El mundo es pasión alentadora y nos cautiva. A todos, como adolescentes en busca de identidad, no llena el ir encontrando casa, arraigo y pertenencia en el horizonte de lo mundano. Una fragancia, una textura, un color, una prenda, un elemento que dé sentido a la existencia. Un sólo objeto de culto y veneración. Estar a la moda nos hace pertenecer. Nos enmarca en la orientación obsesiva de los críticos y sociólogos que, con actitud taxonómica, se manifiestan a favor de que cada persona pertenezca a un grupo, el grupo a una comunidad, las comunidades a una cultura y las culturas a un todo; a un centro unificador. Y así es. Todos buscamos pertenecer; ser identificados con algo o con alguien. A todos nos gusta estar en la mira del otro.
Estar in o out , puede ser nuestro infierno o nuestra salvación. ¿Quién dijo que el infierno no son los otros? O qué, ¿a quién gusta ser llamado inadaptado social, anticuado o anticuario? Gastón Bachelard calificó a las nuevas generaciones de coleccionistas por su constante apología y veneración a los objetos.
Etiqueta sobre etiqueta. El mundo de lo efímero sobre lo superfluo. La moda surge y permanece mientras nos identificamos con ella. Y como toda materia provista de flujo continuo, con el paso de los días se desvanece.
Y así pasó de su historia particular a la de nuestras generaciones, en específico la X. La Generación X se extendió a lo largo de los cuatro puntos cardinales gracias a la obstinación del periodista Douglas Coupland quien intentó dar nombre y clasificación a una generación carente de tipologías o grandes hazañas. La generación beat , la hippie , la punk , los minimalistas , los yuppies , los posmodernos , losbaby boomers , todos tenían un lugar en la gran caverna de las tribus urbanas. Todos excepto los decadents de los ochenta; esos 46 millones de muchachos: negros, asiáticos, hispanos y blancos que pasaban por la más infame de las guerras: la interna.
Esos hijos malditos de las parejas separadas, de los unworkoholic , de recesiones económicas y guerras interétnicas, se hizo moda porque moda era encontrar, a fin de milenio, un Mesías, un salvador, alguien que devolviera al mundo la esperanza. La juventud postyuppie necesitaba tener nombre y ser reconocida por algo. Y así fue, se reconocieron precisamente porque no había nada que los distinguiera. El desencanto, el desprendimiento, la falta de identificación los llevó a despreciar la lucha política, las manifestaciones, las comunas y todo lo que habían sembrado sus antecesores.
La moda impuesta por los X era un reflejo de su indiferencia y falta de compromiso: ropas ceñidas a los estándares del trabajo, mezcla de las prendas de los leñadores, con las descompuestas envolturas de los obreros y los homeless ; camisas de franela, botas industriales, jeans raídos, enormes y flotantes pantalones de pana, tatuajes, perforaciones, el grunge , los raves y su actitud “rara”. Esta moda no moda, anti-moda, no es resultado ni de la manipulación ni de la publicidad.
Los X's o busters han superado el consumismo compulsivo de los desorientados. Contrariamente a su entorno, fueron enseñados desde pequeños a ir al supermercado y seleccionar. Optan por lo necesario y desechan aquello que carezca de efectividad. Su poder de compra es enorme ya que 54% de los jóvenes de entre los 18 y 29 años siguen viviendo en casa de sus padres.
Los X's piensan librarse de los lazos comerciales de las pasadas décadas (pero no de sus modas y costumbres), censurando la manipulación y la hipocresía.
Los X's, han extendido alrededor del mundo su cine, sus diseños y su música. Este último es el más difundido de sus medios.
Esta es su moda y la que se pensaba que iba a ser con la que cerráramos el milenio. Y sin duda, nuevamente nos equivocamos.
Jorge Alberto Hidalgo Toledo