Jorge
Alberto Hidalgo Toledo
"Estoy convencido de que
todos somos asesinos en potencia.
No se trata de una profesión
elegida conscientemente.
Ningún padre educa a sus hijos
para que sean criminales.
Incluso Charles Manson tenía
otras aspiraciones cuando era niño,
estoy seguro."
(John Waters, En la carcel)
El que tenga oídos que escuche, quien
tenga ojos que se los pique. Que se los saque de un sólo golpe, con la misma
fuerza como el sistema está acabando con nosotros. Con esos pequeños demonios
que viajan bajo la forma burda de una crisis que no sólo carcomió la economía
norteamericana sino la mundial, una crisis en la cual un pobre gasolinero sin
cultura podía hacerse rico y famoso de la noche a la mañana, una crisis
inesperada tras el boom y la
estabilidad beat e hippie. Una crisis apoyada por la falta
de imaginación y calidad en las nuevas generaciones de candidatos a ídolos. Una
generación en parte sonido y en parte moda, una generación que racionaba su
tiempo, que pretendía volver a los orígenes, a la carencia de sofisticación, al
reto primero de la rebeldía. Una generación que experimentó con el retroceso
sónico, creando un abismo que la aisló y autocondenó como una moda en vías de
extinción. Una generación que sabía que el futuro no era para ellos, sino para
los artistas comerciales e intrascendentes. Una generación que afirmaba que
ellos estarían firmes el tiempo suficiente "para ganar dinero y desaparecer, mientras que los del sistema
(clásicos) para perdurar".
Estas son las coordenadas apocalípticas
de los hijos del culto a la basura y los enfermos del siglo XX. Este es el
vértice donde se conjuga el esplendor y maravilla de las estructuras podridas y
mal olientes. Esta es la fosa oscura donde se arrojaron los alarmantes desechos
del mundo. Esta es su locura, ¿su nombre? el Punk.
1970, el globo se cotiza y se hacen
familiares conceptos tales como "polución", "desgaste" y
"extinción". Arabes e israelíes hacen estallar su sexta guerra el
verano del 73, racionando y elevando los precios del crudo. Gobiernos enteros
se envisten del crack. Ahora si, en un mundo de superabundancia falta todo tipo
de energía.
Por fin se dijo adiós a la
espiritualidad significativa y se dio la bienvenida a la deshumanización, a la
soledad multitudinaria, al animal individual que es el humano. De ahora en
adelante el Dios del cielo será suplido por el Dios de la guitarra. La música
será el instrumento de los profetas y el exceso "la nueva palabra"
del mundo. La evolución ha quedado atrás, eso es para los viejos, la juventud
exige y sólo tolera el presente. Un presente lleno de miedos, presiones, falto
de recursos, con una amplia necesidad de supervivencia. Un presente fugaz,
breve, ruidoso, lleno de homosexuales, degenerados, de retrogradas, de seres
que no hacen otra cosa que retar a las estructuras con tal de conseguir el
"máximo avance".
Hoy por hoy, todo se vale y todo vale.
La mejor forma de atacar el sistema es degenerándolo. Desvirtuándolo. Haciendo
ver el tiempo y el espacio como algo vago e impreciso. Lleno de formas
curiosas, de burla. De primitivismo.
Aún cuando los críticos afirman que en
1977 el Punk Rock fue sólo privativo
de Inglaterra y nadie le hizo el caso masivo en Norteamérica, mientras que en
1974 y 75, el rock degenerado fue
baluarte americano, fue el Punk Rock, la modalidad que vino a dotar a la
juventud mundial, esencialmente a la americana, de una liberación de tensiones,
haciendo del mundo una violencia nueva y desorbitadas. No obstante, fueron sus
textos y poemas los que hicieron de esta escena dantesca un movimiento social
que habría de trasmutar los valores, costumbres, hábitos y personalidades de
las nuevas generaciones de hombres y artistas.
"Tenía cuarenta y seis años,
pero proclamaba que la
<sacudida en el camino de las
salvación llamada punk>
había cambiado su vida"
(Dennis Cooper, Contacto)
La historia traza dilemas y los hombres
paradigmas. Sin embargo, en medio de esta encrucijada social no hubo milagros.
La cultura se fusionó con la industria. Las formas tristes y góticas hacían de
la moda algo gris y oscuro.
El germen estaba en el aire, o en lo
poco que queda de ello. Moott the Hoople
afirmaba "todos los jóvenes dudan",
el "Gay Power" había
dejado de existir, y aún cuando el Punk tomó forma hasta 1976, sus ecos se
encuentran desde los 60 en la obra de Charles
Bukowski, considerado por muchos como el último beat y el primer punk.
El punk, que para muchos viene a
significar "porquería", "basura" o "algo
despreciable", se empleó en un principio para designar satíricamente a un
tipo de músicos surgidos en la Costa Oeste americana, que no tenían la
habilidad y calidad de los buenos músicos instrumentistas aparecidos durante el
fulgor hippie. De ahí en adelante el
término se emplearía para designar a todo aquello que fuera condenadamente
malo. Y por lo visto estos aumentaron, se hicieron legión, manada, espectros,
demonios.
Verano de 1976. Las calles londinenses y
neoyorquinas muestran al mundo su incongruencia. Los jóvenes de aire triste y
huraño, recorren las plazas públicas vestidos de negro y pantalones raídos, con
casacas militares y prendas de plástico. Los atuendos proletarios, se ondean
como banderas y se muestran como el estandarte de la belleza inquietante de los
pobres. Los cráneos rapados, los cortes de mohicano, las gafas oscuras, los
seguros para ropa clavados en las mejillas y en las cejas, hacen ver a los
jóvenes como malditos, como animales condenados a la noche. Como radicales nihilistas que buscan en la
negación y la autodestrucción la esencia de la belleza.
El punk nació limitado y empobrecido. Su
doctrina, abortaba cualquier perspectiva, su lema era: "si tienes 20 años eres mayor y maduro. Si
pasas de los 25 ya eres viejo... y si pasas de los 30, bueno, ¿qué haces
todavía vivo, ancianito? Pégate un tiro".
El punk era una moda que de entrada
ponía topes, barreras, y que por tanto, se cortaba las alas e impedía confiar
en un futuro.
Esta nueva forma de vida, llena de
jóvenes punks drogados, de ardor, de medias de hule, de zapatos de cuero, de
minifaldas hechas de bolsa de mandado, de pantaletas con la imagen de la reina de
Inglaterra, de intolerancia, dejó tras de si la marca del infierno terrenal.
Este excitante y apocalíptico Jardín de
las Delicias, es más de temerse que nunca. El alma no es más un hogar
reconfortante, sino un refugio aglutinado de espectros y maldiciones. El
simbólico espacio que es Norteamérica ya no es más sinónimo de libertad, fuga,
excitación y búsqueda infinita. En medio de estos míticos lugares, léase
hamburgueserías, tótems, Cadillacs clavados en un campo de maíz, que no son
otra cosa que el hemisferio cíclico del underground, nació la contracultura del subsuelo.
El punk, casi concebido como una nueva
religión orientada hacia la basura, la porquería y lo despreciable, acabó con
la psicosis de la escasez, llenando los círculos under de plasticidad más
que de calidad. El nuevo orden mundial necesitaba ídolos, ídolos que carecieran
de virtuosismo y galantería. La juventud necesitaba algo más que disfraces y
glamour, necesitaba recobrar la vida y la mocedad, por lo mismo optaron por la
estética gay, la vulgaridad y la depresión para triunfar.
El fenómeno punk tuvo miles de
incoherencias, unos se unían creyendo que era un movimiento pacifista mientras
que otros se adherían por considerarlo violento y reaccionario. Esta falsa
liberación no estuvo desligada del ambiguo uso de las drogas, ya que unos la
atacaban como atacaban los vicios de las pasadas generaciones y otros la
sentían como algo indispensable para la vida.
Estos lunáticos de King's Road, se cargaron a todo aquel de más de 20 años, a los capitalistas,
a los políticos y al estatus, por ser consideradas todas estas
"instituciones" como basura. El mundo, según los punk, es un conjunto
de injusticias sociales: amos y esclavos, ricos y pobres, roqueros y punks. Su
meta, tal como lo dijeran los miembros del grupo Sex Pistols, era "volver
a los chicos en contra de sus padres", acentuando con esto el
conflicto generacional.
Fascinados con la estética del horror y
la violencia consumen textos tales como 13th Gen: Abort, Retry, Ignore, Abolition of
Work anda other Extrems de Bob
Black, Execution Tools & Techniques, Absolutely Mad Inventions,
You
Didn't Listen: A Survivor's Expose of the California Youth Authority, Lesbian
Vampire Stories y E for Ecstasy.
Esta "escoria social" poco
politizada, inculta, predelincuente y ociosa, creó con sus humores venenosos la
única revolución auténticamente blanca, tanto en la música como en la
literatura, donde se reconocen a tres grandes: Dennis Cooper con su obra Contacto, Kathy Acker con Aborto en la escuela y al Sid Vicious de la narrativa, el genio Charles Bukowski, con cualquiera de sus
obras. En la música sobresalieron grupos como Television, Talking Heads,
los Ramones, Dictators, The Clash, Stranglers, Ultravox y obviamente los cuasi dioses Sex Pistols. En el cine se registran a superhombres como John Waters y David Lynch. La temáticas de sus obras, van de la duda juvenil a la
mutilación, pasando por la coprofagía, el sadomasoquismo, las películas de
serie B, la paranoia, el fetichismo y la pornografía.
El declive del punk, en 1978, acentuó la
crisis de creatividad dando lugar a la última gran dispersión, sus
subdivisiones: el New Wave (1977), el postpunk (1978), el
Two-Tone (1979), Los New Romantics y el Pop
reaccionario (1980), el hardcore (1981), el post
New Wave (1982), el industrial (1985), el grunge
(1987) y finalmente el neo punk (1990), que llegan hasta
nuestros días.
Este extenuante y asexuado performance
no es más que una deliberada confrontación anárquica, los músicos abofeteaban a
su audiencia, mutilándose con vidrios y navajas, destrozando propiedades,
mientras que los escritores dotaban de valor al público dormido para que
hicieran los mismo. La fascinación mundial estaba en enfatizar la violencia y
la degradación, decorando sus cuerpos con cadenas, collares para perros,
navajas de afeitar y seguros para ropa incrustados en orejas y mejillas,
prevaleciendo la ética del hazlo por ti
mismo. De ahora en adelante todos podían tocar un instrumento, ser
estrellas de rock, hacer o decir lo inimaginable en nombre de la libertad de
expresión o en contra de la aristocracia.