El otro que me mira
Desde hace dos semanas el mundo no es el mismo. Nuestra ventana al mundo
se amplificó desde internet.
Ese balcón, por el cual hoy vemos el mundo pasar, se ha plagado de
visiones en contraste: politización informativa; noticias falsas; ofertas de
entregas de productos a domicilio; modelos de gratuidad para descarga de libros
y pelÃculas; cursos a distancia para mantener la mente distraÃda; alarmas y
conspiraciones producto de poderes militares ocultos; notas de pánico;
avalanchas de bulos; recetas para cocinar en familia; juegos recortables o para
producirse en impresoras 3D; incansables hashtags para insistir en el #quédateencasa;
registros satelitales de la reducción en la contaminación; ruido visual y saturación
informativa; memes, datos confusos, miedo iconográfico; infografÃas didácticas
para explicar cómo lavarse las manos y qué hacer para evitar salir de compras;
videos de retos sin sentido.
La imagen se ha vuelto nuestro referente del otro y de lo otro. Mirar
el mundo para sentirnos seguros o inseguros en él.
Contemplar se ha vuelto un acto de resistencia y de sobrevivencia. Se ha
convertido, en medio de la sana distancia, en la única vÃa de aproximación a
los demás.
Ver al mundo se ha vuelto un acercarnos con temor para evitar el
contagio ideológico o desinformativo. Nos cuidamos de acercarnos aquellos cuya
imagen no resuena en nuestras creencias y esperanzas.
Rechazamos recomendaciones de contactos; de amistades que defienden
posiciones polÃticas contrarias a las nuestras.
El algoritmo ya no muestra aquellos post que se salen del rango de
visión moral con el que estamos filtrando el mundo.
La imagen se ha vuelto nuestro único referente de lo que ocurre allá
afuera. En medio de la avalancha gráfica, personas por todos los lugares del
mundo han empezado a colgar estampas de paisajes, mensajes inspiradores,
recuerdos de la infancia.
En esos casos, la imagen pasó de ser registro notarial del dÃa a dÃa, a
una forma simbólica de expresar un luto. Una forma de decirnos a nosotros
mismos: siempre estuvo y hoy me duele sentir que me habÃa olvidado de.
Con esas imágenes evocamos olores, tintes de cabello, el tono deslavado
de las prendas, el tamaño de una recámara o el color de una cortina. Ver lo que
no está, evidencia el golpe de la imagen. La orfandad en la que nos hemos
quedado al perder nuestros sitios de recreo.
La imagen está reavivando para ellos, aquello que no quieren clausurar
en su imaginación. Aquello que, de lo eterno, siempre no. Duele saber que eso
plasmado en la foto no tiene retorno. Que ese mundo que conocÃamos empieza
disolverse; que el dÃa a dÃa nos llevó a cerrar nuestro pasado.
Desde hace dos semanas muchos no quiere tener la sensación de que las
puertas se cierran detrás de sÃ. Queremos que el mundo siga fluyendo. No
queremos olvidar.
Si hay que limpiar la casa para evitar cualquier tipo de infección; que
sea de esta. La que nos hace olvidarnos de lo humano, de lo que nos hacÃa estar
conectados con el mundo.
Barthes afirmaba que una imagen le hizo conocer verdaderamente a su
madre. Por una imagen podemos recuperar el mundo que se ha quedado del otro
lado de la venta y con el cual no nos puede conectar internet.
Internet sin duda acerca, invoca fantasmas y evoca también nuestros peores
demonios. Si opera como un cordón umbilical con nuestra actual vida social; que
sirva para encontrarnos con el otro.
La imagen puede traernos el mundo a modo presente pero le falta carne;
le falta humanidad. Puede reencontrarnos con todos los gestos posibles, pero le
falta el tono carraspiento de una voz, o la alegrÃa del chiste bien contado.
Quizá ha llegado el dÃa de explorar en el armario en busca de esa foto
que impida cerrar la puerta que mueve el olvido.
Desde hace dos semanas el mundo es otro. Un mundo entre paredes y
miradas. Explorar la imagen para hacerla la ciencia del otro. Interroguemos al
signo, el gesto, el sujeto y al objeto. Confrontémoslo para reinterpretar la
realidad en otro tono. No como un diario Ãntimo, sino como libro abierto para
reenamorarnos de la vida. Para experimentar en primera persona el shock con las
partÃculas del otro.
La imagen como en Whitman puede ser un canto, una celebración a ese
átomo de mà que también te pertenece.
Construyamos nuevos significados, un nuevo discurso con lo que vemos.
Desde hace dos semanas el mundo es otro, y todavÃa podemos evocar un nuevo
canto visual. Si la imagen será el lenguaje de nuestros próximos meses de
encierro, que también sea una garantÃa, un puerto para el bien, un arrullo en
lo que llega el mañana.
Desde hace dos semanas el mundo es otro. Que esa imagen del abuelo con
la nieta en el regazo, no se quede en la memoria, en las dimensiones de la
nostalgia, en el pahtos de la momificación.
Si el mundo es otro desde hace dos semanas, también puede someterse al
escrutinio del futuro. Hoy quiero ver con los ojos del emperador que hay en tus
pequeñas soledades. Quiero ver en esa comunidad de imágenes, comunidad de
personas dotando nuevamente de cuerpo al mundo.
Ver, para ser cierto, referir para salvar lo que ha quedado oculto,
expresar para cerrar la grieta bajo el olvido.
El mundo es otro, cuando los otros lo vuelven diferente.