La moral ¿imperfecta? y la redención - Hipermediatizaciones: Hiperconexiones y remediaciones entre signos y palabras

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Textos especializados en Comunicación Digital, Ciencias Sociales, Literatura, Poesía, Humanidades Digitales y Culturas Juveniles. Sitio personal del Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Expresidente de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación, AMIC y Ex presidente del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación.

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lunes, 21 de abril de 2014

La moral ¿imperfecta? y la redención

(El bien y el mal en el pensamiento judío
en el Libro de Job)


Repensar a Job, al bien y al mal en un mundo donde la dimensión espiritual y metafísica cada vez más ocupan un lugar menos importante en la vida del hombre es asunto primordial del quehacer ético
Son pocos los espacios que nos damos para reflexionar sobre el bien y el mal metafísico y el impacto que estos tienen sobre nuestra forma de sopesar la vida. De ahí que para entender a Job, me remita al proceso histórico por el que pasaron algunas revisiones del Antiguo Testamento en el pasado.
Durante 13 siglos nadie dudó de la Revelación y el mensaje trascendental emitido por Las Sagradas Escrituras; no obstante el problema de la conducta moral en los tiempos del Antiguo Testamento, ha generado graves discusiones y apreciaciones del mensaje divino. Desde el punto de vista histórico, existen varias razones que han convertido a la Biblia en blanco predilecto de ataques: una es la enorme difusión que la Biblia tuvo entre los fieles cristianos, en Occidente, durante los trece primeros siglos de nuestra era y el alejamiento que se produjo cuando a partir del siglo XII, la Iglesia tomó medidas restrictivas contra la fácil proliferación de traducciones y ediciones de los libros sagrados y contra su uso incontrolado; lo que motivó muchos abusos. 

Esto llevó, en 1199 al papa Inocencio III, a dirigir dos cartas a la iglesia de Metz en las que se ponía en guardia por “las reuniones secretas entre hombres y mujeres para predicarse los unos a los otros.” En 1229, el sínodo provincial de Toulouse prohibió el uso de las Sagradas Escrituras en lengua vernácula entre los seglares, lo mismo ocurrió en el sínodo de Reims (1230) y se ratificó con el concilio de Tarragona (1235). Una segunda razón del alejamiento fue las exageradas tendencias humanistas del renacimiento durante los siglos XV y XVI, que se encargaron de separar los valores terrenos de los del espíritu; entre el hombre y Dios. A partir del siglo xvi hemos vivido una disgregación progresiva del espíritu cristiano. Los intentos desde la Reforma por regresar a las fuentes bíblicas nos ha hecho caminar entre “las arenas movedizas de la interpretación privada y subjetiva.” Un tercer aspecto tiene que ver con las deficiencias y limitaciones de orden moral que presenta la conducta ética de los tiempos del Antiguo Testamento. Figuras como Marción, Mani, Basilida, Von Harnack, Friedrich Delitzsch, los valentinianos y los gnósticos se dedicaron a sostener que los libros  del AT no provenían de la revelación divina y que eran obra de una potencia inferior y maligna por los fallos morales, reales o imaginarios que presentaba. Por un lado alegaban que Dios era duro y terrible; algunos puntos vinculados con la imagen de este Dios maléfico y amigo de guerras, iracundo y vengativo, que nada sabía de amor ni de bondad; creó y organizó un mundo imperfecto, lleno de frustraciones y limitaciones y es autor de todo mal, tanto físico como moral, aparecen en el libro de Job. Y no es hasta la manifestación de Jesucristo que Dios se vuelve amor y bondad, misericordioso.
Afortunadamente con la promulgación de la Antigua regla de fe y los Statuta Ecclesia antiquae, nos queda clara la postura de la Iglesia al afirmar que el Dios de la ley antigua y la evangélica es el mismo. Cierto dejo antisemita se puede ver en los que se oponen al mensaje total de las sagradas escrituras como palabra de Dios. Si contextualizamos el origen y el fin de un texto sapiensal como es el de Job y el resto del AT, vemos como todo ello es una preparación para entender el mensaje de la salvación de los hombres. Ya el mismo Cristo en el sermón de la montaña nos decía “No he venido a abolir la ley y los profetas. Sino a dar cumplimiento.” En este perfeccionamiento, fortalecimiento situaremos a Job como reflejo de la paciencia de Dios. En el esquema didáctico de la prueba vemos la retribución y sufrimiento de los justos; marco en el que se mueve la moral judía. Es en esta justicia, dimensión equilibrada entre el bien y el mal, donde se perfecciona la fuerza; donde las normas y leyes morales se hacen vigentes y suficientes. En la fe de Job se palpa la responsabilidad individual de cada acto y las consecuencias que de ellas debería asumir todo hombre. Esta retribución o castigo que a muchos confunde por el posible sufrimiento de los justos, se resuelve en la figura de Satán de quien provienen todos los males. Por ello, también los bienes que éste provee son efímeros y sus castigos productos de los pecados por uno cometidos. La ignorancia y la debilidad son elementos de la triada del mal, mientras que el horizonte del bien es el plano de lo trascendente, lo profundo y lo justo.
Un gran misterio se encuentra detrás de la prueba a Job y más misterioso puede resultar al hombre moderno el que un hombre luche desesperadamente para encontrar al Dios bueno que se oculta tras de ello. Y es que hemos olvidado que en la espera y la persistencia se da la revelación y la recompensa, tal como en el actuar humano ante el bien y el mal se desencadena una consecuencia.
Bien y mal movidos en el fondo del corazón humano por dos fuerzas que se sopesan ante la justicia. Consecuencias ambas de un actuar humano, no por fuerza del destino. Es el hombre, como Job, quien escoge y decide “qué es lo que le conviene”. El Satán y el Dios de Job sólo ponen las condiciones; es el hombre quien opta por ellas. 
¿Dónde está la imperfección moral que tanto reclamaron los herejes? ¿No es acaso parte de la tradición cristiana el reafirmar al individuo, el construir la moral en las dimensiones de la libertad y la rectitud siempre optando por aquello que lo hace ser más hombre?
Vaya prueba la de Job, demostrar al ser humano los beneficios de la purificación y la santidad. Job sabe que todo lo tuvo, pero no todo lo perdió; no perdió a su Dios, porque esa conciencia del bien fue la que no hizo vana la luz. El mismo Job lo dice: “¿Qué es el hombre para que tanto de él te ocupes?” Quizá para los herejes no es mucho, pero para Job es una muestra más de que Dios, como el bien y el mal, están ahí.


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