José Antonio Forzán Gómez[1]
Jorge Alberto Hidalgo Toledo[2]
Abstract
La comunicación constituye
una experiencia trascendental dotada de significado que sobrepasa la gramática
de la realidad. Los medios de comunicación tienen como función social dar
certeza existencial a las personas; no obstante, los procesos y medios de
comunicación actuales han puesto al descubierto una serie de irregularidades
que nos llevan a hablar de indigencia comunicativa, ausencias cognoscitivas y
pobreza informativa. A lo largo de este
ensayo, los autores han analizado de una manera socio-crítica la ontología de
la comunicación en la era digital para ofrecer una visión semioética y con ello
reentender la comunicación como la mediación ética del mundo.
Partiendo de la antropología filosófica y la ética han revisado
documentalmente las principales posiciones críticas confrontándolas con los
principales problemas que se están desarrollando en la comunicación global:
libertad de expresión, derecho y acceso a la información, equidad, justicia
social, indecencia, obscenidad, pornografía, desregulación, derechos de autor,
veracidad, honestidad, privacidad, confidencialidad, virtualidad y simulacro. Insistiendo
en la responsabilidad social de los medios, proponen como alternativa la
mediación ética y la semioética para cambiar la mentalidad de los
comunicadores, la formación de los actores morales, la regulación responsable y
el respeto a la dignidad humana. ¿Podrá esta perspectiva responder a la
construcción colectiva, positiva y mediática de la sociedad?, ¿son los códigos
de ética la única alternativa que tienen los responsables de los contenidos de
la comunicación social?, ¿hasta dónde deben participar los medios en la
autorregulación, control normativo y conductual de los informadores? La
propuesta vertida en este ensayo intenta no sólo dar respuestas a estas
interrogantes, sino que también pretende hacer responsables éticamente a todos
los involucrados en los procesos de comunicación.
INTRODUCCIÓN
La ontología de la comunicación
¿Qué es la
comunicación sino un acto referencial dotado de sentido y significación? Y
decimos referencial porque es a través del lenguaje y su carácter comunitario
que invocamos, evocamos y se nos “autorrevela el mundo” (Cassirer, 1985, p.
18). Esta interacción sintáctica y dinámica entre la materia, el individuo, la
percepción y la inteligencia es la que permite unirnos semánticamente a los
demás seres morales y compartir con ellos valores, tradiciones, costumbres e
ideas enriqueciendo la experiencia vital. De esta forma, la comunicación
constituye, no una intención vacía como creía Husserl sino como bien apunta
Sastre, “una experiencia trascendental” (Sartre, 2000, p. 307); una relación de
compromiso que sobrepasa la gramática, la realidad y el lenguaje. Comunicar es
“extender la mano” (López Quintás, 1968, p. 125), es encuentro, es intimidad,
es vincularse con el otro, es diálogo, es entrega, es darse al otro; lo que la
hace sinónimo del amor.
La comunicación, no es un mero accidente que ocurre entre los hombres;
por ello, hoy día, se distingue de informar[3].
Comunicar, por el contrario, es dotar de significado las cosas del mundo; lo
que significa, dotar de sentido a la existencia misma. Con ello queremos apuntalar que es la persona
el centro y el destino de la acción comunicativa. Lo que debería llevarnos a
creer que en cada palabra vertida en un Chat, en cada imagen transmitida en
tiempo real por RealOne, en cada sonido descargado de Limewire debería haber,
como afirmaba Gabriel Marcel, una “certeza existencial” (Sanabria, 2000, p.155), pero no la hay. Esta
invocación recíproca de encuentros interpersonales es la ontología misma de la
comunicación. Quienes buscamos el “Ser” de la comunicación, en el fondo buscamos
al hombre mismo. Siendo la humanidad entera la que se oculta detrás del
fenómeno comunicativo es vital analizar la función de los medios y ver si estos, en verdad, están al servicio
del hombre.
La interacción simbólica que se ha tendido en internet y la convergencia
tecnológica, ha puesto al descubierto la ausencia de un rostro y la desnudez
del cuerpo. Por ello, podemos hablar de indigencia comunicativa, de egoísmo
simbólico, de extranjeros gramaticales, de ausencias cognoscitivas, de despojo
mediático, de soledad significativa, de pobreza informativa, de miseria
existencial. Quizá el problema más grave y evidente de la comunicación en la
era digital no sea la brecha informativa sino la ausencia de una metafísica
significativa que permita nuevamente la posesión del mundo y la instauración de
una comunidad universal de personas por el don de la comunicación.
Devolver el sentido trascendente a
la acción comunicativa implica volver los ojos a la centralidad de la persona,
al reconocimiento y valoración del otro, a la ética y a los fundamentos de los
medios: servir (buscar el bien común), unir (solidaridad) y equilibrar
(justicia) a la sociedad. He aquí nuestra revisión bioética de la acción
comunicativa en la era de internet. Regresemos al “ser a su morada” (Heidegger,
1987, p. 26); registremos la propia existencia y sus condiciones ética para
hablar nuevamente de significación y sentido en la acción humana; para entender
nuevamente la comunicación como la mediación ética del mundo[4].
1.
LOS MEDIOS
AL SERVICIO DE LA PERSONA
- ¿Qué es
persona?
En plena era
digital, definir al hombre continúa siendo una de las más grandes dificultades
en los planteamientos, tanto científicos como filosóficos. Ello porque hoy, tan
cercanos al proyecto de la genética y la transformación de la creación natural,
la misma interrogante presocrática sigue siendo vigente. Para poder definir un
marco de acción o de postulación científica, es fundamental comprender lo que
cada autor o corriente de pensamiento entiende por hombre. Es decir, que el
concepto que tengamos de ser humano en su totalidad, impactará en nuestras
acciones cotidianas, como lo son los planteamientos epistemológicos, los
productos comunicativos o nuestro simple comportamiento cotidiano.
Por ello, abrimos este ensayo haciendo
una revisión del concepto de hombre. Hemos dicho que la realidad física de
nuestra existencia conlleva un sustrato ontológico. Es decir, al hombre se le
puede comprender tanto científica como tecnológicamente. A esta tarea se ha
abocado, tradicionalmente, la antropología filosófica, disciplina hermana de la
antropología física y de la antropología cultural, que tiene como objetivo
resolver el misterio del hombre (Sanabria, 2000, p. 16-17).
Sin pretender hacer una revisión
exhaustiva de todas las características que definen al hombre, podemos señalar
las siguientes cualidades que han sido debatidas a lo largo de la historia del
quehacer de la antropología filosófica:
-
Es una entidad
corpórea.
-
Es un ser
relacional.
-
Es un ser
racional.
-
Es un ser espiritual.
-
Es un ser de
trascendencia.
-
Es un ser del
lenguaje.
-
Es un ser que
consigue la interioridad.
-
Es un ser
histórico.
-
Es un ser que se
construye.
-
Es un ser que
deviene entre las condiciones existenciales y la libertad.
-
Es un ser
mediático[5].
Todos estos rasgos definitivos, podríamos resumirlos en un postulado: el
ser humano es una persona humana. Es decir, es un ser que, manifestando lo más
radical de sí, mostrando lo más profundo de su realidad ontológica, lo que
expresa a través de sus actos es su unicidad.
Además, la condición de la persona fundamental es su radical
manifestación en el tiempo y en el espacio.
“El hombre no es pura subjetividad, sino que,
constitutivamente, está orientado hacia el mundo, más aún, hacia su mundo. Esta orientación es un modo de
ser fundamental de la existencia humana. De manera que no es primero el mundo y
después yo, o viceversa, sino que simultáneamente se dan yo-mundo; yo soy mi
mundo. Porque el hombre es relación.”
(Sanabria, 1987, p. 85-86)
Por ello, es fundamental atender a los principios de comportamiento de la
persona ante el otro. Señala Juan XXIII:
“En toda convivencia humana bien ordenada y provechosa
hay que establecer como fundamento el principio de que todo hombre es persona,
esto es, naturaleza dotada de inteligencia y de libre albedrío, y que, por
tanto, el hombre tiene por sí mismo derechos y deberes, que dimanan
inmediatamente y al mismo tiempo de su propia naturaleza. Estos derechos y
deberes son, por ello, universales e inviolables y no pueden renunciarse por
ningún concepto.” (en González, 1991, p. 75-76)
Esta manifestación del hombre, esta radicalidad de la persona humana
conlleva la idea de la comunicación. Es decir, si la persona humana es en el mundo, es porque es con-los-otros.
Ese ser-con-los otros es
posible gracias al lenguaje, a la expresión del espíritu que dota de contenido
a los objetos y a la persona misma. Para conservar la unicidad de la persona y
llegar a ser, es necesario contar con los medios para desarrollar la virtud
(Fromm, 1986, p. 39), para colocarnos ante nuestra propia naturaleza y
dominarla. En función de nuestro objeto de estudio, los medios masivos de
comunicación, si han sido mediados por la ética, determinarán la acción del
hombre sin perder de vista que el fin es
el hombre mismo. Lo que nos lleva a afirmar que los medios están al
servicio de la persona.
b. Los medios de comunicación al
servicio de la persona
Hoy día los
comunicólogos, antropólogos, sociólogos y politólogos hablan de la necesidad de
contar con medios de comunicación libres y responsables para la creación de
sistemas democráticos donde prime la libertad de expresión y prensa. Para ello,
han creado múltiples modelos y teorías de responsabilidad social, códigos de
ética, vías de autorregulación y legislación para justificar el buen actuar de
los medios ante la sociedad civil. Muchos han sido los estudios dedicados a los
efectos de los medios y los intentos para establecer un uso ético de los
mismos. Pero, ¿podemos hablar realmente
de ética mediática si limitamos los esfuerzos a generar legalismos, normativas
y códigos de conducta más que intentos por visualizar a los medios como
herramientas colaborativas para devolver el lugar del hombre en el mundo?
Esta reubicación del hombre, debe
partir necesariamente del entender que los medios están al servicio del hombre.
Pero, ¿qué implica este servicio? Cuando hablamos del “servicio” que prestan
los medios de comunicación, nos referimos a su aportación para lograr un factor
de crecimiento y progreso humano, progreso de la verdad del hombre, progreso
cultural, social y económico. De ahí que en términos concretos busquemos que
los medios de comunicación estén a la “defensa de la promoción de la verdad
integral” (Casales, 1985).
Los medios deben servir para encontrar respuestas verdaderas; para
desarrollar las habilidades; para conocer, compartir y comunicar las
intenciones, deseos, sentimientos, conocimientos y experiencias; para
comprender, actuar con libertad y progresar; para establecer relaciones,
solidarizarnos; para enriquecernos intelectual, moral, social y
espiritualmente; para promocionar los valores humanos y la vida humana; para
realizar un encuentro entre hombres, culturas, ideologías, historias y signos
trascendentes.
Cuando los medios y las nuevas
tecnologías de información, pierden este sentido de utilidad, se pierde con
ello el sentido de la condición humana y se terminan agrediendo: la dignidad
humana, los valores universales, la cultura, los sistemas económicos, políticos
y sociales.
La comunicación que se sostiene de
la experiencia común, solidaria y caritativa –porque ofrece lo mejor del otro-
termina construyendo el cuerpo del mundo. El rostro y la identidad que tomará
se define como lengua viva; pues serán los hombres los que moldeen el mundo
para mejorar su calidad de vida y no los medios los que moldeen sus opiniones y
los aspectos fundamentales de su vida. Cuando los medios “sirven”, construyen,
“unen y solidarizan” (Redemptoris Missio,
1990, 37); justifican la existencia, rompen con la soledad y nos llevan a la
plenitud.
La acción fecunda de los medios es
aliviar la indiferencia, eliminar el aislamiento, desbancar el rechazo,
derrotar el egoísmo, reconstruir la incomprensión, diluir “la tonalidad
grisácea de la existencia” (Serrano, 1970, p. 45).
La soledad del hombre tecnológico,
es la de aquél que ha visto pisoteada su intimidad por los abusos de la imagen,
los vacíos de la palabra, los silencios informativos, la mezquindad de la
manipulación, la persuasión de la indecencia, la falta de responsabilidad
social y una ética en los medios.
Todo esquema formal e informal de
control de los medios debe trascender las leyes y reglamentos para contemplar
algo más que códigos de conducta. Una ética integral debe contemplar todos los
aspectos de la persona humana y su interrelación con el medio. Los medios como
bien señalaba Xavier Zubiri deben servir para “realizar la vocación humana, ser
de verdad hombres” (Zubiri, 1987, p. 259).
c. La naturaleza Semioética de los
medios
Ahora bien, si
partimos de que el problema de la comunicación es el encontrar el yo gracias al tú, la dimensión de la comunicación tendría que anclarse en el
problema del lenguaje, del ethos de
la acción humana y el fin de los medios.
Para toda la filosofía
contemporánea, a partir del giro lingüístico de Wittgestein, el giro
hermenéutico de Gadamer y el giro semiológico de Roland Barthes, el problema
filosófico de la comunicación es el lenguaje y no el medio:
“… el signo, es una realidad analítica que preocupa
cada vez más a la investigación moderna; por razones muy distintas, diversas
disciplinas se han interesado por él: cibernética, logística, psicoanálisis,
lingüística y etnología estructurales, todas estas ciencias tienden a fundirse
en una ciencia general de las comunicaciones, cuya nueva unidad sería la
significación.” (Barthes, 2001, p. 27)
Tal visión pone en relieve a la persona humana como algo complejo y no la
visión centrada en los medios y en la masa despersonalizada de Abraham Moles y
similares:
“… mass media son a la vez esos canales de difusión y medios de expresión que se dirigen no a un
individuo o persona, sino a un ‘público destinatario’ definido por unas
características socioeconómicas y culturales en el que cada receptor es
anónimo. (…) Son también los vectores
unidireccionales de un mensaje emitido por un individuo o por un grupo
destinado a un público mucho más amplio.” (Moles, 1975, p. 449)
Subrayamos, pues la idea de Barthes, “no es lo mismo hablarle a alguien
que decirle algo”.
Por tanto, pensar en los medios debe
superar la concepción técnica para atender a su noción ideológica y
existencial:
“Los hombres, en cuyas manos está este poder (que han
generado los medios de comunicación) tienen una grave responsabilidad moral en
relación con la verdad de las informaciones que ellos deben difundir, en
relación a las necesidades y a las reacciones que hacen nacer en relación con
los valores que ellos proponen.” (Jacobo, 2002, p. 595)
De esta manera, los medios dejan de ser una “fuerza ciega de la
naturaleza fuera del control del hombre” (Pontificio Consejo para las
Comunicaciones Sociales, Ética en las
Comunicaciones Sociales, 2000, 1) y pueden ser usados con fines buenos o
malos ya que ellos no hacen nada por sí mismos, sino por la acción de los
hombres.
Es por los fines, la participación del hombre, su uso como herramientas,
el grado de bondad o de maldad con que se produce la acción comunicativa que
los medios deben estar mediados por la ética. Dependiendo del grado de
mediación de ésta última, podremos hablar del aumento de la empatía, la
compasión, la solidaridad o el odio, narcisismo o soledad entre los hombres.
“Los medios deben hacer consciente al hombre de su
dignidad, a comprender los sentimientos de los demás, a cultivar un sentido de
responsabilidad mutua, y a crecer en libertad personal, en el respeto a la
libertad de los demás y en la capacidad de diálogo” (Gaudium et spes, 1966, 30-31).
2.
LOS GRAVES
PROBLEMAS GLOBALES
Para hablar de
un uso ético de los medios se requiere de personas libres y autónomas y medios
de comunicación masivos libres, responsables y éticos. Desgraciadamente los
medios actuales, como algunas personas, se encuentran cerrados a cierto
control. Aún cuando legalmente la libertad de expresión y de prensa están
protegidas por la Constitución mexicana y muchas otras constituciones
extranjeras, hay asuntos que no se cumplen y que ante el problema de la
globalización tenderán a agravarse ya que no contemplan a los medios electrónicos, digitales y las
telecomunicaciones. Algunos de estos problemas nacen de la errónea concepción
que se tiene de la libertad, la
expresión, la equidad y la justicia; así como de la falta de códigos que
trasciendan los límites legales o que se quedan sólo en la regulación de
conductas empresariales.
No es de extrañar que en la actualidad los medios establezcan un
detestable juego con el poder convirtiéndose en la segunda fuerza pública,
después del poder económico, dedicándose a controlar y delatar los abusos y
errores de los demás, pero no los suyos (Hidalgo, Baran, 2005).
En algunos países el grado de dependencia que mantenían con el poder
político se está perdiendo y ahora parecen tener la fuerza suficiente para
resistirse y contraatacar a los otros tres poderes con los que interactuaba.
Hoy podemos encontrar tendencias en que los medios se han convertido en medios
de presión o defensa de intereses por parte de la sociedad. Esta tendencia empieza a generalizarse tanto
en los medios privados como en los públicos. Ya es más común escuchar que los
medios hacen conciencia de que tienen una responsabilidad y deben guardar una
misión de servicio. Al estar mediando los intereses de la sociedad civil, los
grandes poderes y sobre todo, de las personas,
los medios están obligados a vigilar el cumplimiento ético de las
dinámicas sociales y el desarrollo comunitario. Revisemos el origen de esta
falla en el incorrecto manejo de las nociones de libertad, justicia y equidad y
la falta de una visión ética que tenga como fundamento la persona humana.
a. La libertad como centro de la
acción comunicativa
Tema central de
la filosofía a lo largo de la historia es la libertad. Ello porque es una
característica de la persona humana.
“El hombre de (Jean-Paul) Sartre es libertad: está condenado a
la libertad. Es conciencia cerrada en sí misma, subjetividad plena que da
sentido al mundo. El hombre está condenado a inventarse a sí mismo en cada
instante. ‘Solitario y sin amo irá realizando su esencia suspendida en la
libertad’. Así, el hombre libre ‘ni en sí ni fuera de sí encuentra recurso
alguno al que agarrarse’. Entonces se enfrenta a la nada, sin apoyo, sin
esperanza, de tal modo que nada puede salvar al hombre de sí mismo. Cada
hombre, en cada situación, tiene que decir: ‘yo soy el que decide, solo,
injustificable, sin excusa (…)’. En el mundo en el que el hombre está de más,
donde lo absoluto es el absurdo –todo es absurdo-, donde todo es gratuito, ‘los
otros son el infierno’ (…) y el hombre no es más que “una pasión inútil.”
(Sanabria, 2000, p. 55)
Ante esta situación apocalíptica de la condición existencial, sobre qué
es lo que debemos decidir para nuestros actos en libertad, la respuesta parte
de la autodisciplina: “Significa hacerte responsable de tu persona” (Bennett,
2001, p. 15)
La persona humana que aspira al bien
tiene en cuenta su lugar en el mundo, en la historia, en el tiempo. Su
condición radical de ser-en-el-mundo:
“No se debe olvidar que la libertad necesariamente es
una libertad situada. La razón de
esto es muy sencilla: el hombre concreto vive su aquí y su ahora.”
(Sanabria, 2000, p. 134)
Al hacer conciencia del mundo, el hombre se da cuenta de que sus
decisiones, los actos que dan sentido a su vida, están, entonces, condicionados
por factores que dan razón de ser a la persona, pero que, incluso, llegan a
atentar en contra de la dignidad de la persona humana:
“… el mundo material, la herencia genética, las
enfermedades, las condiciones climáticas, la raza, las predisposiciones, la
cultura, la historia, el inconsciente individual y colectivo, la opinión
pública, el sexo, la edad, el ambiente social, la educación, la religión, etc.
Todos estos condicionamientos de la
libertad hacen que un acto libre no pueda ser totalmente libre, sino situado
siempre. Estos factores condicionantes limitan
ciertamente la libertad, pero no la comprimen, a no ser en algún caso
extraordinario. De ahí la tarea de cada persona: lograr progresivamente una
libertad cada vez más auténtica; mientras más libre, más persona.” (Sanabria,
2000, p. 134)
Sanabria subraya
así, la radical misión de la ética:
“En nuestros días hay muchos obstáculos para la
auténtica libertad; son los factores despersonalizantes. De ahí la obligación,
o la tarea, de luchar por la realización de la libertad –el hombre vale por lo
que decide-. Hay la realización personal: cada hombre es tanto más hombre
–persona- cuanto más ha realizado su libertad, cuanto más vive desde la
profundidad de sus decisiones axiológicas, cuanto menos es susceptible al
influjo de los medios masivos de comunicación.” (Sanabria, 2000, p. 136)
b. La libertad de expresión, el
derecho y el acceso a la información
Partiendo
del presupuesto de Sanabria en el que afirma que la libertad se ejerce desde
las decisiones axiológicas que pueden o no estar mediadas por los medios
masivos, hay que hacer notar que para muchos gobiernos legislar en torno a la
libertad de expresión se ha convertido en un medio de presión más que una forma
de velar por el uso correcto de los medios. Si los hombres necesitan satisfacer
su necesidad de información para tomar decisiones, autoconfirmarse en el mundo
y reproducir con ello un régimen democrático, justo y solidario, la inhibición
y el bloqueo de la posibilidad de expresión y acceso a la información, se
vuelve un atentado contra la posibilidad de realización de la persona.
Los mecanismos de coerción se han
sofisticado tanto que ya no son tan explícitos como el soborno o la agresión.
Tan sólo para ejemplificar este punto el comunicador mexicano, Omar Raúl
Martínez comentó en su ensayo Secreto
periodístico: libertades informativas en México, que durante los primeros
dos años del sexenio del Expresidente Ernesto Zedillo se consignaron más de 240
actos contra informadores: 18 por ciento de los cuales fueron demandas y
detenciones (15 por ciento). Entre diciembre de 2000 y agosto de 2003 se han registrado
259 incidentes: 43 por ciento de los
cuales son demandas, citas a comparecer (10 por ciento), detenciones (7 por
ciento) y anuncios de demandas (3 por ciento). Algunos de los casos más sonados
que señala son: el de Isabel Arvide (difamación); Maribel Gutiérrez (revelar
fuentes sobre el caso de Digna Ochoa); a reporteros de La Jornada y El Universal
(revelar fuentes caso Pemexgate);
Alejandro Junco de la Vega (demanda por difamación); Gustavo Castillo García
(interrogatorio para revelar fuentes sobre operativo antinarcóticos).
Mientras que los hechos inhibitorios han
ascendido 43 por ciento; 57 por ciento de los casos contra informadores se
refieren a agresiones públicas. Los responsables de dichas agresiones son 26
por ciento fuerzas del orden, 26 por ciento, funcionarios de gobierno, 4 por
ciento instituciones de gobierno y 3 por ciento funcionarios policiales.
64 por ciento de los afectados son
periodistas: 29 por ciento de las áreas políticas, 23 por ciento policíaca y 16
por ciento de información general.
Los incrementos en los últimos años han
sido del 18 por ciento entre 1995 y 1996; 23 por ciento en 1997; 41 por ciento
en 2000; y 43 por ciento en 2003. (Martínez, 2004, p. 47)
La Convención Americana de los Derechos
Humanos señala en su Doctrina
Internacional en los apartados sobre leyes penales y libertad de expresión:
“Si, por ejemplo, los periodistas son víctimas de
coerciones, persecuciones, denuncias por difamación penal, de trabas en el
ejercicio de su función, de represiones, o de cualquier otra clase de conducta
restrictiva, la atmósfera colectiva retrae sobremanera la posibilidad de
expresarse. El clima no se vuelve propicio, y la gente prefiere la seguridad de
no verse sometida a padecer un probable perjuicio, al desafío de hacer pública
una opinión” (Informe Anual de la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos 2002, citado en Martínez,
2004).
Esto implica ampliar el derecho de las
personas a saber (no de los periodistas) y beneficiarse con información de
mejor calidad y así pueda la sociedad participar en asuntos públicos con mayor
conocimiento de causa.
En agosto de 2003, el relator de Libertad
de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Eduardo Bertoni
habló ante el Senado mexicano sobre la importancia de la protección de las
fuentes informativa para garantizar la libertad de expresión. Este mismo punto
ha sido la insistencia del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM,
la Asociación de Editores de los Estados, la Asociación Mexicana de Editores,
Libertad de Información México A.C. y la Asociación Mexicana de Editores de
Periódicos (AME).
En octubre de 2003, más de 100 diarios
mexicanos se reunieron en Nuevo Vallarta, Nayarit, en México para emitir lo que
han denominado la Declaración de Nuevo
Vallarta, la cual reflexiona en gran medida sobre: a) la actitud que
debería asumir la sociedad para garantizar la libertad informativa; b) la
necesidad de crear leyes que protejan el secreto profesional de los
periodistas; c) la obligación que tiene el periodista para contrastar y
documentar su información aún cuando no revele sus fuentes; d) la protección
que debe darse al material del periodista (grabaciones, archivos o apuntes) que
puedan llevar a identificar la fuente; y, e) la creación de un código de ética
para informar de la mejor manera a los mexicanos.
Para bien de las personas, la sociedad y
la democracia, los medios no deben ser amenazados por los poderes coercitivos
en una sociedad; y por otro, que para luchar a favor de la libertad de expresión,
los responsables de la comunicación deben esforzarse más por averiguar la
veracidad de los hechos.
Si
los medios han de cumplir su función de ser la conciencia crítica de la
sociedad frente a los demás poderes, hay que seguir insistiendo en la evaluación
acuciosa de los hechos, la profundización en la actuación como servidores de la
sociedad y no de los poderes políticos y el que se garantice el acceso a
información fiable, plural y veraz al servicio del bien común. (Hidalgo, Baran,
2005)
c. Equidad y Justicia Social
Sin lugar a
dudas, el tema fundamental del trabajo de la antropología filosófica, la
filosofía política, la teología de la comunicación y sobre todo, de la
responsabilidad social de los medios de comunicación, en nuestros días es la
justicia social. De hecho, la preocupación actual es la ética y la justicia
social, por dos razones: es un rubro minimizado o descontextualizado si se le
sitúa en el marco de las ciencias sociales y por el manejo no fundamentado que
diversas empresas han hecho al respecto por cuestiones de imagen. A la par del
XXI Congreso Mundial de Filosofía (Estambul, 2003), y de la Academia Pontifica
de las Ciencias, podemos citar a Lipovetsky:
“… no hay en
absoluto tarea más crucial que hacer retroceder el individualismo irresponsable,
redefinir las condiciones políticas, sociales, empresariales, escolares,
capaces de hacer progresar al individualismo responsable.” (Lipovetsky, 1998,
p. 16)
Asimismo, la
Iglesia católica ha puesto su atención en el problema de la justicia social:
“El desarrollo de los pueblos y muy especialmente el
de aquellos que se esfuerzan por escapar del hambre, de la miseria, de las
enfermedades endémicas, de la ignorancia; que buscan una más amplia
participación en los frutos de la civilización, una valoración más activa de
sus cualidades humanas; es observado por la Iglesia con atención.” (Jacobo,
2002: p. 391)
En este
contexto, podemos citar los principales problemas referentes a la equidad y a
la justicia social:
-
El problema
obrero.
-
La paz entre los
pueblos.
-
El orden entre
los seres humanos.
-
Igualdad y
participación.
-
El trabajo
humano.
-
La justa
distribución del ingreso.
-
La urbanización.
-
La
responsabilidad de los jóvenes.
-
El puesto de la
mujer.
-
Las víctimas de
los cambios.
-
Derecho a la
emigración.
-
Las
discriminaciones.
-
Crear puestos de
trabajo.
-
El medio
ambiente.
-
La brecha
informativa.
-
La comunicación
educativa y para el desarrollo.
-
El acceso a la
información.
-
Las libertades
informativas.
-
La ética de las
comunicaciones sociales
Si los medios habrán de promover la realización humana no podemos dejar
de mencionar que en la era digital se han desencadenado una serie de atentados
contra los valores morales, abusando de los medios para colocarlos al servicio
del mercado y no de la persona humana.
Sí que los medios desempeñan un papel importante en la economía del
mercado y es un hecho que la comunicación social sostiene negocios y comercios;
pero por encima de ello está el que “contribuyan a estimular el progreso y la
prosperidad, que promueva mejoras en la calidad de los bienes y servicios
existentes, permitiendo que las personas hagan opciones informadas y que les
ayuden a tomar decisiones que les potencien el espíritu cívico y solidario”.
(Juan Pablo II, Centesimus Annus,
1991, 34)
Hablar de los medios de comunicación en la era de Internet nos lleva a
pensar necesariamente en la manera en cómo están impactando estos a la cultura,
a la educación y a la espiritualidad de las personas. Si queremos que los
medios se comprometan con el hombre y su diálogo con la verdad, deberán cumplir
con su deber: “atestiguar la verdad sobre la vida, sobre la dignidad humana,
sobre el verdadero sentido de nuestra libertad y mutua interdependencia” (Juan
Pablo II, Mensaje para la XXXIII Jornada
Mundial de las Comunicaciones Sociales, 1999, 2)
3. PROBLEMÁTICAS DE LA ERA DIGITAL
Ante el uso y
abuso de las libertades (expresión, prensa, acceso a la información) es
importante revisar algunos temas concretos que atañen la responsabilidad y la
libertad de los medios como lo son la indecencia, la desregulación, los
derechos de autor e Internet.
a. Indecencia, obscenidad y
pornografía
¿Cuáles son los
límites de la transmisión?, ¿hasta dónde es ético explorar la intimidad, el
lenguaje y la corporeidad para ganar audiencias, “expresarse” y satisfacer “los
gustos” de los distintos auditorios? Cada vez son más las quejas que reciben
los medios de comunicación por parte de los distintos públicos que se han
sentido molestos por la transmisión de programas con contenidos y lenguajes
sexuales, indecentes, groseros, vulgares, perversos, vacuos y ofensivos. La
obscenidad y la pornografía se han vuelto la fórmula de muchos productores de
contenido.
La solución que promovió la Comisión Federal de Comunicaciones en Estados
Unidos, ante este problema fue el establecer una barra programática –denominada
puerto seguro- que transmite de 10 pm
a 6 am. Con esta medida se pensó que ni se restringiría la libertad de
expresión y derecho a la información de aquellos que desean ver u oír dichos
contenidos; y por otro lado, se protegía a televidentes y escuchas que no
quieren esos contenidos. No obstante, vuelven a la mente las preguntas: ¿deben
los medios objetivar la corporeidad humana?, ¿hasta dónde es lícito y moral
reducir la existencia humana a un objeto de placer?, ¿por qué permitimos la
trivialización de los medios presentando y exaltando comportamientos
denigrantes fomentando una cultura hedonista, irresponsable y denigrante cuando
deberíamos buscar que los medios promuevan una cultura de la vida?
El 10 de julio de 2004, el Tribunal Supremo rechazó en Washington, la
entrada en vigor de la Ley de Protección Online de los Niños, por considerar
que violaba la libertad de expresión. La Ley pretendía imponer fuertes penas
financieras a los sitios de Internet que permitieran que algún menor de edad
tuviera acceso a la pornografía. Los opositores a la ley insistieron en que son
los filtros y no las penas las que otorgarán una solución.
La fuerte exposición a contenidos
nocivos por parte de los niños y adolescentes se ve reforzada por “la
disminución de la influencia de instituciones como las iglesias y escuelas a la
hora de guiar su comportamiento y formar a los jóvenes”. (Zenit, 2004). Si
sumamos, la renuncia de los padres a establecer normativas éticas, la falta de
responsabilidad de los realizadores, la facilidad de acceso que posibilitan los
motores de búsqueda, el anonimato y la gran industria que respalda a la
pornografía y la vulgaridad, el problema se agrava a tal grado que
investigadores de la Universidad de Syracuse hablan del surgimiento de una
cultura de la obscenidad.
b. Desregulación
¿Existe un punto
medio y de equilibrio entre los intereses públicos, privados y comerciales?
Cuando se pierde el rumbo de la noción de equidad y justicia social de los medios
de comunicación es importante que exista algún mecanismo o institución que vele
por el “buen juicio” y “el buen uso” de las difusoras como servidoras del
interés, conveniencia y necesidades del público garantizando que ante el
fenómeno de la desregulación de los medios no se viole, por un lado la libertad
de expresión; por otro no se ofenda al auditorio; y finalmente no se abuse
económicamente del acceso a la información. La desregulación de los medios en
principio promueve la concentración, conglomeración, el hipercomercialismo,
abandono de las normas de la decencia ya que libera al medio de su obligación
con el público: informar y educar; permitiendo la concentración de los mismos
en manos de unos cuantos.
c. Derechos de autor
El tema de la
justicia, la equidad, la propiedad y la valoración de la persona y su trabajo,
se extiende a los derechos de autor. La protección legal y económica se ha
vuelto un serio dolor de cabeza para muchos legisladores internacionales que
han reanudado la discusión ante la descarga ilegal de música grabada, la
comercialización de series de televisión y películas en DVD, y la manipulación
de imágenes para su uso en Internet. Actualmente se promueve el uso justo, es
decir, el que se emplee sin autorización ni pago cuando: 1) se haga sin fines
de lucro; 2) el fin sea didáctico o científico; 3) no se mengue el valor
comercial del original; y 4) el uso sea de interés público.
No
obstante, Internet, obligó a que se repensaran estas medidas ante el
surgimiento de programas para desencriptar softwares,
la descarga ilegal de MP3 y los archivos compartidos. El control de los
contenidos, no es una limitación al acceso a la información, sino un modo de
proteger la autoría de los productos comunicativos.
En 2002, se promulgó en Estados
Unidos de Norteamérica, la Ley de
Derechos Digitales de los Consumidores, que nos puede ayudar a entender el
rumbo que lleva hoy día la discusión. En ella se especifica:
· El derecho a “desplazar el tiempo” del contenido de
audio y video; es decir, a grabar para reproducir más tarde.
· El derecho a “desplazar en el espacio” música y
videos; es decir, a copiar contendido en discos vírgenes, varias computadoras o
reproductores portátiles en varios lugares.
· El derecho a hacer copias de respaldo.
· El derecho a usar el contenido en la plataforma que se
prefiera: PC con Windows, Macintosh, reproductor de DVD, lo que el consumidor
quiera.
·
El derecho a
traducir el contenido a otros formatos (por ejemplo, CD a cinta)
(Hidalgo, Baran, 2005)
d. Veracidad y honestidad
¿Hasta dónde se
han comprometido los medios para decir la verdad?, ¿cuánto de sus contenidos es
una mera parcialización de la realidad? El subjetivismo y el relativismo
actual, son los dos grandes pretextos en los que se amparan los malos
comunicadores para justificar su imposición de “su verdad”. La veracidad y la
honestidad informativa deberían ser los principales ejes de acción de los
profesionales de los medios; sin embargo, hay medios que insisten en que la
verdad no “vende” por ello se han dado a la tarea de manipularla a sus
intereses, amplificando la noticia, o reduciendo su impacto para provocar
efectos y reacciones según sus intereses. Así, han creado una realidad ajena a
la que deberían mostrar. Lo mismo ocurre cuando ignoran temas, distraen la atención
de los espectadores o combinan información para imponer su definición de
verdad.
e. Privacidad, confidencialidad y
problemas personales de intereses
Uno de los
grandes temas a debate es el derecho a la privacidad. Los reality shows han llevado a la mesa de discusión interrogantes
vinculadas con la invasión de la intimidad. Las persecuciones a personajes
públicos a través de paparazzis, la exhibición pública de problemas familiares,
la publicación de las orientaciones sexuales de las personas, el asalto
mediático para explorar gráficamente lo que antes era un secreto matrimonial,
son algunos de los tantos puntos que se deben considerar para equilibrar el
derecho del público a saber y los intereses de privacidad de las personas.
El derecho a la privacidad y la
confidencialidad van muy ligadas; ya que por un lado se explota la intimidad de
las celebridades y se busca protegerlos legalmente; y por otro, se exige a los
comunicadores que hagan públicas todas sus fuentes y materiales que deben ser
de conocimiento público. ¿Existe una media?, ¿qué tipo de información debe
mantenerse en secreto mediático?,
¿cuáles son los límites de la libertad de expresión?, ¿quién debe
regular este aspecto: el gobierno, las instituciones, los medios o la propia
persona?, ¿qué implicaciones tiene el que sea sólo el gobierno (con sus
respectivos intereses políticos) el que legisle el actuar de los medios, o que
quede en manos del sistema de autorregulación del medio (que se gobierna por
sus intereses económicos), o que se limite a la práctica ética personal (que
también puede estar sesgada ideológicamente)?
La práctica ética implica un
equilibrio de intereses y un saber jerarquizar valores en función de las
consecuencias de los actos. La gran interrogante es ¿cuántos de los comunicadores
están preparados moralmente para sopesar esta realidad y en manos de quién debe
recaer esta formación?
f. Virtualidad y simulacro
“Todas las
demás culturas han dejado huellas. Nuestro propio crimen sería perfecto, ya que
no dejaría huellas y sería irreversible.” (Baudrillard, 1996, p. 58)
Ante tal situación, la avanzada de la era digital, con un enfoque más
claro hacia lo tecnológico que hacia la persona humana, ha tendido una cortina
que oculta la verdad sobre la persona humana.
“El ciberespacio no existe para ser habitado, sino
para ser recorrido, es decir, comparece como un espacio transitorio y efímero.”
(Gubern, 1999, p. 167)
La persona humana decide el lugar en el que habita y, para su
realización, opta por lo real. Y en este afán de darle pertenencia virtual al
hombre, la cultura digital simula el mundo a través de espejismos altamente
impactantes por lo emotivo.
“… la famosa ‘pantallización’ de la sociedad,
responsable de la densificación icónica, es también responsable de su
banalización icónica.” (Gubern, 1999, p. 124)
A manera de simulación en la creación del otro, la simulación de la
comunicación ha llegado a construir falsas expectativas de contacto:
“1. Cibersexo con un sujeto real, que participa
activamente en el acto a distancia.
“2. Cibersexo con un sustituto icónico del sujeto real
deseado.
“3. Cibersexo con un sujeto inventado.” (Gubern, 2000,
p. 216)
Así, los sistemas digitales, anclados en su superación tecnológica
continua, acentúan la transmisión de valores que otros medios electrónicos
entronizan en la sociedad: el hedonismo, la ludofilia, el escapismo, el
consumismo y la meritocracia. Además de ello, debilita las relaciones
personales y catapulta el culto a las soluciones inmediatas.
A ello se le suma el conflicto poco
atento a la persona humana de los dirigentes de los grandes consorcios de
comunicación:
“El diseño de las políticas de comunicación en el
mundo moderno está en manos empresariales, en las que convergen los intereses o
las estrategias de los economistas y de los ingenieros. Unos y otros tienen en
común que su lógica predominante es la lógica de la cantidad (…). Y esta lógica
cuantitativa no sólo puede no ser coincidente con las lógicas cualitativas de
los comunicólogos o de ciertos proyectos políticos, sino que a veces puede ser
claramente opuesta.” (Gubern, 2000, p. 68)
Cuando a la descripción anterior se le suma la falsa utopía del diseño de
portales alternativos e independientes y la creciente brecha económica, la
sociedad se sumerge en la cultura digital a manera de espectador y no de
creador, seducido por la infografía y el propio sistema de consumo.
Es decir, al anclar las esperanzas
de emancipación a una realidad virtual, fruto de la tecnología y del
desconocimiento del pasado inmediato, caemos de nueva cuenta en el espejismo
del progreso. Sólo que, esta vez, magnificado por un otro cada vez más
disperso.
g. La responsabilidad social de
los medios
Para resolver gran parte de estos conflictos de contenido e interés y
garantizar un manejo equilibrado de los medios, se desarrolló en 1947 un
informe titulado “Teoría de la responsabilidad social de la prensa” a cargo de
La Comisión Hutchins sobre la Libertad de Prensa, presidida por el rector de la
Universidad de Chicago Robert Maynard Hutchins. Esta teoría normativa proponía
una guía práctica para operar idealmente los medios en un sistema dado de
valores. Además, afirma que los medios deben estar exentos de controles
gubernamentales pero a cambio deben servir al pueblo. Algunas de sus premisas
básicas han evolucionado hasta la actualidad contemplando que son:
· Los medios deben aceptar y cumplir ciertas
obligaciones con la sociedad.
· Para cumplir estas obligaciones, los medios pueden
fijar normas elevadas de profesionalismo, veracidad, fidelidad y objetividad.
· Los medios deben regularse ellos mismos en el marco de
la ley.
· Los medios no deben difundir material que incite a la
delincuencia, violencia o trastornos civiles o que ofenda a grupos
minoritarios.
· Los medios en conjunto deben ser plurales, deben
reflejar la diversidad de la cultura en la que operan y deben dar cabida a
diversos puntos de vista y al derecho de réplica.
· El público tiene derecho a esperar un desempeño
elevado y la intervención oficial se justifica en aras del bien público.
·
Los profesionales
de los medios deben ser responsables ante la sociedad así como ante sus
patrones y el mercado. (Hidalgo, Baran, 2005)
Con estos principios en mente se busca involucrar a todos los sectores
(gobierno, medios, comunicadores y auditorios) para hacerlos conscientes de su
responsabilidad. La gran insistencia y aportación es la necesidad de formar en
las personas una cultura mediática para abrigar expectativas y emitir juicios
sobre el desempeño de los medios, aún cuando sigan siendo los profesionales de
la comunicación los que se encargarán de operar éticamente los medios para que
no sea necesaria la intervención del gobierno.
4. LA MEDIACIÓN ÉTICA COMO ALTERNATIVA
La teoría de la
Responsabilidad Social de los Medios ofrece esquemas interesantes, tanto
formales como informales para controlar a la industria mediática y verificar
que los profesionales cumplan responsablemente con su deber. Pero, ¿podemos ir
más allá de las leyes y los reglamentos? La ética, en su propia ontología nos
ofrece la gran solución; puesto que consiste en reglas de conducta y principios
que guían la conducta y nos ayudan a decidir responsablemente ante ciertas
situaciones (Hidalgo, 2005). Es la misma ética la que nos ayuda a discernir
racionalmente equilibrando los controles externos formales (leyes, reglamentos,
códigos de ética) y los internos (tanto los de la industria como los
personales).
La aplicación de la ética en los
medios nos permitirá encontrar las respuestas que mejor defiendan moralmente a
un problema para que el respeto, la justicia, la bondad, la belleza y la
dignidad humana se mantengan vigentes.
Si cada comunicador parte de la ética para
definir su posición ante cada problema que cubre, terminará por un lado,
profundizando en el conocimiento de sí mismo y, en segundo lugar, definiendo
hasta dónde puede garantizar que lo comunicado ayude a la construcción de la
identidad del otro. La ética, cuando es aplicada, ayuda a equilibrar intereses
contradictorios y no limita al comunicador a operar sólo en función de lo que
está o no permitido por un código normativo empresarial.
a. La ética en los medios
Como hemos
puntualizado a lo largo de este estudio, los medios cumplen una misión
trascendental que es unir a los hombres. Si este objetivo se realiza partiendo
de la ética, servirá para difundir la verdad, hacernos más conscientes de la
dignidad de la persona, más responsables, más tolerantes y abiertos a las
necesidades de los demás, para con ello participar en actividades que
favorezcan el bien común.
Al ser los medios simples instrumentos
al servicio del hombre, no son ni buenos ni malos por sí mismos; pero sí pueden
llevar mensajes enriquecedores y formativos o violentos, vulgares y obscenos
que formen en la persona opiniones o construcciones erróneas o acertadas del
mundo.
La ética mediática se hace presente cuando la intención (de quien envía
el mensaje), promueve o no valores (el mensaje mismo), para que alguien realice
o no actos morales (interpretación, respuesta y retroalimentación).
Muchas son las fórmulas que se han
buscado para respetar a la persona, promover el interés público, garantizar su
crecimiento intelectual, cultural y espiritual. Todas ellas son medidas
positivas que están funcionando y que podrían hacer un bien mayor si no pierden
de vista que los medios deben estar el servicio de la familia humana y que en
la medida que se ajusten a modelos éticos darán más sentido a la vida de las
personas.
b. Beneficios de la práctica ética
La apuesta por
la mediación ética puede traer beneficios en múltiples planos. Su práctica e
impacto puede llevar a la realización de la persona y a que esta alcance la
felicidad. A continuación exponemos en qué puntos la ética puede ser la clave
para mejorar la actuación de los medios.
·
En lo
económico. Los medios impulsan los mercados y sostienen muchos negocios
gracias a la publicidad. También son ellos los que estimulan el empleo y
promueven mejoras en la calidad de los bienes y servicios. En la medida que los
medios fomenten una competencia sana y responsable que derive en una mayor y mejor
información para la toma de decisión y
promuevan en las empresas la responsabilidad social podrían contribuir
en la justicia social.
·
En lo
político. La transmisión de mensajes apegados a la verdad y sin
pretensiones ideológicas manipuladoras, podrían beneficiar a la sociedad para
que las personas participen más en los procesos políticos. Si ya están uniendo
a las personas, qué mejor que lo hagan para alcanzar propósitos y objetivos
comunes. Un país que se diga democrático y que no cuente con medios éticos,
está mintiendo, ya que estos serían los encargados de llamar la atención en
casos de incompetencia, corrupción, abuso de confianza o promover la
competencia, el espíritu cívico y el cumplimiento del deber.
·
En lo
cultural. Son los medios los que acercan a las personas a actividades como
el arte, la música, el teatro, la literatura y promueven con ello el desarrollo
humano al buscar la promoción del conocimiento, la sabiduría y la belleza. Los
medios, si apuestan por la ética, podrían llevarnos a entender las prácticas
culturales y las tradiciones de los demás pueblos; así como a valorar nuestro
patrimonio cultural y preservarlo.
·
En lo
educativo. Los medios ofrecen herramientas e instrumentos complementarios a
la formación de niños, adolescentes, padres de familia y ancianos. Gracias a su
nivel de penetración, la educación puede llegar a los sectores más marginados y
ofrecerles una visión esperanzadora del mundo. Si se emplean adecuadamente,
podrían ser fuente de progreso social.
·
En lo
personal. Los medios pueden enriquecer la experiencia vital al transmitir
mensajes, noticias, ideas y acontecimientos positivos que inspiren, alienten y
lleven a las personas a participar en hechos trascendentales. Tanto la
formación intelectual, cultural y espiritual se puede beneficiar de palabras e
imágenes constructivas.
No está demás insistir en que
todas estas formas de comunicación ética y sus beneficios, no son simples
manifestaciones de ideas ni expresiones de un sentimentalismo; para que los
medios sirvan realmente a la comunidad deben estar entregados por entero al
respeto del bien común, la promoción del ejercicio de la libertad y el
atestiguar la verdad sobre la vida y la dignidad humana. Juan Pablo II escribió
en su más reciente Carta Apostólica: “Los contenidos tendrán siempre por objeto hacer a las
personas conscientes de la dimensión ética y moral de la información”. (Juan
Pablo II, El rápido desarrollo, 2005,
9).
c. Faltas a la práctica ética
Los
medios, así como pueden ser empleados para beneficio de la sociedad, también
pueden entorpecer su desarrollo dañando la integridad de las personas,
marginándolas, manipulando o pervirtiendo sus valores. La hostilidad, el
conflicto, la crítica destructiva, el lenguaje soez, los mensajes degradantes,
la desinformación, la trivialidad, la falsedad, la banalidad, la difamación, el
racismo y la pornografía son algunas de las formas más empleadas para dañar a
las personas. Siguiendo el esquema de interrelación que existe entre la
sociedad, la cultura y la comunicación, señalamos a continuación dónde se
pueden dar fuertes abusos:
·
En lo
económico. Hay empresarios que emplean los medios para construir o apoyar
sistemas económicos que promueven la avaricia y la ambición. El mismo modelo
neoliberal se sustenta en una visión economicista del hombre, considerando que
las ganancias y las leyes del mercados están por encima de las personas y los
pueblos. Al no existir órganos internacionales de control que guíen y orienten
la participación de los medios en el proceso de globalización, se están
desaprovechando las oportunidades de llevar mayor bienestar a las comunidades
más explotadas y marginadas. Esto también provoca que los medios contribuyan en
las injusticias y desequilibrios que producen sufrimiento. Falta apoyar más el
desarrollo y las barreras que frenan el acceso a la información.
·
En lo
político. Es común ver que se emplean los medios para hacer proselitismo o
para manipular la opinión pública. Hay incluso quienes aplican técnicas
publicitarias o de relaciones públicas para explotar a ciertos grupos o violar
los derechos humanos. Otro de los errores comunes es el uso de los medios para
difundir una visión utilitaria o de gran relativismo ético; así hay políticos
que recurren a los medios para justificar como signo de progreso y conquista de
la libertad la eutanasia, el aborto, la esterilización y la libertad sexual
promiscua.
·
En lo
cultural. Basta analizar la superficialidad con que son tratados ciertos
temas trascendentales y el mal gusto que impera en la construcción de contenidos.
Esto es producto de la estrechez de miras, la uniformidad, la vulgaridad y la
degradación que se hace de la persona, las costumbre y las tradiciones. Lo
aberrante es que se presentan estos mensajes como veraces. Son realmente
irresponsables los mensajes que pervierten las relaciones humanas, explotan a
las mujeres, niños y adolescentes; que destruyen familias y matrimonios; que
inspiran actitudes antisociales y desprecian la sexualidad como la pornografía
y la violencia sádica reduciendo todo a genitalidad, gozo y placer. Un punto
importante a mencionar es la exclusión que hacen los medios internacionales de
las expresiones culturales locales y tradicionales; en un afán globalizador,
omiten la riqueza y los valores de sociedades menos ricas y poderosas. El
modelo transcultural se olvida siempre de los más débiles, uniforma las
prácticas sociales y orienta el actuar humano en una sola dirección.
·
En lo
educativo. Los medios que se olvidan de la ética, sirven más para distraer
a las personas que para ayudarlas a resolver sus problemas. Está el otro
extremo, en el que sirven como instrumentos de adoctrinamiento y la información
que ofrecen tiene como intención controlar lo que las personas saben y les
niegan el accesos a la información. La autentica educación está para ampliar el
conocimiento y potenciar las capacidades de las personas, no para oprimirlas o
ponerlas al servicio de alguna ideología.
·
En lo
personal. Los medios han dañado severamente muchos de los valores
trascendentes, la ética se ha relativizado y por temor a ser considerados
tendenciosos han descarnado y desacralizado los mensajes. Así, algunos medios
han excluido los temas espirituales y los valores religiosos para promover por
un lado el racionalismo y el escepticismo; otros se van al extremo y presentan
los mensajes religioso con un estilo emotivo y manipulador (para competir en el
mercado) que fomenta el fanatismo, los sincretismos, la exclusividad, el
desprecio y hostilidad hacia los demás minimizando el verdadero sentido
religioso.
4. DOS PROPUESTAS DE ÉTICA APLICADA EN LA
ERA DE INTERNET
Los
medios también pueden unir a las personas, enriquecer sus vidas, apoyar a sus
comunidades, fomentar la justicia y la solidaridad. (Concilio Ecum. Vat. II, Inter Mirifica, 1963). Para que esto se
logre basta tener en mente principios básicos de la ética social como lo son la
subsidiariedad, la justicia, la equidad, la responsabilidad, la verdad, la
honradez y el respeto a la vida privada; pero, sobre todo, que la persona
humana y la comunidad humana sean el fin y no un instrumento.
La
responsabilidad ética no se queda sólo en quienes emiten los mensajes, también
es importante fomentar una educación mediática para que todos aprendan a
valorar y usar los medios de comunicación.
Cada persona es
responsable de la formación de su conciencia; si todos los mensajes son
recibidos pasivamente sin espíritu crítico las personas fácilmente pueden ser
víctimas de intereses amorales. Al aplicar la ética, cada persona pasa a ser un
agente moral, un mediador ético de la realidad.
No basta exigirle a los medios responsabilidad, sensibilidad, verdad y
respeto a la vida humana; también los espectadores deben ser coherente con esa
exigencia. Así, como los medios hoy día empiezan a crear sus códigos de ética
para regular sus acciones e implementan la autorregulación para normarse, cada
persona debe tener claro cuál es su código de ética para acceder a los
contenidos y de qué manera se autorregulará. En la medida que cada persona
practique una recepción crítica, su convivencia con los medios será más plena,
rica y llena de sentido.
a. La Semioética
La preocupación
por la ética dentro de los pensadores de la filosofía del lenguaje, en
particular de aquellos interesados en la ciencia de la significación, ha
comenzado a tener un lugar relevante. Por mencionar un ejemplo, podemos citar a
Umberto Eco:
“La dimensión ética empieza cuando entra en escena el
otro. Toda ley, moral o jurídica, regula siempre la relaciones interpersonales,
incluidas las relaciones con ese Otro que la ley la impone.” (2000, p. 103)
Si el contacto entre el yo y el tú se establece a través del lenguaje, y
la mirada al otro regula mi accionar social, es fundamental concebir una ética
de la significación, es decir, dar espacio a la semióetica. Precisamente, Eco
subraya que al entrar en contacto con el otro, nos damos cuenta de que tenemos
un alma, por lo que debe haber una regulación de la relación con el otro,
independientemente de si se cree o no en un ente superior. Pero esa
normatividad no respondería al problema central de la ética ni a aclarar las
dudas del lenguaje.
Podemos decir que la ética es el
lenguaje. La articulación de la primera son las normas y la moral y la
articulación de la segunda es la lengua. Luego entonces, si se concibe una
codificación dejamos a un lado aspectos fundamentales. No son los códigos lo
más importante de la relación con el otro, si se parte de la dignidad de la
persona humana. Quienes construyen son los seres humanos, no los códigos; en
dado caso, quien construye es el lenguaje, la relación expresiva. Hacer sujeto
de normas al ser humano, dictadas desde el exterior, coarta su capacidad
expresiva, su libertad, o la encausa en un sistema moral. Por tanto, la
semioética se distingue de los códigos para centralizar su preocupación activa
en el lenguaje.
Vale la pena una larga cita de
Roland Barthes:
“Nuestro objetivo no es desde luego disciplinar:
buscamos la categoría de lo Neutro en la medida que atraviesa la lengua, el
discurso, el gesto, el acto, el cuerpo, etc. Sin embargo, dado que nuestro
Neutro es buscado respecto del paradigma, del conflicto, de la elección, el
campo general de nuestras reflexiones sería: la ética que es discurso es la
‘elección correcta’ (¡y no es un juego de palabras político!) o de la ‘no-elección’,
o de la ‘elección-desplazada’: del más allá de la elección, el más allá del
conflicto del paradigma. La ética: palabra que quizá se pondrá de moda
(¡atención!), aunque más no sea por la ley estructural de rotación de lo
reprimido (…). Pero en realidad, la ética siempre existe, en todas partes, sólo
que está fundada, asumida o reprimida de manera distinta; atraviesa todo
discurso. Por lo demás, si la palabra asusta: praxis…” (Barthes, 2004, p. 52-53)
Acerca de la
falsa ética, también advierte Lipovetsky:
“… la ética en la actualidad juega el papel de remedio
milagro clave, tanto se parece a un leitmotiv
retórico: la ilusión ideológica no ha sido enterrada con la derrota de las
‘religiones seculares’, se reencarna en el eticismo,
nueva figura desencantada de la ‘falsa conciencia’. Después de la idolatría de
la Historia y de la Revolución, el culto ético como nuevo avatar de la
conciencia mitológica.” (Lipovetsky, 1998, p. 16)
Con ello en mente, se ha lanzado, Umberto Eco, por ejemplo, a analizar
distintos productos comunicativos que son un claro atentado a la ética centrada
en la persona y a las morales de cada contexto. Lo ha logrado gracias a un
análisis semiótico.
“Todos los textos escolares nazis o fascistas se
basaban en un léxico pobre y en una sintaxis elemental, con la finalidad de
limitar los instrumentos para el razonamiento complejo y crítico. Pero debemos
estar preparados para identificar cuando adoptan la forma inocente de un
popular reality-show.” (Eco, 2000, p.
56)
Así, el
comportamiento nazi era regulado por una moral, mientras que la ética quedaba
desplazada a un segundo plano.
La semiótica, entonces, por su preocupación activa sobre el lenguaje y el
conocimiento proporciona elementos fundamentales para la regulación del
contacto con el otro a través de su enfoque hacia la primera articulación del
lenguaje: la lengua. Basta recordar la tarea que imprime Roland Barthes a esta
fundamental ciencia del lenguaje:
"La semiología sería, pues, ese trabajo que
recoge lo impuro de la lengua, la corrupción inmediata del mensaje: nada más
que los deseos, los temores, los talantes, las intimidaciones, las
insinuaciones, las ternuras, las protestas, las excusas, las agresiones, las
músicas de que está hecha la lengua activa." (Barthes, 2000, p. 137)
En este contexto, podríamos subrayar que, si alguien pretende analizar a
la ciencia de la significación y diseñar productos comunicativos que tomen en
cuenta al otro en su dignidad de persona humana, no se podría dejar a un lado a
la semiótica. Ello sin reducirla a una mera gramática o a una sintáctica. Si se
concibe a una semioética fundada en el código, sería reducir a la semiótica a
la filología presassureana y a una ética que desconoce a Aristóteles.
a. Códigos de ética y
autorregulación
Para apoyar a
los profesionales de los medios en sus razonamientos éticos, se han creado
infinidad de códigos formales y normas de conducta. Muchos de ellos se quedan
en el plano prescriptivo y se limitan a decir a los comunicadores lo que deben
o no hacer. Para muchos los códigos sólo ofrecen una lista de lugares comunes
sin valore legal que restringen su libertad de expresión, mientras que para
otros se han vuelto el sentido de su misión comunicativa.
En principio los códigos deberían
ofrecer una fuente de información para emitir juicios morales más que
protecciones egoístas para la industria que en ocasiones atenta contra la
sociedad.
Existen también los códigos
profesionales de la industria. Estos son políticas institucionales de
comportamiento que incluyen tanto las operativas, las editoriales, las
administrativas y las de evaluación –que son modos de examinar la opinión
pública. Estos mecanismos de “ética normativa” son una forma de autorregulación
que tiene por objeto el evitar el exceso de intervención y volver operativas
las normas éticas o deontológicas que se imponen a sí mismos los comunicadores.
Las limitaciones de estos códigos son que: muchas de sus normas son abstractas
y ambiguas; los profesionales son reacios a señalar o censurar a sus colegas;
al formar parte de una organización los comunicadores tienen poco control sobre
su trabajo. Algunas de las funciones elementales de la autorregulación que
menciona Albarrán de Alba son:
“1) Establecer las normas éticas a que se deben
sujetar voluntariamente tanto los empresarios de la información como los
periodistas. 2) Contribuir a crear las condiciones de normalidad –tanto en lo
laboral como en lo profesional y lo social- para el cumplimiento de éstas. 3)
Brindar elementos de juicio crítico al público sobre el desempeño de los
propios medios. 4) Socializar los procesos de toma de decisión en los medios y
el conocimiento que deriva del diálogo ético de los periodistas” (Albarrán de
Alba, 2004, p. 43).
La participación de los distintos
auditorios se vuelve fundamental para la fiscalización de los medios y el
ejercicio de la autorregulación. De ahí que a la par del desarrollo de códigos
éticos, algunos medios formaran consejos de ética y grupos observadores de su
acción. Desgraciadamente, en la parte operativa encontramos que muchos son los
medios que han recurrido a la práctica de la autorregulación para evitar la
imposición legal del gobierno y evitar causar la menor conmoción.
Idealmente la autorregulación
debería ser un instrumento de defensa de las libertades de expresión e
información siempre que se encuentren amenazadas. Si durante mucho tiempo los
gobiernos impusieron presiones legales a los medios fue porque no habían
cumplido o asumido de lleno su responsabilidad social de representar a todos
los sectores de la sociedad. Ahora, son más los medios que desean construir
vínculos de confianza con el público para que entiendan y valoren la
importancia de una comunicación libre e independiente al servicio de la
sociedad.
En el caso de la ética de los medios, no
está restringida al ámbito de la conciencia individual de cada comunicador o de
los editores o productores. Esta debe responder a una construcción colectiva
que no pierda de vista en ningún momento a la sociedad. La ética debe servir al
comunicador como herramienta para hacer bien su trabajo y como punto de partida
y finalidad misma de la profesión.
En México, como bien señala Gerardo
Albarrán, muchos códigos de ética fueron impuestos por empresarios y directivos
o redactados por algún funcionario si es que no fueron copiados de medios de
otro país; lo que hace que muchas veces sean ignorados y carezcan de
legitimidad. He aquí donde subyace la discusión actual sobre la ética en los
medios de comunicación: ¿cómo hacerla operativa si los códigos y las bases
éticas que se están implementando no consideran todos los aspectos de la
dignidad de la persona, la misión y responsabilidad del medio, así como el bien
común?
Quizá, como afirmamos, algunas de las tantas soluciones a esta
interrogante están en: el cambio de mentalidad de los comunicadores; en la
formación ética de cada uno de los actores morales (tanto empresarios de los
medios, comunicadores y receptores); el que exista un marco legal estructurado
que regule las responsabilidades de todos y de cada uno; en una mayor
participación y diálogo de la sociedad civil en la industria de los medios para
garantizar que los contenidos respondan a sus legítimos intereses; que se
contemple que los medios son vehículos que garanticen la solidaridad, la
justicia, el diálogo, la paz y el bien común.
Referencias
Albarrán
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[1] Comunicólogo por la
Universidad Anáhuac. Doctor en Literatura por la Atlantic International
University. Es miembro activo de la
Asociación Internacional de Semiótica Visual. Actualmente es Coordinador de
Ciencias del Lenguaje de la Escuela de Comunicación, de la Universidad Anáhuac.
Investigador Asociado del Centro de Investigación para la Comunicación Aplicada
(CICA) de la Universidad Anáhuac.
[2]
Comunicólogo por la Universidad Anáhuac. Maestro en Humanidades por la
Universidad Anáhuac. Fue Miembro del Comité de Misión, Visión y Valores de
Televisión Azteca. Se ha desempeñado como periodista publicando en diversas
revistas especializadas y periódicos nacionales. Es editor de la comunidad de
Comunicadores Católicos de Catholic.net y Director de Medios de Global Content.
Se desempeña como académico e investigador adscrito al Centro de Investigación
para la Comunicación Aplicada (CICA) en la Universidad Anáhuac.
[3] Entiéndase como un simple
intercambio intrascendente y multidireccional de datos sin más sentido que la
respuesta.
[4] Si las personas se
construyen en función de los discursos interpersonales e históricos, habría que
entender que existen puentes que permiten, como afirma Jesús Martín Barbero
(1987), “reconstruir la cultura”. De este modo, los medios deben mediar las
acciones bajo un marco ético; así las acciones personales, simbólicas,
interpersonales y organizacionales responderían: a una ley natural, a mantener
la centralidad del hombre, a elevar su dignidad y mantener el bien común
conformando una red de sentido que devuelva al hombre su humanidad.
[5] El hombre es la única
especie que requiere de medios para conquistar su propia naturaleza. Ser
virtuoso implica una dominación de dichos medios y disponer de ellos para dar
un sentido a la existencia.