Notas desde el encierro imaginario 20 - Hipermediatizaciones: Hiperconexiones y remediaciones entre signos y palabras

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Textos especializados en Comunicación Digital, Ciencias Sociales, Literatura, Poesía, Humanidades Digitales y Culturas Juveniles. Sitio personal del Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Expresidente de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación, AMIC y Ex presidente del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación.

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martes, 14 de abril de 2020

Notas desde el encierro imaginario 20


La nueva música del mundo

“Luz...
Cuando mis lágrimas te alcancen
la función de mis ojos
ya no será llorar,
sino ver.”
(Colofón, León Felipe).

Desde hace cinco semanas el mundo es otro. Casa se ha vuelto, como siempre en el punto más seguro para hacer y rehacer la vida. El punto de partida y de resguardo. El meta espacio donde se construyen nuestras fidelidades más profundas hacia personas, mascotas y objetos.
            En casa y en la familia se terminan por conformar todos nuestros ritos y rutinas. Nuestro hogar evoca e invoca todas nuestras referencias a la vida comunitaria. Desde ahí anclamos nuestros vínculos con la tierra, con los hombres, con lo inmaterial, lo simbólico y lo sagrado.
            Desde el hogar tendemos nuestras redes más profundas con la existencia. Ahí nos sentimos protegidos; desde ahí inventamos, construimos historia, forjamos civilizaciones.
Dependiendo de la armonía y felicidad que en él se vive se fortalecen nuestros lazos con el entorno. Colonizar nuestro hogar es tejer una membrana, para resguardarnos e involucrarnos con el otro.
            El hogar es la interfaz cultural donde se termina por moldear nuestra personalidad y, por ende, nuestra forma de enfrentar la vida.
            Hoy en México contamos con casi 32 millones de hogares y un promedio de 3.8 personas por hogar. Todos ellos distribuidos en al menos 11 tipos de familia (aunque hoy ya se tienen identificadas 16 estructuras familiares): Papá, mamá y niños (25.8%); mamá sola con hijos (16.8%); papá, mamá y jóvenes (14.6%); familia unipersonal (11.1%); Padres, hijos y otros parientes (9.6%); nido vacío (6.2%); Pareja joven sin hijos (4.7%); co-residentes (4.1%); Familia reconstituida (3.8%); papá, solo con hijos (2.8%); pareja del mismo sexo (0.06%).
            Como bien señala Heriberto López Romo y la clasificación que desarrolló desde el Instituto de Investigaciones Sociales, hemos pasado de las estructuras de familias tradicionales a las de transición y las emergentes.
            Esto quiere decir que en nuestro país tenemos entre 11 y 16 formas muy diversas de vivir el confinamiento. Formas complejas de aproximarnos a esta crisis sanitaria, económica y social.
            El imaginario de pensarnos como una masa uniforme que vive y padece de la misma manera sus dolores y alegrías hoy no tiene cabida.
            Por ello es importante hacer hincapié en que en algunas la dinámica de regreso a la vida pública on line se ha complejizado aún más. Sobre todo, en esos más de nueve millones de hogares donde la jefatura familiar la lleva una mujer que tiene que cumplir con la triple jornada (madre, educadora y trabajadora).
            Si en el hogar tradicional y en aquellos donde varios miembros se distribuyen las acciones de limpieza, alimentación, cuidado del otro se ha complejizado el home office y el home schooling, ni pensar cómo lo estarán viviendo en aquellos hogares monoparentales (18% de la población).
            Desde hace cinco semanas nuestro banco emocional ha experimentado todas sus formas de abono y resistencia. En los distintos hogares se han manejado las emociones desde las formas más solidarias hasta las más violentas. Vivimos bajo una presión extraña, un modo complejo que nuestras generaciones no conocían.
            Una presión fundamentada en el ejercicio y restricción doméstica de nuestras libertades. Desde el encierro aprenderemos nuevamente a fortalecer vínculos y afianzar lealtades. Algunos tendrán que hacerlo en soledad, otros tantos con la fortuna de la compañía.
            La vida que solíamos hacer en comunidad, hoy está replanteando sus formas simbólicas de expresarse y expandirse. Tendremos que aprender formar diversas de solidarizarnos con el otro, de aproximarnos a sus realidades, de entender sus contextos y amplificar nuestras respuestas a sus necesidades psicoemocionales.
            Dieciséis identidades familiares, dieciséis búsquedas, dieciséis rutas de viaje, multiplicadas por las diferencias entre las modalidades urbanas y rurales; redimensionadas desde lo económico y la escolaridad.
            Pensar en el otro desde sus espacios y contextos físicos y simbólicos es un requerimiento para buscar las empatías que llevan a los vínculos comunitarios sanos. Pensar desde el otro será la única forma de salir bien librados de esta contingencia.
            Si no pensamos desde el otro, no entenderemos sus miedos y presiones; difícilmente podremos dimensionar el umbral de sus presiones y el tope de sus resistencias.
            Hoy el tema conciliación familia-trabajo-ocio debe entrar nuevamente a la discusión para revisar cómo encontrar el balance concreto para cada contexto específico. Habrá que entender que necesitamos formas diversas de reordenar el hogar durante y posterior a la pandemia.
            Habrá que pensar cómo lograr la sanidad mental equilibrando todos los momentos de la vida en un mismo espacio psicodemográfico. Tener presente estas nuevas realidades, es tener más clara la tonalidad de la melodía.
            Desde hace cinco semanas el mundo es otro. Y hay que prepararnos para el mundo que viene. Como las placas tectónicas, la vida se está acomodando. En algunos lugares hará erupción, en otros, sólo desprenderá fumarolas.

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