Jorge Alberto Hidalgo Toledo
Cuando la moral camina con pies de
paloma, el tiempo se queda atrás. Perdido, sin forma alguna de recuperarse. Así
lo buscara Proust, jamás lo vivió Allen Ginsberg. Sexo, drogas, cambios de
moral y de sentir. Formas distintas de manifestar la velocidad de los tiempos.
Formas convexas de representar lo nuestro o lo poco que queda de ello.
Esos son los símbolos de los noventa.
Una serie de máculas que cuestionan la forma ambigua como hemos estado
evolucionando, por una parte, la anarquía y la contracultura, por otro, la
apatía completa de los ojos enfilados al horizonte del sistema. Esos somos nosotros.
Una juventud cambiante y resistente a las fricciones. Una juventud que de la
noche a la mañana se lleno de dudas y axiomas dirigidos a destrozar la
superficialidad del mundo y la plasticidad de sus habitantes. Los tiempos
rebasaron a las conciencias oprimidas.
Hace unas décadas, la juventud dio la
espalda a la sociedad y se automarginó en las
costas del océano Pacífico, pretendiendo con esto una profunda avidez
por el reconocimiento individual, un deseo de hablar con honestidad y franqueza
de todo lo que tenía importancia, implicando la vida apasionada y comprometida
inspirada En el camino de Kerouac,
(40's y 50's), el espíritu anarquista de los beats, habría de transformarse en un espíritu cósmico cargado de
flores y psicodelia (60's), un ser que viajaba apoyado en drogas y que buscaba,
no romper como los beats con la sociedad, sino fundar una completamente nueva.
Esta consigna de "Salta y abandona la sociedad" de los hippies, habría de perderse y
comercializarse como muchas otras cosas que el gran pulpo del sistema habría de
succionar. Esta perdida de la clandestinidad, fue sumamente criticada en los
70's y rescatada en los círculos underground de la juventud olvidada y oprimida
de los suburbios industriales.
El mundo envuelto entre tanta mierda habría de
intoxicarse con sus propios humores. Y así, de la manera más antiintelectual
posible, surge un nuevo ser, un ser inconforme con todo, anarquista y radical
por naturaleza, agresivo, Thanatos en
cuerpo y alma. Y es aquí, en la fuerza punk
donde parece que se quedó gran parte de la juventud mundial hasta nuestros
días, subdividida en corrientes como el dark,
el gótico, e incluso el mismísimo hardcore. Las nuevas variantes
tecnológicas le han dado un toque cyber al asunto. Sin embargo, cuando se habla
de ello, si es que se habla, se hace como si se hablara de la mierda, de lo más
podrido y degenerado y hay viene lo que a nuestro caso interesa. El mundo ha
evolucionado así, tanto que podemos afirmar que la historia de nuestras
juventudes es la historia de la protesta y la anarquía. La pregunta es, ¿por
qué si lo sabemos, aún no lo aceptamos?, es decir, ¿qué dirían tus padres si se
enteran que tienes perforado el pene y el ombligo?, ¿que tienes un tatuaje a
media nalga y otro en la base de la nuca?, ¿qué dirían tus abuelos si vieran
una tocada de Janes Adiction, saturada de gente vestida de negro con el cabello
en tonos rojos y marrón?, (y ahí viene lo bueno), ¿qué dirían tus padres o
cualquier otro pariente, si se enteran que eres gay y que llevas años de acostarte
con el que creen que es el mejor amigo de tu hermana la menor?
Pues si, esos son los símbolos de
nuestros tiempos, drogadicción, homosexualidad, bisexualidad, tatuajes,
perforaciones, violencia y oscuridad en technicolor. Y ahora, que se le puede
hacer, ¿habría que acabar con ellos para acabar con toda esa decadencia de por
medio o habría, de una vez por todas, acabar con el sistema y construir una
nación al estilo de Mad Max y Blade Runner? Eso no lo se yo, a veces
dudo, si tanta falta de ideología de la generación
X, no es más que una mera pose, moda intelectual o de verdad estamos tan
vacíos como creemos. No lo se, ni creo que alguien lo sepa. De todas formas,
vivir a esta velocidad no es un pecado ni un cumplido. Pregúntenselo a
Bukowski, quien hasta el último segundo, estuvo convencido que vivió y fue
feliz.