Los de adentro y los de afuera, los
de arriba y los de abajo
Desde hace dos semanas el mundo es otro y pareciera que hemos empezado a
acostumbrarnos a sus modos y sus formas. La vida en su modalidad hiperconectada
tiene sus normas y formas de evidenciar lo que significa ser y estar.
Ser en el mundo implica estar siempre ahÃ: conectado, omnipresente,
dispuesto al llamado, a dar me gusta o emitir un sentimiento con un emoticón.
Estar en el mundo tiene sus dinámicas; sus expresiones algorÃtmicas. Sus
patrones de comportamiento y navegación. La vida en él continuum tiene sus códigos particulares de simulación y
representación: la imagen.
Nuestra condición es avatárica expresada en modo imagen de perfil. Hemos
pasado le imagen en dos planos, a la imagen en movimiento pasando por el selfie, la foto testimonial que da
constancia de hechos y lugares, la que refleja emociones, momentos, valores o
movimientos con los que empatizamos.
Hemos dejado en dos semanas nuestro culto por el selfie para adquirir un culto por el video como una nueva forma de
querer manifestarnos.
El éxito de tik tok, la añoranza por los vines, el sueño del youtuber ha llevado a muchos a colgar su
foto interactuando en Zoom o participando en un Hangout.
La imagen es una forma de evidenciar nuestra nueva condición. Implica estar
dentro, en la red. Es una forma de expresar nuestro andar concreto por el
continente digital.
La red es hoy nuestro espacio doméstico, es nuestra arena pública. Es el
lugar de los encuentros.
El mundo entero tiene su espejo ahÃ: el trabajo, la escuela, los medios
de comunicación, la banca, los comercios…
El mundo entero implosionó en la red, ahà estamos evidenciando nuestra
capacidad o incapacidad de nombrar y dar sentido al mundo. Amistades, amores y
desamores se vuelcan en las pantallas.
Desde la cuarentena los enamorados han buscado propiciar encuentros que
rompan la lógica textual del chat; las video llamadas se han vuelto artilugios
de tele transportación. Asà se hacen presentes en la oficina, en las comidas
familiares, las charlas entre amigos, las fiestas entre adolescentes o los
bares simulados en las barras de cocina.
Estamos en el streaming permanente de nuestras vidas. Nos hemos convertido
en medio, canal y mensaje. Transmitirnos es una forma de decirle al mundo estoy
aquÃ.
Pero esa sólo es la condición de los de adentro.
Una nueva divisoria se ha marcado entre nosotros, ahora tenemos una
nueva clase manifiesta: los de adentro y los de afuera.
El mundo se contabiliza entre los que están on line y los off line
pero también entre los que quedaron de un lado y otro de la ventana y de la
puerta.
Los de afuera sufren doblemente nuestra ausencia. Ellos padecen hoy esa
triple marginación: la del acceso, la del uso y la de la posibilidad o no de
estar en lÃnea permanente por su nueva condición social.
Ellos siguen limpiando nuestras calles o surtiendo de alimentos en un
supermercado.
Afuera hay niños adolescentes, adultos y ancianos que se quedaron
marginados en múltiples sentidos. Algunos por la economÃa, las formas
estructurales, las lógicas superfluas del poder y la misma dinámica del
privilegio de la conexión.
Los de afuera hoy son los nuevos excluidos. Desde hace dos semanas el
mundo es otro. Los medios nos advierten de los que han perdido sus empleos, los
que siguen yendo a sus fondas y cafeterÃas esperando que se postre algún
perdido o les hagan un pedido por teléfono.
Repartidores estacionados, madres que limpian despachos en los que falta
la mitad del personal, despachadores en gasolineras escuchando cómo se
incrementan los contagios y decesos. Tenderos que esperan que mañana el mundo
se encuentre en un lugar mejor que hoy.
El mundo es muy distinto dentro que fuera. No sólo por los 16 millones
de colores que proyecta la pantalla; lo es por sus formas de representar el
miedo, por la extensión de las sonrisas que provoca un cambio de escenografÃa
en la foto de perfil.
Desde hace dos semanas los de adentro y los de afuera comulgan con los
de arriba y los de abajo.
Esta forma concreta de visualizarnos de entender a los nuevos info ricos
e info pobres, a los conectados, los desconectados, los mediatizados nos habla
de un nuevo horizonte que cada vez será más más excluyente.
Hoy son muchos los privilegiados que tienen la posibilidad de estar bajo
resguardo; pero son muchos más los que han quedado fuera y por más que quieran
viven entre los clicks y los ladrillos. Son outsiders de esta nueva condición
estructural.
Desde hace dos semanas el mundo es otro. Espero que esta ola sea un
oleaje pasajero y nadie se acostumbre a ver el mundo de un solo lado de la
ventana.