Notas desde el encierro imaginario 29 - Hipermediatizaciones: Hiperconexiones y remediaciones entre signos y palabras

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Textos especializados en Comunicación Digital, Ciencias Sociales, Literatura, Poesía, Humanidades Digitales y Culturas Juveniles. Sitio personal del Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Expresidente de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación, AMIC y Ex presidente del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación.

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domingo, 3 de mayo de 2020

Notas desde el encierro imaginario 29


Cansado de ser tan tú

“Cansado.
¡Sí!
Cansado
de usar un solo brazo,
dos labios,
veinte dedos,
no sé cuántas palabras,
no sé cuántos recuerdos,
grisáceos,
fragmentarios.
Cansado,
muy cansado
de este frío esqueleto,
tan púdico,
tan casto,
que cuando se desnude
no sabré si es el mismo
que usé mientras vivía.
Cansado.
¡Sí!
Cansado
por carecer de antenas,
de un ojo en cada omóplato
y de una cola auténtica,
alegre,
desatada,
y no este rabo hipócrita,
degenerado,
enano.
Cansado,
sobre todo,
de estar siempre conmigo,
de hallarme cada día,
cuando termina el sueño,
allí, donde me encuentre,
con las mismas narices
y con las mismas piernas;
como si no deseara
esperar la rompiente con un cutis de playa,
ofrecer, al rocío, dos senos de magnolia,
acariciar la tierra con un vientre de oruga,
y vivir, unos meses, adentro de una piedra”.
(Cansancio, Oliverio Girondo).

Hoy es domingo y desde hace siete semanas el mundo es otro. La vida por lo generar suele tomar sus pausas y reblandecer las horas, como quien sopea un trozo de pan en el café de la mañana. Hoy es domingo y ya estamos cansados del todo. Como si fuera un viernes a media tarde o la última semana del semestre.
            Va concluyendo el día que, en nuestro imaginario, resume todas las horas y compendia cada recuerdo con el que habremos de hacer revista de en qué gastamos neuronas y sonrisas. Y al final del día, no lo tendremos claro del todo. Sólo nos queda claro que algo en el ambiente no fluye bien.
            Al cierre de siete semanas en confinamiento los días se han vuelto un loop; secuencias de actos y repeticiones. Los mismos lugares, los mismos momentos de limpieza, de poner orden al espacio donde habrás de tomar el café, impartir la clase, realizar el trabajo de oficina, de sentarte con los niños a realizar la tarea, de poner la mesa, lavar los trastes, arreglar el cuarto, seguir conectado, ver la televisión, tomar un libro, dejarlo a los minutos, limpiar la mesa y volver a trabajar. La elipse que tuerce los actos sólo varía en minutos o el orden que decidiste alterar un día. Pero al final los actos, los rostros, las conexiones y los hechos se han vuelto los mismos.
            Después de siete semanas muchos se han dado cuenta del limitado repertorio de sus días y lo abrumadoras que son cada una de esas actividades; que, desde la contingencia, se han vuelto más agotadoras que antes.
            Vivimos efectivamente, en una sociedad de cansancio. Agotados de la saturación del consumo, del ritmo de los días y la frivolidad de mucha gente y de nuestros actos. Hoy nos damos cuenta de la necesidad de silencio y paz que requerimos.
En el pasado la gente abusaba de las drogas experimentales para vivir excitados, hoy consumen fármacos para dormir y conseguir un efecto sedante por la depresión y la ansiedad que padecen. Nos hace falta silencio.
            La gente llega cansada en lunes y agotada un martes a media tarde. La gente afirma estar durmiendo de dos a tres horas diarias. Los horarios se han dislocado por completo. Las ocho horas de descanso, ocho de trabajo, ocho de ocio y vida familiar son parte de un imaginario para muchos.
            Desde hace siete semanas el ritmo de los días no es el mismo, muchos están cansados y sus cuellos no responden, los omóplatos se han vencido a la inclinación del monitor y el agotamiento parece irreversible. Por la mañana la cabeza duele de tanta exposición a la pantalla.
            La mirada y el alma lucen cansados, todos piensan en el fin de la contingencia, como la conclusión de una carrera. Quieren que se anuncie ese día, no para salir de casa sino para descansar de ese estrés que se ha prolongado más de lo estimado.
            Las defensas morales para mucho se han bajado y los riesgos de enfermedad hoy son mayores. La situación de la familia, la crisis sanitaria, el golpe financiero, el aislamiento, la inmovilidad, la falta de exposición solar, el exceso de actividades para no sentir la presión del encierro…
            Desde hace siete semanas el mundo es otro. Hoy es domingo, y para muchos tiene un olor a lunes. La gente empieza a pedir un descanso. No sienten haber cruzado por el fin de semana ni el momento de ocio y de descanso.
El día se desdibuja como otros, quizá la diferencia es que no te topaste con el del noticiero de las nueve repitiendo siempre los momentos, sólo que con protagonistas y nombres distintos. Hoy creo que fue domingo, si es que el reloj de la computadora no me engaña…

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