Jorge Alberto Hidalgo Toledo. jhidalgo@anahuac.mx
Resumen:
Pre-mediar, mediar, remediar, hipermediar. La interfaz es el eje de la producción simbólica de la
era digital. Es la clave de la compleja red de interacciones
simbólicas que establece el usuario con la realidad, con otros usuarios, con el
diseñador y el programador. Es una
prótesis metacomunicacional, una extensión artificial del cuerpo y el
intelecto. Ha sido diseñada
para satisfacer en modo trasparente, la necesidad de percepción, conexión,
socialización, reconocimiento, representación, cognición, e interpretación
entre el enunciador y el enunciatario; entre el diseñador y el usuario. La
interfaz busca la empatía semántica y discursiva entre el emisor y el receptor.
Su naturaleza perceptiva, conversacional e interpretativa expande los códigos
de transmisión y comunicación, contrae la distancia entre los interlocutores y
establece nuevas conexiones, nuevas redes de comunicación. La interfaz como
herramienta de comunicación, constituye distintas facetas de un mismo modo de
relación con la realidad de nuestra cultura. Codifica y materializa; representa
simbólicamente el cosmos contextual entre los interactuantes. La interfaz
simboliza un programa a través del cual vemos y decodificamos el mundo. La
interacción con la interfaz, al darse en el terreno de lo simbólico, impulsa
relaciones existenciales en las que se implican nuestras creencias y nuestro
destino. El presente texto retoma la metáfora del médium y explora: 1) la ontología de la interfaz, proponiendo una
triada categórica (Orgánicas o instrumentales, Sociales o conversacionales y Espaciales
u objetuales); 2) el rol desempeñado en el proceso de mediación simbólica de la
realidad en la era digital; 3) se analizan las condiciones de interacción entre
el usuario y la interfaz; y 4) los modos en que se establecen las relaciones y
procesos de reconocimiento en las redes sociales como Facebook.
Palabras
clave: Interfaz, Interacción digital, Nuevas
tecnologías, Nuevos medios, Facebook.
Interfaz y comunicación:
La compleja red de intermediaciones significativas en la era digital
“La era electrónica… angeliza al hombre, lo
descarna. Lo convierte en Software”
(Marshall McLuhan)
El médium
y el fantasma
En pleno Siglo de la
ciencia, un año antes de la explosión de la Revolución Industrial, en el
corazón de un país que se sacudía al tenor del gigantismo industrial, en el
seno de una granja americana de Hydesville, Nueva York, la familia Fox fue
testigo del desplazamiento de objetos (sin que hayan tenido contacto con
persona alguna) y de golpes misteriosos en muebles y paredes. La noche del 2 de
diciembre de 1847, las hijas del pastor metodista John Fox escucharon por
primera vez una serie de ruidos con cierta periodicidad y sin causa aparente.
El 31 de marzo de 1848, treinta minutos antes de la media noche, los golpes se
manifestaron con una intensidad tenebrosa prolongándose hasta las primeras
horas de la madrugada. En medio del estruendo, Margaret y Kate Fox, desafiaron
a las fuerzas que provocaban el aterrorizante repiqueteo e irrumpieron una
frontera hasta entonces infranqueable. Valiéndose de un código preciso (un
golpe para el “Sí”, dos para el “No” y un golpe correspondiente a cada letra
del alfabeto latino) entraron en comunicación con un mundo oscuro e intangible.
Con ese nuevo alfabeto de carácter
telegráfico, nació el espiritismo en Estados Unidos. Eran los grandes días del
ferrocarril, el barco de vapor, el boom
de las mentes cientificistas y el querer explicar el mundo ya no sólo con la
razón sino con la ayuda de la lógica y el método. Esa tendencia, convertida en
moda, fascinó al físico William Crookes, fundador de la revista de divulgación Chemical News, Editor del Quarterly Journal for Science, miembro
de la Royal Society, descubridor del elemento químico Talio (1861), inventor
del radiómetro, investigador de los
rayos catódicos –mismos que hicieron posible la televisión- y autor del
artículo “Spiritualism Viewed by the Light of Modern Science”[1]. Los estudios de Crookes
registran con particular pasión el caso de Florence Cook y la materialización
del fantasma de Katie King[2], de quien obtuvo una
estremecedora serie de fotografías que conmovieron a la comunidad científica de
la época y trastornaron la imaginación popular.
Allan Kardec, fundador de la Revue Spirite, la Société Parisienne
d’Etudes Spirites y autor del Libro de
los espíritus (1857), fue quien se encargó de teorizar sobre estos seres
humanos despojados de su cuerpo físico. En su texto, Kardec da cuenta de un
nuevo sujeto, el intermediario: el médium,
“el ser, el individuo que sirve de lazo para que los espíritus puedan
comunicarse con los hombres. Sin médium
no hay comunicación tangible, mental y física… de ninguna clase” (Hutin, 2001:
377).
El hombre descarnado, la evocación
de los ausentes, el contacto como un fin en sí, la necesidad de probar la
existencia de un más allá en el que subsiste la personalidad, la búsqueda de un
mundo en el que los espíritus conservan todos los rasgos de los humanos: el
cuerpo, el sexo e incluso los vestidos. La encarnación de la imagen como
reflejo de la sincera esperanza de obtener un contacto directo con los
ausentes. La lógica de la imagen y los trabajos de Crookes, no eran otra cosa
más que la demostración experimental de la esencia de la comunicación: hacer
tangible, lo intangible; hacer presente a los ausentes.
La encarnación del sujeto en la palabra
Thot, dios de la
escritura, de las bibliotecas y de la lengua, era reconocido como el escriba
divino que tomaba nota del peso de las almas cuando entraban en los infiernos.
Como dios de la escritura inventó todas las palabras y codificó las ceremonias
que transforman a los muertos en espíritus. Él era el señor de las palabras,
según el Fedro de Platón. Thot,
buscaba hacer más sabios a los hombres; de extender su memoria, y es que la
palabra ayuda a aprender y retener.
El
nacimiento de la escritura, está ligado a la necesidad de atrapar y retener el
pensamiento; de tender una telaraña con los ojos y hacer comprensible el mundo.
La escritura aceleró el proceso de la experiencia y la civilización. Sincronizó
la vista, la voz, el oído y la imaginación. La escritura re-semantizó los
procesos de socialización, pluralizó la continuidad de la cultura. La palabra
hizo presente al mundo, dio nombre a la existencia, concretizó la
individuación. La escritura encarnó al significado, le dio forma y
articulación. El significante, al igual que el fantasma, requirió de un médium para dar señales de vida, después
de la vida sígnica. Esa es la lógica seriada de la mediación y la interfaz
según Pierre Lévy: la pluma-el alfabeto-el papel; hoy día, la mente-el
ordenador-y la mano.
El progreso de la alfabetización y
la educación escolar, afirma Alain Corbin (2001), tejió una nueva relación
entre el individuo, su nombre propio y su patronímico. Así, el hombre grabó su
nombre en servilletas, cuadernos, en bordados, en las actas matrimoniales. La
escritura favoreció al individualismo y el retrato satisfizo el anhelo de
igualdad. La imagen de uno mismo como instrumento de presencia; de poder.
La
fotografía como la nueva escritura, como concreción de la fijación, de la
posesión, del poder comunicar la propia imagen y avivar el sentimiento de la
importancia de uno mismo. Representación y posesión, teatralización, extensión
de la memoria.
William
Crookes, aisló las señas de la memoria y posibilitó algo más que la posesión
simbólica del otro. Al emplear la imagen como testigo mediático de la acción
del médium, canalizó los flujos
sentimentales, resignificó la esencia orgánica de la persona, modificó “las
condiciones psicológicas de la ausencia” (Corbin, 2001: 403) y “dio permanencia
a los sentimientos cotidianos” (McLuhan, 1989: 238).
Angustia,
remordimiento, pérdida, desaparición, deseo, invocación, permanencia y
recuerdo. El médium, como el medio,
manifiesta la voluntad de perpetuar, de imprimir en el mundo la propia huella.
Ya lo decía Marshall McLuhan, la fotografía fue decisiva para el paso del Hombre Tipográfico al Hombre Gráfico.
Imagen
versus palabra, ambas ilusión y fantasía: usurpadoras del corazón, del núcleo y
la sustancia de los seres; registro de gestos y sonidos, de experiencias
reveladoras de secretos.
El médium delinea y afirma; declara,
verbaliza, hace presente el mundo interior. Ante la metáfora de las hermanas
Fox y la invasión del panorama interior se afirma una nueva sintaxis: la del
intermediario, de la interfaz; la de la mente que hace presente los gestos y
posturas de los ausentes.
La
convergencia de la escritura y la imagen han detonado lenguajes inimaginables.
El médium, el fantasma y la
fotografía convergieron, los nuevos medios se contaminaron con las viejas prácticas.
Así como nos recuerda Carlos Scolari (2008) al más puro estilo mcluhaniano, un
medio se representó dentro de otro. He ahí la remedación (remediation) de Bolter y Grusin: la transparencia del fantasma y la
opacidad de la imagen fotográfica; la nueva realidad ocultando su dispositivo
(Bolter y Grusin, 2000). Unos que se quedan con la experiencia fantasmal y
otros con la fascinación mediática de la fotografía. El médium como interfaz desaparece y la interacción espectral se
vuelve un proceso natural. El médium
como constructor de significados, como articulador de complejos signos y
significaciones.
La interacción digital de los fantasmas
El médium como interfaz ha establecido una
compleja red de interacciones simbólicas. Hoy, dichas interacciones fluyen
entre hombre y hombre, entre el hombre y las máquinas digitales. Cada conexión
de interacciones reconfigura semánticamente el contexto donde se da la
recepción. La interfaz, el médium de
la era digital, es una prótesis metacomunicacional, una extensión artificial
del cuerpo y el intelecto (Scolari, 2004) diseñada para satisfacer en modo
trasparente, la necesidad de percepción, conexión, socialización, reconocimiento,
representación, cognición, e interpretación entre el enunciador y el
enunciatario; entre el diseñador y el usuario.
La interfaz busca la empatía
semántica y discursiva entre el emisor y el receptor. Su naturaleza perceptiva,
conversacional e interpretativa expande los códigos de transmisión y
comunicación, contrae la distancia entre los interlocutores y establece nuevas
conexiones, nuevas redes de comunicación.
El intercambio al que apela la
interfaz no se limita a la conexión conversacional del hardware; por el contrario, el poner en sintonía a los
interactuantes es la síntesis simbólica de procesos, reglas, convenciones,
identidades y valores en común. Ello la convierte, como señala Pierre Lévy, en
una dinámica y compleja red cognitiva de interacciones capaz de modelar nuestra
percepción, pensamientos y acciones.
Existen pues, diversas categorías
para la comprensión de las interfaces[3]:
1.
Orgánicas o instrumentales. De naturaleza adaptativa, evolutiva y que operan como
extensión del hombre y sus sentidos (McLuhan, 1989). Ejemplo, el lápiz como
extensión de la mente; la radio como extensión de la voz. Esta
antropomorfización emplea códigos afines al sujeto volviendo el proceso
totalmente transparente actuando como prótesis simbólica.
2.
Sociocultural o conversacionales. Que expanden las prácticas sociales y culturales de
comunicación y significación. La interacción misma es diálogo e intercambio
simbólico. Ejemplo: el libro como amplificador de la cultura; la imagen como
práctica expansiva de la religión en la Edad Media. Estas interfaces multiplican
los medios y borran cualquier evidencia de mediación (Bolter y Grusin, 2000)
3.
Espaciales u objetuales. Referidas como espacio y soporte de la interacción. La
interfaz traduce e interconecta al sujeto enunciador y al sujeto enunciatario. Ejemplo:
el teléfono celular o el ordenador. Este tipo de interfaz son un programa de
relación comunicativa; el lugar de los encuentros (Winston, 1998).
La interfaz es el eje de la producción simbólica de la era digital. Es
el modo de extensión de nuestros órganos sensoriales; de nuestros modos de
captar el mundo, interpretarlo y semantizarlo. El usuario (emisor y receptor)
se vuelve parte de la interfaz al usarla. Esa es la condición del médium.
Particularmente los nuevos medios, intentan
conjugar la triada ontológica de la interfaz: son un espacio instrumental de
conversación y significación. Y es que toda interfaz se ha convertido en la
síntesis de: 1) las competencias científicas de su tiempo; 2) los valores,
tradiciones y preocupaciones de la esfera social; 3) las ideaciones o fuerzas
mentales (creatividad, intuición, imaginación, voluntad); 4) las fuerzas o
coacciones que impulsan o inhiben el desarrollo de las tecnologías; 5) los prototipos;
5) los aceleradores o necesidades sociales supervenientes; 6) las invenciones; 7)
los frenos o leyes de supresión de una potencialidad radical; 8) la adopción de
la interfaz como desarrollo tecnológico (Winston, 1998) (Gráfico 1).
Gráfico 1
Modelo de desarrollo tecnológico/interfaz
Fuente:
Winston, 1998
Bajo esta óptica, la interfaz como
herramienta de comunicación, constituye distintas facetas de un mismo modo de
relación con la realidad de nuestra cultura. Codifica y materializa; representa
simbólicamente el cosmos contextual entre los interactuantes. La interfaz
simboliza un programa a través del cual vemos y decodificamos el mundo
(González, 2005). Es el instrumento que hace cognoscible lo simbólico y permite
controlarlo; que facilita la correspondencia simbólica.
La
interacción con la interfaz, al darse en el terreno de lo simbólico, impulsa
relaciones existenciales en las que se implican nuestras creencias y nuestro
destino. El espacio en el que se da la interacción hace evidente la noción
heidegeriana de estar en el mundo,
por permitir la experiencia del mundo. Vivimos y entendemos el mundo desde la
mediación que permite la interfaz.
La
interfaz da la impresión de establecer relaciones encarnadas con aquello que
nos vincula; amplifica el camino de percepción; extiende la experiencia y
reduce las presencias. La interfaz posibilita la relación hermenéutica en la
que toda interacción se vuelve sujeta de interpretaciones (Ihde, 1979).
¿Existen
experiencias sin mediación? Don Ihde diría que no, que en la tecnosfera en la
que nos encontramos, toda experiencia y vía de autoexpresión está mediada. Esos
son los terrenos de la interacción, pues la interfaz, parafraseando a Emanuel
Monier, más que una extensión de nuestro cuerpo es la evolución de nuestro
lenguaje (Citado en Ihde, 1979). Y si el lenguaje, como decía Hidegger es un
modo de ser y estar en el mundo, las
nuevas generaciones, viven y están en el mundo desde la realidad mediatizada.
Así
pues, las imágenes de Crookes dejaron entrever a la interfaz como un
metaprograma que hizo transparente, nítido, exacto y objetivo lo representado;
en pocas palabras, exorcizó lo imaginado. Lo trajo a la luz, lo automatizó, le
dio noción de reproductibilidad, control, fiabilidad y racionalidad. La
mecanicidad de la interfaz, como señala Laura González Flores más que dejar
huella de la realidad, es testimonio de un concepto (González, 2005).
En
síntesis, la interfaz es un metacódigo, una superficie significativa que hace
que “algo” se vuelva fenómeno y conceptos imaginables para nosotros; lo
registra, lo abstrae, lo reduce, lo vuelve susceptible de interpretación. Su
magia está en transformar nuestros conceptos respecto del mundo exterior
(Fleusser, 1990). Como prolongación de los órganos humanos, la interfaz es una
simulación, que no sólo capta al mundo sino que pretende cambiar nuestro
significado del mundo. Por ende, su intención es meramente simbólica.
La interfaz y las representaciones
La lógica de la
interfaz es la mediación: el contar con una concepción previa a la mediación
(premediación[4]);
el establecer un punto de contacto entre lo que se percibe y lo representado
(inmediación[5]);
el transferir la experiencia de una persona a otra (mediación); la actualización
de un mensaje previamente mediado (re-mediación[6]); la fragmentación de un
mensaje mediado y su multirepresentación (hipermediación[7]). (Gráfico 2).
Gráfico 2
La multimediación o mediaciones múltiples
Fuente:
Propia
La
interfaz en la era digital opera en una lógica de las multimediaciones
estableciendo una red cognitiva de interacciones simbólicas con agentes
axiológicos perceptivos, semantizadores y socializadores (Sujetos). Los
sentidos, el lenguaje y los nuevos soportes, son, a su vez, instrumentos
semantizadores expresivos, conversacionales explicativos y expansivos. La
interfaz como metamédium, prótesis
simbólica actúa en modo transparente, bajo la ilusión perceptiva, con
autonomía, autosuficiencia, extensionismo y narcosis (Ver gráfico 2).
El
hombre en su vital necesidad de comunicarse ha establecido mediaciones
múltiples para la representación de la realidad. Los medios han cumplido con
esa necesidad por transferir las experiencias psicosensoriales a los otros. Las
interfaces han encarnado ese deseo de mediación. Las actuales tecnologías de
información y comunicación han extendido esa condición de poder y ubiquidad.
Entre más pueda dotar de sentido y de realidad una interfaz, más potente será
su grado de adopción. Su grado de verosimilitud y eficacia está en
teletransportar al usuario ante lo representado y desvanecerse en el acto de
representación.
Los nuevos medios, no sólo han
venido a re-actualizar y remodelar los mensajes previamente mediados, sino que
además ofrecen la posibilidad de que un mismo sujeto receptor se torne en
emisor a través soportes múltiples empleando códigos diversos modificando en sí
mismo el proceso de la comunicación. Este acto de hipermediación se torna en sí
mismo un desafío perceptivo/cognitivo y en una redefinición del proceso de
mediación producto del poder inmersivo de estos nuevos medios. Dijeran Bolter y
Grusin “lo que realmente es nuevo en los nuevos medios son los modos
particulares con los que remodelan los viejos medios y el modo en que los
viejos medios se remodelan a sí mismos para responder al desafío de los nuevos
medios”. (2000: 15).
Los hipermedios, no buscan en sí
mismos imitar la realidad sino la experiencia creada por los antiguos medios.
Buscan dar la sensación de inmersión e interacción no con el objeto sin con el
sujeto dialógico. Entre el médium y
lo representado se establece una nueva lógica discursiva. El sujeto busca como
el médium disolver por completo la
interfaz y ser él el que resignifique la realidad. La interacción hipermediada
articula los espacios múltiples entre múltiples usuarios y múltiples
plataformas. Así, las nuevas interfaces, traducen, transforman, articulan
varios sistemas narrativos, estéticos y transfieren permitiendo un intercambio
multidireccional de cualquier tipo de mensajes.
La
interfaz deja entrever que el fin último de los interactúantes no es la puesta
en escena sino la hiperconexión y como señala Lev Manovich vivir el “presente
permanente” (2005: 111). El meta-objetivo es la interacción. El saberse nodos
para la comprensión de la realidad. En esa realidad los usuarios, perciben,
actúan, responden, crean nuevas experiencias, cohabitan. La interfaz, permite,
como el lenguaje, habitar dentro de él. Es el no lugar por excelencia en la era digital. Es el espacio simbólico
en el que se realizan las interacciones del hombre con el hombre y no con la
máquina como se creía. “Las interfaces son formas diferenciadas de registrar la
memoria y la experiencia humana, mecanismos para el intercambio cultural y
social de información” (Manovich, 2005: 123).
El
contenido, la interfaz y el individuo se funden en una sola entidad (Manovich,
2005: 116). La interfaz permite vivir las experiencias como si se estuviera en
el mundo real; expande la experiencia de realidad y multiplica la acción
comunicativa. Dijera Carlos Scolari, “La interfaz es simultáneamente lugar,
prótesis y comunicación” (2004: 81).
La
interfaz como procesador de símbolos, permite hoy la manipulación de múltiples
formatos, pero sobre todo, filtra la cultura y mediatiza toda producción
artística, comunicativa y cultural. La interfaz actúa como “código que
transporta mensajes culturales en una diversidad de soportes” (Manovich, 2005:
113); por tanto no es neutral, afecta todo mensaje que en ella se transmite
suministrando un modelo del mundo, un sistema lógico e ideología. La interfaz
es transparente pero su código no. Un triple código se oculta en la interfaz:
el del que desarrolla la interfaz, el que la usa para emitir y el que decodifica
lo que recibe. Los nuevos medios son máquinas mediáticas universales que
almacenan, distribuyen y permiten acceder a todos los medios; interactuar con
ellos es “interactuar con la cultura codificada en forma digital” (Manovich,
2005: 120).
¿Es el médium
el mensaje?
La red hoy transporta
átomos y los vuelve bits, pixeles, fantasmas, representaciones digitales de
personas, mundos, sentimientos y palabras. El ser físico hoy se reproduce en el
ser digital (Negroponte, 1997); nace de la tierra, se extiende por el éter,
intercambia de lugares y se traslada por la red. ¿El médium es el mensaje? Es el que condensa la información, redefine
la presentación, la vuelve concreta, la muestra a los ojos y la expande por la
cabeza. Sin embargo, la red como un conjunto de médiums interconectados, reordena los fragmentos del fantasma.
Nicholas
Negroponte afirma, “en un mundo digital el medio no es el mensaje, sino una
encarnación de éste” (1997: 93). El médium
es el fantasma, el médium es el
espectador. El médium es hardware y el fantasma simple software.
Facebook
como interfaz vuelve redundante al médium
y al fantasma. Como las fotografías de Crookes. En esa ouija digital
interactúan los espectros y los mediadores. En ese tablero digitalizador todo
se vuelve presente. Uno invoca y ante el llamado alguien en concreto se hace
presente: frases de mensaje se encuentran con frases de respuesta. Viajeros perdidos
regresan con los años, los recuerdos de la infancia de pronto aparecen y se
tornan fotografía que nadie recuerda haber tomado pero que materializan la
memoria. De la nada regresan los desaparecidos. La arquitectura de lo real
pareciera no tener cabida; de pronto, de la nada la interfaz nos pone en
comunicación con los incomunicados, con los ausentes, con los que el tiempo
había desaparecido, incluso de la memoria.
En
la red todos son descarnados y la comunicación se vuelve extrasensorial;
banquete de la memoria. Facebook ha hecho que parezcan tan real, los propios
fantasmas, o incluso más que la propia realidad. Así como la materialización
del fantasma de Katie King, Facebook provoca la sensación de estar ahí:
telepresencia humana digital en tiempo real; invocación y posibilidad de dar
forma real, de manifestar a los desencarnados.
En
Facebook la simbiosis imagen-palabra; sujeto-interactores; médium-fantasma, deja ver que la vieja gramática está muriendo
(Levinson, 2010), que el amigo imaginario es producto de la batalla de los
sentidos tecnológicamente prolongados, que la supuesta percepción
extrasensorial es producto de la articulación de la vista y la voz.
Facebook
es hoy la síntesis de las interfaces; en ella se concretizan las múltiples
mediaciones, las vías de organización de la información, presentarla al
usuario, relacionarla en tiempo, espacio y estructura con otras experiencias
humanas; con variadas formas de acceder a la información; con complejos
procesos de socialización; con sistemas de control; con tradiciones culturales
y mecanismos para el intercambio cultural y social de información. Permite,
como el médium tener contacto con el fantasma y comunicar todo lo que parecía
estar destinado a callarse.
Melville
Bell, padre de Alexander Graham Bell, pasó toda su vida tratando de hacer
visible el habla, Facebook sacó a la luz a los que estaban ocultos y nos puso
en sintonía con los desconocidos. En ese espacio virtual se ha hecho visible el
habla. Mirar y casi tocar es posible. El protocolo de la invocación es tan
sencillo como dar un click con los
nudillos digitales en el muro y escribir “estoy aquí”. El fantasma como
parásito del médium exige de su
relación una nueva mediación. Una hipermediación que en Facebook se ha
materializado como co-evolución entre usuario y tecnología, como simbiosis
entre lo interior y lo exterior; entre lo real y lo ficticio, entre el tiempo y
el espacio, entre la proximidad y la presencia, entre el habla y el hablante,
entre la creación y lo creado, entre lo comunicable y lo comunicado, entre el médium y el fantasma.
El
terreno de las apariciones ya no es el cementerio, el sepulturero se ha ido; el
fantasma fluye por la red en busca de su médium.
Referencias
Bolter, J. D. y
Grusin, R. (2000). Remediation: understanding New media EUA: MIT Press.
Corbin, A. (2001). “Entre Bastidores” en Riès, P., Duby, G. Historia de la vida privada: 4. De la
Revolución Francesa a la Primera Guerra Mundial. España: Taurus Minor
Flusser, V. (1990). Hacia una filosofía de la fotografía.
México: Trillas
González Flores, L.
(2005). Fotografía y pintura: ¿Dos medios
diferentes? Barcelona: Gustavo Gili
Hutin, S. (2001). “El
espiritismo y la sociedad teosófica” en Puech, H. C., Las religiones constituidas en occidente y sus contracorrientes II.
Historia de las religiones. México: Siglo XXI
Ihde, D. (1979). Technics and praxis. Boston, EUA: Palla
Levinson, P. (2010). New New Media. USA: Penguin Academics.
Levy, P. (2007). Cibercultura. La cultura de la sociedad digital. Barcelona y México: Antrophos Editorial y
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Manovich, L. (2005). El lenguaje de los nuevos medios de
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McLuhan, M. (1989). La comprensión de los medios como las
extensiones del hombre. México: Diana
Negroponte, N. (1997).
El mundo digital. España: Ediciones B
Russell Neuman, W.
(2010) “Theories of media evolution” en Russell Neuman, W. (Ed.). Media, Technology and society: theories of
media evolution. Draft Manuscript, Michigan: University of Michigan Press
Scolari, C. (2004). Hacer clic: Hacia una sociosemiótica de las
interacciones digitales. España: Gedisa
Scolari, C. (2008). Hipermediaciones: Elementos para una Teoría
de la Comunicación Digital Interactiva. España: Gedisa
Winston, B. (1998),
Media technology and Society: a history: from the telegraph to the internet. EUA:
Routledge.
* Jorge Alberto Hidalgo Toledo. Lic. En
Comunicación, Maestro en Humanidades, Estudiante del Doctorado en Comunicación
Aplicada por la Universidad Anáhuac. Titular de la Cátedra Televisa en
Innovación en Contenidos y Titular de la Cátedra FISAC-Anáhuac en comunicación
para la responsabilidad ante el consumo. Investigador Titular del Centro de
Investigación para la Comunicación Aplicada (CICA), de la Escuela de
Comunicación de la Universidad Anáhuac. Director de Medios de Global Content.
Actualmente es Coordinador de la Licenciatura en Comunicación de la Facultad de
Comunicación de la Universidad Anáhuac. Es
Coautor de los libros: Signo
Vital: Comunicación estratégica para la promoción de la salud (2011) y Comunicación Masiva en Hispanoamérica:
Cultura y literatura mediática (2005). jhidalgo@anahuac.mx
[1] Britannica (2011) Florence Cook
& The enigmatic Katie King, recuperado el 15 de abril de 2011 en http://www.britannica.com/EBchecked/topic/143944/Sir-William-Crookes
[2] Taylor, T (2011) Sir William Crookes,
recuperado el 15 de abril de 2011 en http://www.prairieghosts.com/florence.html
[3] Carlos
Scolari, identifica cuatro: “1) la interfaz como diálogo persona-ordenador (metáfora conversacional); 2) interfaz
como extensión o prótesis del cuerpo del usuario (metáfora instrumental); 3) interfaz como superficie osmótica que
separa / permite el intercambio hombre-computadora (metáfora superficial); 4) interfaz como entorno de interacción
hombre-computadora (metáfora espacial)”
(Scolari, 2004: 83); mientras que Lev Manovich agrega la noción de interfaz cultural y la interfaz entre el
hombre y el ordenador o interfaz de
usuario.
[4] Entiéndase
por pre-mediación la construcción
mental previa con la que el sujeto se aproxima a una realidad, objeto o
concepto que habrá de ser mediado.
[5] Léase el
proceso de inmediación como la
ilusión de representación realista; de sentido de presencia. Esta percepción se
logra por la sincronía de los sentidos que de modo automático, interactivo y
transparente eliminan el acto de representación. Bolter y Grusin (2000: 30) la
definen como “la familia de creencias y prácticas que se expresan de manera
diferente en distintos momentos entre los diversos grupos y nuestra rápida
percepción que no puede hacer justicia a esta variedad”. La inmediación implica
llenar el campo de visión del receptor de forma natural sin generar ruptura;
tal como ocurre en la experiencia visual diaria.
[6] Se retoma la
noción de re-mediación como la
actualización de una representación; el objeto percibido se revitaliza, se
refresca, se remodela, se re-embellece. Se busca completar el proceso de
mediación generando nuevos nodos de continuidad.
[7] Se entiende
por hipermediación la
multirepresentación de textos, gráficos, sonidos, animaciones, videos… dentro
de una misma interfaz en modo fragmentado, indeterminado, heterogéneo y dando
mayor énfasis al proceso o a la acción más que al objeto terminado.