Notas desde el encierro imaginario 6 - Hipermediatizaciones: Hiperconexiones y remediaciones entre signos y palabras

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Textos especializados en Comunicación Digital, Ciencias Sociales, Literatura, Poesía, Humanidades Digitales y Culturas Juveniles. Sitio personal del Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Expresidente de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación, AMIC y Ex presidente del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación.

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sábado, 11 de abril de 2020

Notas desde el encierro imaginario 6


Cuidaré la casa de mi padre

“Defenderé
la casa de mi padre.
Contra los lobos,
contra la sequía,
contra la usura,
contra la justicia,
defenderé
la casa
de mi padre.
Perderé
los ganados,
los huertos,
los pinares;
perderé
los intereses,
las rentas,
los dividendos,
pero defenderé la casa de mi padre.
Me quitarán las armas
y con las manos defenderé
la casa de mi padre;
me cortarán las manos
y con los brazos defenderé
la casa de mi padre;
me dejarán
sin brazos,
sin hombros
y sin pechos,
y con el alma defenderé
la casa de mi padre.
Me moriré,
se perderá mi alma,
se perderá mi prole,
pero la casa de mi padre
seguirá
en pie”
(LA CASA DE MI PADRE, Gabriel Aresti , 1963)

Desde hace tres semanas el mundo es otro. El mundo de hoy es un espejo de lo que será el mañana: economías golpeadas, guerras energéticas debatiéndose en las mesas de negociaciones; maquiladoras que no frenan produciendo los insumos necesarios; sistemas de salud poniendo a prueba las capacidades del sistema; control social y vigilancia en línea para los que siguen en el encierro; movilidad limitada solo para lo mínimo necesario; fronteras cerradas emulando los muros tan deseados; países que se contraen asumiendo posiciones ultranacionalistas para defender su economía.
El mundo desde hace tres semanas ya es otro, pero ya lo veíamos venir. Políticas de estado de desprecio al diferente; populismos extendidos disfrazados de izquierdas solidarias; grupos de ultraderecha buscando el regreso de modelos sociales ultraconservadores; expansión del tecno capitalismo y sus brazos de híper conglomerados multiplicándose en modo de apps; contagios industriales afectando a negocios y empresas que no pueden soportar la inestabilidad económica y de gobernabilidad.
El Covid-19 es la metáfora de la Crisis del sistema. Detrás de cada caso de contagio se evidencian otros problemas sociales como inseguridad, desempleo, gobernabilidad. La pandemia desafió a todas nuestras instituciones: la familia, la educación, las iglesias, la banca, las industrias culturales y mediáticas...
La velocidad de propagación del virus fue excepcional. No solo por la lógica exponencial de los contagios sino por los múltiples sectores que se vieron trastocados e inmovilizados por las medidas sanitarias.
La verdadera enfermedad que empieza a transmitirse es la de la deshumanización.
Hoy hay un mundo que se narra desde casa. Uno que se visualiza conectado, tratando de seguir el ritmo desde las pantallas. Otro que se criminaliza desde los llamados colectivos en foros y redes para articular saqueos y robos a tiendas departamentales, no por hambre sino para abastecer su racionalidad criminal; por ello van por televisores y electrodomésticos no por despensas o alimentos. Una tercera historia es la de aquellos que en medio del riesgo de contagio siguen en la calle produciendo, moviendo y circulando para que el sistema no se caiga. Otros son los que detrás de una irresponsable resistencia siguen viajando, visitando bares clandestinos y restaurantes que hacen caso omiso a las indicaciones de salubridad.
El mundo desde hace tres semanas es otro. Algunos empezamos a sentirnos como parte de la trama de La trinchera infinita. Aquella cinta ganadora de los premios Goya en 2019 que narra la vida de un hombre que vivió oculto por más de treinta años entre los muros de su casa después de que empezara la cacería de brujas de republicanos y sindicalistas durante la guerra civil.
Muchos, como Higinio –el protagonista- empezamos a vivir en el encierro, entre paredes. Como él estamos empezando a cavar todos los días ese escondite para mantenernos a salvo del sistema que se está gestando allá afuera.
Algunos como Rosa, su esposa, tienen la posibilidad de tener un pie fuera de casa y simular una vida normal pero siempre con el riesgo de ser delatada por algún vecino, o violada por algún corrupto militar. El miedo al hombre y lo que provoca el sistema en él, es lo que se evidencia en esta cinta.
El riesgo de esta crisis es que algo similar pueda ocurrir. Hombres que devoren a los hombres. Lobos que arrojan a los más viejos al frente de la manada por si el enemigo ataca sean los primeros en caer.
El sistema ya los empezó a mandar a las vanguardias. En Italia, España y Alemania ya se encuentran despojándolos de camas y respiradores artificiales para darlos a los jóvenes que pueden servir más al sistema.
La crisis económica está evidenciando una fuerte crisis de valores y de humanidad.
Higinio vivió treinta años entre muros soportando el paso del mundo acompañado de su esposa que lo refería en el pueblo como desaparecido y lo abastecía de víveres y amor mientras él se mantenía escondido con un par de libros, unas velas y un orinal.
Así como Rosa que remendaba prendas para subsistir, los médicos del mundo intentan zurcir el sistema para no dejar a nuestros viejos morir
Los tiempos del lobo han llegado y hay que cuidarnos. Vecinos que delatan si te escuchan toser. Bancos depredadores que podrán quedarse con los bienes de deudores. Empresas injustas que elevan precios por sacar provecho de la crisis explotando a sus trabajadores. Cámara que nos vigilan todo el día. El individualismo puede ser el peor de nuestros males. La economía por encima de lo humano. Ese es el verdadero virus.
Desde hace tres semanas el mundo es otro. Su verdadero rostro ya afloró. Los malos se hicieron peores y los buenos corren el riesgo del contagio.
Las medidas de higiene hoy también deben ser morales. Debemos de cuidar que la tragedia y el desastre no ocupe las camas de nuestros padres y nuestros abuelos. Está en nosotros defender la casa del padre; perder un brazo o una pierna si es necesario para que nadie en este hogar salga vencido.
Sobrevivir a los fallos del sistema con inteligencia y mucha ética. Que nadie se torne en estadística. Que a ninguno de nuestros ancianos ni enfermos le arrebaten una cama de hospital. Las vidas no las salvará en Sistema sino la gente misma. La sana distancia debe ser entre cuerpos que puedan infectarse, no entre humanos que se alejan entre sí.
El mundo desde hace tres Semanas es otro. Humanos hoy pueden salvar a humanos y sistemas. Personas con nombre y apellido, dispuestas a defender la casa de su padre de los lobos, la sequía y de todas las injusticias que están por venir…


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