Notas desde el encierro imaginario 18 - Hipermediatizaciones: Hiperconexiones y remediaciones entre signos y palabras

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Textos especializados en Comunicación Digital, Ciencias Sociales, Literatura, Poesía, Humanidades Digitales y Culturas Juveniles. Sitio personal del Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Expresidente de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación, AMIC y Ex presidente del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación.

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domingo, 12 de abril de 2020

Notas desde el encierro imaginario 18


Fantasmas del amor indiferente

“Viejo hombre,
Yo profetizo recompensas.
Más vastas que las arenas de Pachacamac
Más brillantes que una máscara de oro martillado
Más dulces que la alegría de ejércitos desnudos
fornicando en el campo de batalla
Más rápidas que un tiempo pasado entre la noche
de vieja Nazca y la de Lima nueva
en el crepúsculo
Más extrañas que nuestro encuentro cerca del palacio
Presidencial en un viejo café
fantasmas de una vieja ilusión, fantasmas
del amor indiferente.”
(Muere dignamente en tu soledad, Allen Ginsberg).

Desde hace cuatro semanas el mundo es otro. Nuestra vida entre medios se ha intensificado. Engranamos pantallas, recirculamos contenidos, reciclamos noticias, intensificamos conversaciones.
Si ya las redes eran cajas resonadoras de nuestras creencias, ahora se han intensificado en ellas nuestras posiciones ideológicas y temores. La web se ha polarizado más de lo que ya estaba. Son pocos los tonos de grises que se perciben.
            Los algoritmos se han encargado de enfatizar nuestras posiciones y recalcar nuestro lugar en ese espacio hiperfragmentado. Lo están aprendiendo todo, tan bien de nosotros, que ya saben qué mentiras nos funcionan y cuáles no caben en nuestro imaginario.
            La industria de la mentira está haciendo su agosto en pleno abril. La infodemia está en su máximo esplendor. Si ya sufríamos el information overload y la infoxicación, la incertidumbre y el miedo ahora son las que nos llevan al binge consumption informativo.
            El abuso informativo tiene también su efecto neurológico generando desórdenes psiquiátricos a corto, mediano y largo plazo.
            El abuso informativo -y más cuando hoy estamos plagados de noticias falsas- puede generarnos otro problema de salud pública. Vivir entre bulos y mentiras es un ataque al eje emocional de las personas. Es finalmente un intento de minar nuestras percepciones. El ambiente social lo solapa y nos está acostumbrando a ello.
            En poco tiempo hemos generado una cultura de consumo de mentiras. Nuestro patrón de abuso varía según niveles de alfabetización crítica, influencia de amigos y familiares, entornos culturales y presiones mediáticas. Algunos viven del vértigo momentáneo que produce; en otros, el nivel de infoxicación y congestión desinformativa les ha generado altos niveles de agresión y desvinculación social.
Tristemente hoy no tenemos controles de infolemia para poder intervenir estos episodios de infolismo.
            ¿Qué otro tipo de afectaciones psicológicas puede tener a corto y mediano plazo? ¿Puede convertirse en una enfermedad neurodegenerativa? ¿En qué medida la desinformación genera efectos neurotóxicos? Habrá que preguntar a los expertos en neurociencias.
            Hoy, no lo tenemos claro del todo; sin embargo, sí sabemos que, en el fondo, las notas falsas son una fase de premediación; una forma perversa de sembrarnos artificialmente una idea, una creencia, una percepción.
            Hoy, tan peligroso como el contagio del Covid-19, lo son las noticias falsas y las industrias paralelas que se mueven a su alrededor: productos milagro; curanderos del alma; narrativas del miedo; crisis y mezquindad política; contrainformación….
            Esta guerra de mentiras está alimentada por granjas de bots, trolls, influencers, pseudoperiodistas, ghost writers, trackeadores, mercenarios digitales, sicarios del algoritmo, grupos de pánico, expertos en SEO, sectas de tuiteros, creadores de tendencias, sembradores de información, estrategas, publicistas, politólogos, agencias de relaciones públicas, de contención, de ciberataques, de control de crisis y mercadeo político.
            A cuatro semanas del encierro, la industria de la desinformación, la publicidad disfrazada, la manipulación, la información tendenciosa y la parodia se ha vuelto un sector millonario y pareciera un energético vital para internet junto con la ciberseguridad.
             Hoy, no existe un marco regulatorio ni fiscalizador que los controle. Pero tampoco parece que la dimensión ética sea su fuerte.
            El ciclo de la mentira está desbordando las aguas que nos permiten navegar en la red. No contamos con defensores del cibernauta; algunos proyectos de verificación informativa y rompe cadenas han surgido en estos años, pero no son suficientes.
Nos hace falta una alfabetización hipermedial integral que nos ayude en la recepción crítica y propositiva.
            Los días que vienen serán los del mar de fondo. Los que nos obligarán a refugiarnos del impacto de las olas o los que nos llevarán a prepararnos para hacerles frente y no morir ahogados en el intento.
            Desde hace cuatro semanas el mundo es otro. Estamos ante la metáfora de lo que viene. Si el mundo será más digital de lo que ya lo es, habrá que prepararnos con mayor profundidad para movernos en esas aguas.
            La ciudadanía digital implica una ciudadanía crítica, no un delegar nuestras responsabilidades a otros; que como ya hemos visto, sólo esperan lucrar con nuestro consumo abusivo e impulsivo. No seamos fantasmas del amor indiferente; de esos que ven en el parque a estafadores de juegos de canicas y sólo reímos, mientras otro pierde su dinero sin saber “dónde quedó la bolita”.




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