Notas desde el encierro imaginario 24 - Hipermediatizaciones: Hiperconexiones y remediaciones entre signos y palabras

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Textos especializados en Comunicación Digital, Ciencias Sociales, Literatura, Poesía, Humanidades Digitales y Culturas Juveniles. Sitio personal del Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Expresidente de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación, AMIC y Ex presidente del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación.

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domingo, 19 de abril de 2020

Notas desde el encierro imaginario 24


Mensajeros de un cielo protector

“No es preciso que sea mensajera
la paloma sencilla en tu ventana
       te informa que el dolor
empieza a columpiarse en el olvido
     y llego desde mí para decirte
que están el río el girasol la estrella
           rodando sin apuro
el futuro se acerca a conocerte
ya lo sabes sin tropos ni bengalas
la traducción mejor es boca a boca
         en el beso bilingüe
   van circulando dulces noticias”.
(Medios de comunicación, Mario Benedetti).

Desde hace cinco semanas el mundo es otro. Los medios de comunicación remarcaron su lugar en nuestras vidas y saturaron nuestros espacios vitales con su presencia. Si ya eran extensión de nuestros sentidos, ahora se convirtieron en extensión de nuestros hiperespacios, nuestras emociones, nuestros hiperobjetos, nuestros vínculos neuronales con el mundo.
            Los medios son hoy en nuestra vida esas subestructuras que soportan todas las estructuras. Sobre ellos pende nuestro referente semántico, axiológico y psicológico. Dan forma, canal y referencia a nuestras vinculaciones intra e interpersonales. Desde hace siglos su lugar en nuestro mundo era privilegiado. Ya se ubicaban en el centro de nuestra vida como neurotransmisores sociales de nuestra existencia.
            Nuestro modo de codificar y decodificar; interpretar y retroalimentar la realidad guarda un vínculo de dependencia con ellos. Nuestra esencia diferenciadora como especie es comunicativa, por ello los medios han cumplido un eje referencial, emocional, apelativo, persuasivo, fáctico y poético.
            Desde hace cinco semanas esta relación de sentido se ha amplificado. El encierro nos ha llevado a tender puentes más profundos con los medios al convertirlos en nuestra gran ventana del mundo.
            El confinamiento nos llevó a incrementar: nuestros tiempos de consumo; nuestras relaciones afectivas con personajes y lecturas; nuestra mediación cognitiva con situaciones y momentos; nuestra actitud ante problemas e injusticias.
            El proceso simbólico por el que estamos atravesando en nuestra relación con los medios se ha vuelto más complejo y codependiente. Todos nuestros referentes de la realidad llegan a través de ellos.
            En ese momento de coexistencia confinada, la relación se ha vuelto más tensa ante la infinidad de casos de notas falsas; hechos manipuladores, datos alterados, simulacros informativos y desinformación deliberada.
            Por primera vez en la vida de muchos de nosotros experimentamos una guerra informativa como la que se está viviendo actualmente. Nuestra ecología mediática amplificada está experimentando múltiples usos bélicos que van desde los atentados contra la libertad de expresión, hasta el reclutamiento de medios digitales para defender intereses económicos y políticos y manipular por ello la opinión pública.
            En las últimas semanas hemos sido testigos de múltiples casos de censura, coberturas tendenciosas, construcción de hechos y datos falsos, atentados contra los derechos a la comunicación, a la información y de las audiencias.
            Muchos medios dejaron su carácter crítico y de vigilancia del poder a cambio de partidas presupuestales y privilegios futuros. Su estandarte como vigías de la democracia fue quemado para convertirse en espacios complacientes y acomodaticios a la medida de los intereses particulares de políticos, gobiernos o empresarios.
            Los medios como intermediarios de la ciudadanía hoy son más la arena de batallas entre los distintos poderes. El ciudadano común, recibe de ellos muchas migajas de entretenimiento y rebabas de cultura. Por alguna extraña condición, nos sometimos de forma acrítica a sus diputas. De vez en cuando los criticamos y maldecimos sus fallos, pero terminamos consintiendo sus acciones consumiendo lo que quieren darnos.
            En momentos como estos su compromiso debería ser mayor con la ciudadanía que los ha incorporado en sus vidas como compañeros existenciales; pero no. Sus responsabilidades éticas con las audiencias son muy pocas.
            Pocos son los espacios e informadores que no han sucumbido a crear fuegos artificiales con lo que muestran y comparten.
            Los medios bien podrían replantear en estos momentos su compromiso con aquellos que los soportan como tráfico y audiencias.
            Estos son los días en que las audiencias deberíamos asumir también nuestra responsabilidad para exigir un manejo responsable y ético de los medios; está en nosotros también asumir un papel crítico y propositivo para que los medios y sus contenidos ejerzan un rol más sanador y liberador en estos momentos de crisis económica, sanitaria y humanitaria.
            En las últimas semanas muchos medios e informadores han perdido legitimidad y reputación con actos de desinformación. El panorama mediático del futuro pinta para seguir en este modo de ser.
Será una responsabilidad de todos defender la libertad de expresión si queremos realmente dejar de ser parte del teatro informativo. Pero también es una responsabilidad mediática asumir el compromiso con sus audiencias y prepararse para la cobertura en tiempos de crisis.
            La guerra que viviremos se vislumbra más intensa. Los vínculos entre medios y poder se seguirán fortaleciendo hasta la construcción de espacios totalitarios de vigilancia y control.
            Las empresas tecnológicas no parecen dispuestas a limpiar de basura sus espacios socio digitales ya que priman los intereses comerciales sobre los de las audiencias. Por tanto, requerimos fortalecer las competencias críticas de los cibernautas para que aprendan a buscar, discernir, verificar, jerarquizar y procesar información para generar juicios propios.
            Desde hace cinco semanas entramos a un momento particular de nuestra historia. El futuro nos exige ser más críticos y participativos si queremos salir avantes de esta guerra entre poderes. Muchos saldrán heridos de esta batalla. Por ello se hace urgente replantear qué papel queremos jugar: el de simples espectadores o el de protagonistas dispuestos a cambiar la historia que les tocó vivir.

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