Notas desde el encierro imaginario 3 - Hipermediatizaciones: Hiperconexiones y remediaciones entre signos y palabras

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Textos especializados en Comunicación Digital, Ciencias Sociales, Literatura, Poesía, Humanidades Digitales y Culturas Juveniles. Sitio personal del Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Expresidente de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación, AMIC y Ex presidente del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación.

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sábado, 11 de abril de 2020

Notas desde el encierro imaginario 3


Los de adentro y los de afuera, los de arriba y los de abajo


Desde hace dos semanas el mundo es otro y pareciera que hemos empezado a acostumbrarnos a sus modos y sus formas. La vida en su modalidad hiperconectada tiene sus normas y formas de evidenciar lo que significa ser y estar.
Ser en el mundo implica estar siempre ahí: conectado, omnipresente, dispuesto al llamado, a dar me gusta o emitir un sentimiento con un emoticón.
Estar en el mundo tiene sus dinámicas; sus expresiones algorítmicas. Sus patrones de comportamiento y navegación. La vida en él continuum tiene sus códigos particulares de simulación y representación: la imagen.
Nuestra condición es avatárica expresada en modo imagen de perfil. Hemos pasado le imagen en dos planos, a la imagen en movimiento pasando por el selfie, la foto testimonial que da constancia de hechos y lugares, la que refleja emociones, momentos, valores o movimientos con los que empatizamos.
Hemos dejado en dos semanas nuestro culto por el selfie para adquirir un culto por el video como una nueva forma de querer manifestarnos.
El éxito de tik tok, la añoranza por los vines, el sueño del youtuber ha llevado a muchos a colgar su foto interactuando en Zoom o participando en un Hangout.
La imagen es una forma de evidenciar nuestra nueva condición. Implica estar dentro, en la red. Es una forma de expresar nuestro andar concreto por el continente digital.
La red es hoy nuestro espacio doméstico, es nuestra arena pública. Es el lugar de los encuentros.
El mundo entero tiene su espejo ahí: el trabajo, la escuela, los medios de comunicación, la banca, los comercios…
El mundo entero implosionó en la red, ahí estamos evidenciando nuestra capacidad o incapacidad de nombrar y dar sentido al mundo. Amistades, amores y desamores se vuelcan en las pantallas.
Desde la cuarentena los enamorados han buscado propiciar encuentros que rompan la lógica textual del chat; las video llamadas se han vuelto artilugios de tele transportación. Así se hacen presentes en la oficina, en las comidas familiares, las charlas entre amigos, las fiestas entre adolescentes o los bares simulados en las barras de cocina.
Estamos en el streaming permanente de nuestras vidas. Nos hemos convertido en medio, canal y mensaje. Transmitirnos es una forma de decirle al mundo estoy aquí.
Pero esa sólo es la condición de los de adentro.
Una nueva divisoria se ha marcado entre nosotros, ahora tenemos una nueva clase manifiesta: los de adentro y los de afuera.
El mundo se contabiliza entre los que están on line y los off line pero también entre los que quedaron de un lado y otro de la ventana y de la puerta.
Los de afuera sufren doblemente nuestra ausencia. Ellos padecen hoy esa triple marginación: la del acceso, la del uso y la de la posibilidad o no de estar en línea permanente por su nueva condición social.
Ellos siguen limpiando nuestras calles o surtiendo de alimentos en un supermercado.
Afuera hay niños adolescentes, adultos y ancianos que se quedaron marginados en múltiples sentidos. Algunos por la economía, las formas estructurales, las lógicas superfluas del poder y la misma dinámica del privilegio de la conexión.
Los de afuera hoy son los nuevos excluidos. Desde hace dos semanas el mundo es otro. Los medios nos advierten de los que han perdido sus empleos, los que siguen yendo a sus fondas y cafeterías esperando que se postre algún perdido o les hagan un pedido por teléfono.
Repartidores estacionados, madres que limpian despachos en los que falta la mitad del personal, despachadores en gasolineras escuchando cómo se incrementan los contagios y decesos. Tenderos que esperan que mañana el mundo se encuentre en un lugar mejor que hoy.
El mundo es muy distinto dentro que fuera. No sólo por los 16 millones de colores que proyecta la pantalla; lo es por sus formas de representar el miedo, por la extensión de las sonrisas que provoca un cambio de escenografía en la foto de perfil.
Desde hace dos semanas los de adentro y los de afuera comulgan con los de arriba y los de abajo.
Esta forma concreta de visualizarnos de entender a los nuevos info ricos e info pobres, a los conectados, los desconectados, los mediatizados nos habla de un nuevo horizonte que cada vez será más más excluyente.
Hoy son muchos los privilegiados que tienen la posibilidad de estar bajo resguardo; pero son muchos más los que han quedado fuera y por más que quieran viven entre los clicks y los ladrillos. Son outsiders de esta nueva condición estructural.
Desde hace dos semanas el mundo es otro. Espero que esta ola sea un oleaje pasajero y nadie se acostumbre a ver el mundo de un solo lado de la ventana.


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