Notas desde el encierro imaginario 7 - Hipermediatizaciones: Hiperconexiones y remediaciones entre signos y palabras

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Textos especializados en Comunicación Digital, Ciencias Sociales, Literatura, Poesía, Humanidades Digitales y Culturas Juveniles. Sitio personal del Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Expresidente de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación, AMIC y Ex presidente del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación.

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sábado, 11 de abril de 2020

Notas desde el encierro imaginario 7


Nueva netiqueta: confianza y corresponsabilidad

Desde hace tres semanas el mundo es otro. Todo hoy se mueve a otro ritmo. La noción exponencial se ha instalado en nuestras mentes con los anuncios diarios de los ministerios de salud reportando el número de contagios confirmados, sospechosos, recuperados y de fallecidos.
El tiempo lo medimos con cifras que avanzan duplicando su registro día con día: el número de personas conectadas; el número de megas consumidos; la cantidad de aplicaciones descargadas por minuto; la cantidad de camas ocupadas; el precio del dólar y del euro en ventanilla; las cámaras de vigilancia en la avenidas principales.
El mundo se ha vuelto un registro cuantificable; una forma de seguir los pasos, el avance o retroceso de las cosas.
Medir el mundo, pensar el mundo, contar el mundo.
Hacer un tracking de las cosas es una extensión de la acción de vigilar y controlar.
En el mundo híper conectado de la era posdigital esa se ha vuelto su racionalidad. A las horas de registro productivo del enfoque Taylorista se sumaron las visiones utilitaristas de John Stuart Mill y Jeremy Bentham. Esas concepciones administrativas y éticas que parecían superadas por las visiones humanistas, hoy han regresado.
La contingencia sanitaria nos mandó a la casa. Ubicó en el espacio doméstico su cuartel militar. Hoy hablamos de home office y homeschooling
Millones de personas hicieron de la sala, la recamara y el comedor su central de operaciones. Desde esos puntos se rotan las horas del día para cumplir con deberes y obligaciones.
La videoconferencia se ha vuelto el estándar de referencia para estar en el mundo. Para hacer acto de presencia. Hoy estar es dejarte ver. Hacerte notar. Que tu foto en el webinar quede registrada. Que el profesor pase lista con un screenshot. Que en tu trabajo te vean por lo menos en la lista de asistentes en la reunión o con un comentario simpático en el chat que demuestre atención.
Ver y ser vistos para ser y estar en el mundo hipermedial.
En ese mundo educativo en el que se pasó de la enseñanza por objetivos al cumplimento de competencias, hábitos y habilidades, hoy regresamos a formas tayloristas de control como el exceso de tareas, lecturas y trabajos para demostrar que el alumno está cumpliendo y más aún, que el profesor está enseñando.
La saturación de actividades que posteriormente llevarán el doble o triple de tiempo para ser evaluadas se están quedando en la exigencia controladora.
¿Por qué?
Quizá porque no nos ha quedado claro que uno de los capitales de mayor relevancia y significación en la era de la información es la confianza. En apelar al sentido corresponsable del otro. En recurrir al sentido de auto exigencia y auto cumplimiento sin esperar que lo estén viendo o controlando todo el tiempo. Confiar es reconocer las capacidades, deseos y acciones del otro. Es anticiparnos a la validación de sus acciones y valores. Confiar en el otro es dotarlo de seguridad; es fortalecerlo y reforzarlo.
Confiar en el otro pareciera ser un bien que no poseemos del todo.
Necesitamos enviar un WhatsApp por la mañana para medir cuánto tiempo se tardó en responder o en dejarnos “en visto”; solicitamos correos de registro y evidencias para saber cuántas y de qué manera dan seguimiento a sus funciones.
Desconfiamos por que el otro nos genera incertidumbre; por temor a que se rompa la regularidad y predictibilidad. No queremos que las cosas dejen de funcionar y por eso nos inventamos el correlato del contraste, del rompimiento de los flujos, del fallo en las expectativas.
Controlar es calibrar; de ahí que el mundo se mueva como una maquinaria destinada a producir en magnitud. Controlar, vigilar y contar. Ese es el riesgo de medir y evaluar el mundo en términos de producción y de consumo.
Quizá la gran pregunta que habrá que replantearnos es ¿por qué y para qué confiar?
El estrés del overload en tiempos de cuarentena está quizá ahí en la multiplicidad de netiquetas para pedir que la gente mantenga los hábitos offline en el mundo post line. Quizá requerimos de unos nuevos protocolos, de otros códigos éticos y hábitos para demostrar que podemos confiar en el otro. Saber lidiar con los nuevos distractores es un desafío para docentes y tutores. Ya no es el celular, sino el gato que se cruza en una clase o la mamá que entra gritando que tiendas la cama y “te apures para ayudarle”.
          Así como jamás hemos visto a un adolescente bañarse y quitar la pijama para ver un tutorial; y a nadie se le exige un saco o una corbata para hacer las labores en casa, quizá también nos ha faltado comprender las nuevas dinámicas y contextos de acción y recepción en el nuevo entorno educativo.
          Si formamos personas para darles las herramientas para leer y comprender el mundo; si les enseñamos a pensar y escribir para cambiar el mundo, habrá entonces que cambiar nuestras prácticas didácticas para ayudarles a encontrar sentido al mundo.
          Dotar de sentido al mundo, implica quizá una forma distinta de nombrarlo y accionarlo. Un nuevo mundo centrado en el otro, no puede articularse desde la regulación controladora y la desconfianza.
          Desde hace tres semanas el mundo es otro. Desde el anuncio de emergencia sanitaria en gran parte del globo, el mundo ha empezado tomar su nueva forma. Estamos a tiempo para reorientar la mirada y, por ende, la forma de clavar la aguja y empezar a hilvanarlo. Aprender a mirar es también aprender a vivir. Quizá ese es uno de los grandes desafíos de esta nueva era hipermedial.


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