Notas desde el encierro imaginario 8 - Hipermediatizaciones: Hiperconexiones y remediaciones entre signos y palabras

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Textos especializados en Comunicación Digital, Ciencias Sociales, Literatura, Poesía, Humanidades Digitales y Culturas Juveniles. Sitio personal del Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Expresidente de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación, AMIC y Ex presidente del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación.

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sábado, 11 de abril de 2020

Notas desde el encierro imaginario 8


Los náufragos del bit


Abril es el más cruel de los meses, pues engendra
lilas en el campo muerto, confunde
memoria y deseo, revive
yertas raíces con lluvia de primavera[5].
El invierno nos dio calor, cubriendo
la tierra con nieve sin memoria, alimentando
un hilo de vida con tubérculos secos…
(…) «¿Qué hago yo ahora? ¿Qué voy a hacer?
Saldré así y caminaré por la calle
con el pelo suelto, así. ¿Qué vamos a hacer mañana?
¿Qué haremos a partir de ahora?»
                                                       Agua caliente a las diez.
(Tierra Baldía, T. S. Eliot)

El mundo desde hace tres semanas ya es otro. Nos habíamos convertido en menos de 20 años en un hipermercado. El consumo se había tornado en el eje de nuestras acciones. Los fines de semana se llenaban en las bolsas de boutiques y en las caminatas en centros comerciales. Hoy miles de comercios han cerrado. Sus trabajadores, desde hace tres semanas, como muchos intentan rehacer la vida desde casa. Venden y surten a distancia. Generan memes pidiendo ayuda para los comercios de barrio y así ayudar a los pequeños locatarios.
El #quédateencasa es la consigna que en el fondo ha golpeado al sistema y ha evidenciado la soledad del corredor de fondo.
Los que fueron los privilegios de la sociedad de consumo hoy se están perdiendo.
Así nos hemos acostumbrado en los últimos tiempos a consumir bienes intangibles. Hoy consumimos entidades simbólicas; espectros que deambulan como el lenguaje.
Si ya pasaba un mexicano promedio 8:20 minutos diarios conectado a internet y 3:30 a redes sociales, hoy nuestro día se va en el consumo global de datos. Los más de 82.7 millones de usuarios (según la Asociación de internet MX) hacemos nuestra vida entre bits.
Los muros que nos mantienen resguardados en el confinamiento, son los que soportan las páginas web y las ventanas de las Apps.
A través de ellas hacemos el mundo, vivimos el mundo. Supermercado en línea, movilidad en línea, Mapeos en línea, paseos virtuales, consumo en línea, pagos en línea, distribución de contenidos en línea, trabajo en línea, educación en línea... Nuestra vida entera está siendo mediada por dispositivos tecnológicos.
Todo lo hacemos desde la hiperconexión. Así pasamos de consumir productos a servicios a personas.
Hoy nos consumimos los unos a los otros. Nuestro zapping ya nos entre canales sino entre perfiles. Me aburres y le cambio. De Facebook a Twitter. De Twitter a Instagram. De Instagram a Pinterest. De Pinterest a Tik tok.
Hoy consumimos sin posibilidad de acumular y cuestionar. Nuestros bienes culturales hoy son servicios culturales. Streaming que fluye como el agua pero no resguardas en tus libreros. Adiós a las estanterías, las videotecas, las audiotecas, las bibliotecas personales.
En las sesiones de zoom están desapareciendo los fondos ilustrados de libros, discos y películas.
Todo fluye en la red para que al final de mes te quedes sin nada si dejas de pagar la conexión. Te quedas sin música, sin películas, sin libros... sin amigos.
El haber concentrado el mundo en línea evidenció el precio de nuestro mundo de consumo. Y entre los consumos culturales hoy hay que incluir el de humanos.
Afortunados son los que se conectan para compartir una copa en línea y chatean mientras disfrutan un café con las amigas.
Pero muchos son los que no gozan de la amistad en conexión.
Hay muchos que con todo y sus miles de amigos y seguidores están completamente solos.
La falacia de la conectividad permanente incluye la de las amistades que siempre están ahí.
La red tiene sin duda el potencial del punto de encuentro. Pero tristemente no lo ha sido para todos.
Esta es una de las tantas brechas que se sigue evidenciando, la de la conectividad humana. La de dotar de un rostro a la acción de mediación.
Pasar ocho o quince horas en la red y no topar con nadie habla de un mundo que se mueve en el tono de tierra baldía.
Los vagabundos del bit andan por ahí sin casa. Son los homeless de la hipermediatización. Los humanos residuales a los que en esencia se refería Bauman.
Ese yo y sus circunstancias se mueven en el vacío.
Idealizamos la red. La dotamos de un romanticismo tal que ocultamos el horizonte de sus miserias.
Entre los discursos de odio y las comunidades de Bulling se esconde ese resentimiento por el otro. Entre ignorar un mensaje de ayuda, una denuncia como solicitud de apoyo, un post que evidencia la soledad de alguien, se va nuestro día.
La red expandió nuestro mundo, pero también se volcó sobre nosotros. Nos colocó erróneamente en el centro de la acción comunicativa diluyendo que somos sujetos en relación.
La conexión profunda con el otro, no es una verdad ya dada. Ni una condición sine qua non dé la vida en internet.
Allá afuera hay una voz que resuena en el desierto de la red. Hay más islas perdidas y casas abandonadas de lo que imaginamos.
Nuestro ecosistema mediático se amplifica, pero nuestra ecología humana se contrae. En el espacio digital hay muchos beduinos buscando su tierra prometida.
La soledad digital se evidencia día tras día en el hiperconsumo. Hay quienes no navegan, naufragan en la red. Están sin estar. Fluyen, pero a la deriva. Sin rumbo.
Si la red es el lugar de los encuentros: ¿quién es el otro que se encuentra afuera?, ¿qué expresión tiene su rostro?, ¿qué dolores están golpeando su corazón?
Desde hace tres semanas el mundo es otro. Hoy nos duele el encierro y la jaula digital sin percatarnos que muchos llevaban tiempo así.
Para ellos ese es su mundo ordinario. Lo extraordinario sería que se diera aquel encuentro. Que alguien divisara su barca en el horizonte. Que alguien tirara de la cuerda para alcanzarlo.
Desde hace tres semanas para ellos el mundo se ha matizado de escenas de terror, alarmas, pánico y desolación. La ansiedad y depresión se le ha agravado o quizá no, y piensen que por fin podríamos empatizar y vivir lo que a ellos lo ha hecho sufrir.
Desde hace tres semanas el mundo es otro. Las otras brechas siguen manifestándose. Internet también tiene su falla de San Andrés. Sus placas se reacomodan, se zanjan los terrenos. Se mueven las edificaciones. El Covid-19 está moviendo los terrenos y el mundo digital no fue un lugar de excepción.

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