Notas desde el encierro imaginario 26 - Hipermediatizaciones: Hiperconexiones y remediaciones entre signos y palabras

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Textos especializados en Comunicación Digital, Ciencias Sociales, Literatura, Poesía, Humanidades Digitales y Culturas Juveniles. Sitio personal del Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Expresidente de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación, AMIC y Ex presidente del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación.

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lunes, 27 de abril de 2020

Notas desde el encierro imaginario 26


Moments

“Entro en una gasa letárgica
hecha de fantasma y Purgatorio.
Está detrás de una velocidad de párpado
la fractura de una Afirmación.
Pero yo nada puedo ya afirmar
en esta ensordecedora negociación
de bien, mal, política, moralidad.
Entro y salgo de vestiduras tensas,
la Afirmación me enardece:
debo escoger, tomar partido,
pronunciar una sentencia
y mantener los ojos abiertos.
Entro luego en ámbito
de arenas evangélicas,
veo sombras de manos y huelo
el vibrante viático de mi Hermano.
Salgo a los dédalos del mundo.
No renunciaré a este entrar y salir.
No escucharé las Órdenes. Tendré,
entre los fantasmas y los purgatorios,
sobre el calor de las manos que proyectan
esta sombra de un collar blanco,
la dávida necesaria. Sostendré,
al entrar y salir, el peso de una chispa
que sale de una gota o un río de sangre
-todo lo que me une a esto
y a lo otro, diminutivamente
a mi hermano, al mundo.”.
(El peso de una chispa, David Huerta).

Desde hace siete semanas el mundo es otro. Nos hemos llenado de conexiones y mensajes; nos saturamos de noticias y series de televisión. Estamos plagados de estadísticas y memes.
            Ya todos pasamos por los ciclos del encierro: incredulidad, idealización, romanticismo, saturación, hartazgo, resistencia, alarma, agotamiento, aturdimiento, resignación.
            Desde hace siete semanas los medios han jugado un papel primordial para mantener nuestro equilibrio emocional durante estos días de confinamiento sanitario.
A través de ellos nos hemos enterado al instante de lo que ocurre en todos los rincones del planeta. Por ellos, sabemos todas las pruebas de laboratorio que están implementando para que contemos con una vacuna pronto para tratar el Covid 19; nos enteramos de la muerte de científicos, artistas, escritores, cineastas y celebridades; tenemos la posibilidad de conocer virtualmente todos los museos del mundo y escuchar conciertos via streaming a cualquier hora del día; discutimos los fallos en las políticas públicas para hacer frente a los estragos económicos que dejará mundialmente la pandemia; hacemos pedidos al súper mercado para que nos los entreguen en la puerta de la casa; accedemos a catálogos enormes de películas, series, canciones y libros digitalizados; recibimos clases y podemos continuar con nuestros procesos formativos.
Los Hipermedios hoy nos han permitido continuar con casi todas nuestras actividades cotidianas. Por ellos la vida se tornó un continuum entre el mundo off line y on line. Nuestra vida postline depende de ellos para poder llevar los días y las noches en el encierro.
Hoy todos nuestros miedos son saciados, alimentados y amplificados desde los medios.
Nuestros temores por el futuro que viene y la ansiedad por no controlar el presente que vivimos, también se alimenta de ellos.
La vida es una secuencia de momentos. De lugares, espacios y hechos que ocupan un lugar significativo en nuestras mentes y recuerdos. Son hiperobjetos que acumulan sentido; que resignifican la existencia. En ellos depositamos nuestros recuerdos, nuestras emociones, nuestros anhelos. En esos momentos, objetos simbólicos, está depositada nuestra vida.
Cada etapa de nuestra historia, desde hace algunos siglos contó con medios propios para construirlos y narrarlos. Las guerras de finales del siglo XIX se apoyaron del telégrafo, las Revoluciones de inicios del siglo XX de la fotografía, la prensa fue la voz de la Primer Guerra Mundial, la Gran Depresión y las Guerras Civiles del primer cuarto del siglo pasado resonaron en la radio; el noticiario cinematográfico de la 2a Guerra mundial narró las hazañas de los países del Eje y los Aliados; la Guerra del Golfo pudimos comprenderla por la televisión con todo y sus efectos de transmisión y simulación; y hoy, la pandemia será inmortalizada por internet y su narrativa transmedial. Cada etapa tuvo su medio y sus voceros. Tuvo su imagen y su estampa. A través de ellos fluyeron los momentos.
A siete semanas del confinamiento ya empieza a perfilarse la estampa con la que habremos de recordar estos días de encierro y temores. En unos años nos volverá a recordar Facebook o la red socio digital que siga reinando en nuestras vidas, lo que aquí pasó. Nos mostrará algún meme, algún pensamiento publicado como post, alguna imagen operando como registro notarial de lo que fue.
Uno de esos hiperobjetos que habremos de recordar será Zoom. Esa plataforma hipermedial a través de la que compartimos horas de trabajo, enseñanza, entretenimiento y momentos familiares. En ella hemos dejado muchas horas y emociones.
Hoy Zoom es la postal de nuestro encierro. Circulan ya por la red los zoomfie. No falta en el perfil de alguien la imagen con la microestampa del momento de todos interconectados en una videollamada.
Pero más allá del momento del recuerdo, hoy hay millones de personas padeciendo horas y días a la semana de permanente hiperconexión. Para algunos son prolongadas sesiones de trabajo expuestos frente a la pantalla intentando controlar, entretener y no perder la atención del otro que te ve como una pantalla de televisión.
Cientos son los que empiezan a sentir agotamiento permanente sin saber por qué al final de la semana, y todo está en el número de horas que pasan en conversatorios, entrevistas, juntas de trabajo, o momentos familiares.
La vida frente a esta pantalla nos igual que estar simplemente conectado a un televisor. Demanda un consumo mayor de energía psicoemocional. Las videollamadas, demandan multi atención, estrategia de conexión. El yo en el escenario digital no se muestra igual que en los escenarios físicos. En el ciberespacio, nuestra representación se complejiza por la necesidad de no dejar segundos de silencio, por vigilar la permanente conexión del otro y que no exista retraso de señal o caída de la red. Procesar todo registro facial, lenguajes corporales, señales del contexto, sonidos ambientales, locaciones elegidas, se suman a los temas conversados, los sentimientos conversacionales y reprimidos que fluyen en correlación con la contingencia.
Pasamos de nuestra representación fija en un selfie a nuestra imagen en movimiento mostrando nuestros espacios íntimos y privados y toda nuestra concentración está puesta en el momento.
Desde hace siete semanas el momento es otro. La pantalla ha absorbido nuestras vidas. Para algunos será sólo la estampa del momento. Para otros será el símbolo de una nueva forma de autoexplotación.

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