es mejor conocida como la organización creadora de conocimiento); la creación de redes de
comunicación y colaboración, los trabajos en equipo para evaluar
infraestructura, analizar y evaluar sistemas (The 10-step Road Map); el establecimiento de comunidades de
práctica, almacenes de conocimiento, foros de debate, reuniones y seminarios (la estrategia de la creación y gestión del
conocimiento humanista); las páginas amarillas, las comunidades de
aprendizaje, las buenas prácticas, los encuentros de asistencia y ayuda (estrategia desde la cultura organización);
círculos de intercambio de conocimiento, benchmarking,
Knowledge-Cafe, dinámicas grupales (estrategia de organización escolar); mapas
mentales, desarrollo de comunidades virtuales y trabajo colaborativo (estrategia del conocimiento en educación) (Rodríguez Gómez, 2006) ; y las comunidades estratégicas de conocimiento
que tienden a la búsqueda comunitaria de soluciones a través de la
socialización, exteriorización, combinación y asimilación sistemática de la
información (Fayard, 2005) .
Considerado
el conocimiento como un recurso de competencia se ha revalorizado el capital
intelectual a tal grado que Nonaka yTakeuchi desarrollaron en 1995 una teoría del proceso de creación del
conocimiento organizacional para la caracterización y clasificación de las
estrategias del conocimiento organizacional. Esta propuesta teórica parte de un
enfoque integrado del conocimiento considerando las estrategias y actividades
de creación hasta la evaluación y comunicación del mismo. Esta tendencia hoy ha
derivado en la corriente de la gestión
del conocimiento. El modelo de Nonaka y Takeuchi menciona cuatro
estrategias: 1) socialización, es
decir la conversión del conocimiento tácito a tácito; 2) externalización, de tácito a explícito; 3) combinación, de explícito a explícito; y 4) de internalización, de explícito a tácito (Carrillo Velázquez, 2008, pág. 73) .
En el ámbito
académico Raúl Fuentes Navarro identifica 10 estrategias: 1) la documentación
académica; 2) la infraestructura tecnológica; 3) la conformación de
organizaciones académicas; 4) la circulación de publicaciones; 5) la
configuración de comunidades científicas o colegios invisibles; 6) el debate
académico; 7) la inter y multi-disciplinariedad; 8) la investigación
socialmente articulada; 9) la renovación metodológica; y 10) la formación
profesional en postgrados (Fuentes Navarro, 1992)
Sin duda,
todas estas estrategias parten de algunas condicionantes como una cultura
orientada al conocimiento, infraestructura técnica e institucional, respaldo
directivo, orientación de procesos, prácticas de motivación, múltiples canales
de transferencia del conocimiento pero sobre todo, de una gran vinculación del
conocimiento con el valor de mercado.
Todas las
estrategias oscilan entre el conocimiento como fuente directa de competencia y,
el conocimiento para generar otras fuentes de competencia. Es decir, se va del
enfoque competitivo al administrativo, pasando por el cognitivo, el estratégico
y el empoderamiento. De igual forma transita de la dimensión individual a la
organizacional; de la individual a la colectiva y la social.
Por otra
parte, la gran diferencia entre las estrategias científicas y corporativas
apelan a una desindividuación del conocimiento para generar conocimiento
colectivo y capital social, mientras que las estrategias profesionales y corporativas
buscan la generación de conocimiento organizacional que derive en capital
económico.
Como se ha
señalado, la relevancia de estas estrategias radica en la centralidad de los
procesos de creación de conocimiento en esta era. Y es que en esta sociedad hay
una valorización excesiva de la innovación. La modernización de todos los
sectores de la economía está quedando en manos de los más capacitados, hábiles,
creativos y competitivos. El surgimiento de los bienes digitales al igual que
otros intangibles están vinculados con información, contenidos y conocimientos.
Quien es capaz de generar información y conocimiento, es capaz de producir
riqueza. El saber tiene un precio. Generar, administrar y distribuir
información y conocimiento poco a poco se convertirá en una actividad económica
más importante que la misma industria de las telecomunicaciones. Evidencia de
ellos es que tan sólo en el año 2007, los consumidores de la Unión Europea
destinaron más recursos en informática que en turismo (Aguiar, 2007) .
Según el
Informe de Desarrollo Humano de 2006 en México el porcentaje del PIB en I+D era
de 0.4% y había 268 investigadores por cada millón de habitantes. En
contraparte, la investigación y desarrollo en Estados Unidos “representó el
2.6% de su PIB y había 4,484 investigadores por cada millón de habitantes” (Aguiar, 2007,
pág. 136) .
Las
tecnologías de información, ya no son nada más de comunicación, sino también aceleradoras
del desarrollo. Como señala Viviane Reding, Comisaria de Información de la
Unión Europea en el estudio presentado en 2006, “la inserción activa de las
TICs en la economía de los países europeos justificó el 46% del incremento de
la productividad” (Aguiar, 2007,
pág. 157) .
Por ello, el
trabajo del investigador en comunicación aplicada se hace necesario. Este tipo
de investigador tiene la capacidad de diseñar estrategias de comunicación
estableciendo diversas formas de relacionarse con la realidad comprendiendo las
características de los mercados. A diferencia del investigador artístico o
literario (que centra sus modos de crear conocimiento desde la subjetividad, la
experiencia asocial y asociable, mimética, la experiencia temporal y
tradicional), el investigador en comunicación aplicada, sin renunciar a la
reflexividad, busca desde la construcción teórica la implementación de
dimensiones instrumentales, técnicas y tecnológicas para impactar en modo
directo en la realidad social, organizacional e institucional. Tanius Karam
identifica el radio de acción del experto en comunicación aplicada en la
comunicación política, institucional, ética, la mercadotecnia, la publicidad,
la educación por y para los medios, la recepción crítica, la gestión, promoción
y difusión cultural. A manera de definición de perfil dice: “está capacitado
para aplicar conocimientos a distintos niveles de abstracción en distintas
áreas de la comunicación, a partir de un enfoque teórico, con el que tiene la
potencialidad de actuar en un campo muy vasto de desarrollo profesional que
abarca desde los medios tradicionales, los nuevos medios, los entornos de la
comunicación alternativa, popular o comunitaria y de las organizaciones civiles
a las gubernamentales” (Karam Cárdenas, 2009, pág. 101) .
A la luz de
la Sociedad del Conocimiento, el investigador en comunicación aplicada está
capacitado para combinar todas las estrategias antes expuestas y generar con
ello capital intelectual, social y cultural; pero sobre todo, para que todo
ello derive en capital económico al interior de las instituciones donde labora.
Por desgracia, este enfoque de economía de mercado puede, si no es mediado por
la ética, trastocar la naturaleza de la investigación científica que es mejorar
las condiciones sociales y culturales, elevando así la dignidad de toda
persona.
Asimismo, la
difusión tecnológica y comunicativa para la generación del conocimiento tiene
un elevado impacto sobre la productividad y el empleo, ¿pero qué hay de las
nuevas exclusiones que también genera?, ¿de las acumulaciones excesivas del
capital y la hiperconcentración de las corporaciones de telecomunicaciones?
Esta nueva Sociedad del Conocimiento, también ha traído consigo la destrucción
de empleos y actividades poco cualificadas y posibles de automatizar; una
distribución injusta e inequitativa de la riqueza y los salarios; una falsa
noción de bienestar, mayores brechas educativas que nos permiten hablar de
info-ricos e info-pobres; la obsolescencia del conocimiento a causa de otro
como lo afirmó Schumpeter con su concepto de “destrucción creativa”.
Por ello, a
manera de propuesta y para contrarrestar estas nuevas brechas y desigualdades
derivadas de la Sociedad del Conocimiento se pueden rescatar las orientaciones
dadas por la OCDE: “1) Cambios institucionales y organizativos para fortalecer
los incentivos de inversión en conocimiento; 2) políticas tecnológicas e
industriales que contribuyan a mejorar la eficacia de las empresas; 3) asegurar
el aprendizaje y la formación de los empleados en las nuevas tecnologías; 4)
atención a los mercados emergentes, especialmente a los que proporcionan las
redes de comunicación; 5) favorecer a las empresas con conductas innovadoras;
6) aumentar la productividad a través de la mejoría en la creación, acceso y
distribución del conocimiento; 7) promover el cambio en las organizaciones para
conseguir una dirección basada en el conocimiento; 8) coordinar el desarrollo
humano y tecnológico; 9) estimular las nuevas demandas; 10) fomentar el
potencial creativo y de producción de empleo de las empresas pequeñas y
medianas; y 11) responder al desafío de mantener la cohesión social” (Lucas Marín, 2000, pág. 147) .
Aunado a la
generación ética del conocimiento se deberá cuidar que los modos de difusión y
consumo del conocimiento no pierdan de vista la centralidad de la persona
humana y su dignidad.
Estamos en
la nueva Era Digital del Conocimiento como señala Aguiar (2007, pág.
135) .
El mundo digital y del conocimiento parecen un buen camino; lo que falta, son
caminantes que quieran recorrerlo dignamente y herramientas éticas para
transitarlo de la mejor manera posible.
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