Las otras falacias
Llevamos menos de dos semanas y la afirmación es
contundente: acostúmbrate al mundo nuevo. El futuro ya nos ofreció una
panorámica de cómo serán los años venideros.
Los
gobiernos y empresas de telecomunicaciones ya empiezan a notar la sobrecarga
informativa y la multiplicación exponencial de datos derivados de la
hiperconexión que provocó la cuarentena del Covid-19. Los mensajes de “bájale a
tu consumo de video” empiezan a recorrer la web
Los
ministerios y secretarias de educación pública mandaron la instrucción de golpe
logrando en unas semanas lo que llevaban décadas intentando (a veces en modo
fallido): migrarnos a la ola digital.
En unos
dÃas alumnos y profesores dejaron sus hábitos de conexión orientados al ocio y
entretenimiento para hacer uso de todas las pantallas posibles para continuar
con el proceso alfabetizador.
¿Qué
implicó para muchos este giro del tsunami digital?
La
migración emprendida, casi en modo de éxodo glaciar, puso en evidencia una
serie de problemas, falacias y falsos imaginarios que se han filtrado en
nuestra vida en modo muy sutil:
1.
Nuestros “nativos digitales” no nacieron con el chip integrado. Más que nunca se ha evidenciado la falta de competencias digitales profundas de las jóvenes generaciones
acostumbradas a la vida entre pantallas. Sus habilidades en muchos casos son
superficiales y se limitan a usos y exploraciones que les permite rellenar
tiempos muertos y convertirlos en tiempos de consumo. Sus recursos son
limitados y se soportan en plataformas de entretenimiento en búsquedas ligeras,
copiar y pegar, pensamiento crÃtico poco estimulado y emular los juicios de
otros como propios.
2.
Las posibilidades de hiperconexión son limitadas. Cuando padres, hermanos y otros miembros del hogar están todos
conectados los flujos de datos sobrecargan la capacidad contratada y las
conexiones se vuelven frágiles y limitadas lo que provoca la ciber ausencia en clases virtuales o las
participaciones en modo fragmentado.
3.
Las fronteras de lo público y lo privado se diluyen. El espacio doméstico se ha vuelto la escenografÃa de la nueva arena
pública. Las videoconferencias en la sala, el estudio, la recámara, el jardÃn o
la azotea se han vuelto comunes. El alumno que toma las clases en pijama, la
madre que cocina en medio de una junta, los perros y gatos siendo protagonistas
durante el pase de lista son estampas cotidianas. No obstante, la solicitud de
no invadir la privacidad se hace más común pidiendo no encender la cámara para
que los demás no vean cómo y dónde viven o usando un fondo “divertido” en zoom
para emular entornos fÃsicos cotidianos.
4.
Con la contingencia tendrás exceso de tiempo de ocio. Al inicio de la cuarentena se recomendaba preparar lecturas, ver
pelÃculas, escuchar discos olvidados, entretenerse con juegos de mesa... La
falta de un diseño instruccional efectivo ha llevado a saturar de actividades a
los alumnos que se han visto imposibilitados de cumplir porque el tiempo no les
basta. Faltan horas al dÃa para poder cumplir con todas las actividades.
Conciliar vida-ocio-familia y escuela es una competencia más a desarrollar.
5.
Todo es un distractor de todo. El ocio de las tareas, las tareas
del tiempo familiar distraen una actividad de la otra. La disciplina y el
respeto de los momentos es fundamental para el proceso de enseñanza
aprendizaje.
6.
La sobrecarga de actividades y la omniconexión hace que maestros y
alumnos se encuentren rebasados. Se piden actividades que después no
se pueden evaluar por falta de tiempo o se piden actividades para realizarse
con recursos digitales no siempre disponibles gratuitos en la red.
7.
Faltan protocolos y normas de netiqueta para gestionar clases y juntas de academia. No contamos con criterios o
normativas para moderar y articular positivamente estos espacios
8.
La vida se resuelve del todo estando hiperconectados. Cada vez se hace más evidente la necesidad de interacción social, los
alumnos inician las sesiones comentando lo mucho que extrañan el salón de
clase, a sus amigos e incluso profesores. La interacción mediada por
dispositivos es un bien que tiene que estarse renovando. Las familias piden
comida a domicilio y pasan minutos platicando con el repartidor sobre cómo luce
el mundo allá afuera. Extrañan salir a caminar, hoy todos quiere ir a tirar la
basura. Limpiar la casa es el más extremo de los deportes que practican.
9.
La resistencia digital empieza a contagiarse. Aparecen grupos de personas afirmando en sus perfiles que habrán de
desconectarse algunos dÃas o colocando imágenes añorando los tiempos de la vida
off line. Los conspiracionistas e incrédulos retan al sistema saliendo de casa
para evidenciar que la otra vida todavÃa es posible.
10.
La infoxicación es la nueva infodemia. Entre notas
falsas, curas milagrosas, recetas ancestrales y conspiraciones que fluyen como
plaga por WhatsApp las personas empiezan a padecer otra pandemia, la de la
desconfianza y el temor. El miedo se ha vuelto su constante.
11.
Se nos dislocaron los horarios. La disciplina del horario laboral,
de clase, de casa se ha modificado a tal nivel que las personas cada vez
descansan menos, se alteran los ritmos de sueño. Nos enfrentamos a una sociedad
cansada pero inmóvil.
La vida desde hace
dos semanas es otra. El mundo futuro se habla en presente. Apenas logramos
percibir la punta de un iceberg que bien podrÃamos esquivar, aunque algunos ya
sintieron que chocaron contra él.