LA ÚLTIMA UTOPÍA - Hipermediatizaciones: Hiperconexiones y remediaciones entre signos y palabras

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Textos especializados en Comunicación Digital, Ciencias Sociales, Literatura, Poesía, Humanidades Digitales y Culturas Juveniles. Sitio personal del Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Expresidente de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación, AMIC y Ex presidente del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación.

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domingo, 6 de abril de 2014

LA ÚLTIMA UTOPÍA


Jorge Alberto Hidalgo Toledo



Hablar de cambio en un mundo en constante movimiento parece redundante; sin embargo, cuando analizamos el entorno global en el que nos desarrollamos, pareciera que la estandarización de los patrones, la unificación de las ideologías y la masificación de las costumbres es la verdadera pauta a seguir.

Si algo caracteriza esta era de la información es la ocupación mediática de la esfera pública, la esfera de lo real y del poder. La opinión pública ha sido sustituida por la opinión publicada y la realidad por las noticias. El mismo hecho privado ha sido destituido por su relato comunicacional.
La movilidad social ha cambiado las costumbres políticas y las maneras de actuar, los sistemas de control y los objetivos del resto de los poderes, poderes muchas veces desplazados, rencorosos, obsesivos.
         El papel desempeñado por la prensa actual ha sido cuestionado por infinidad de analistas que han puesto al descubierto el desenmascaramiento de su opacidad, de sus intenciones, de su manipulación esencial, desde que son considerados como relatos –es decir textos- y no hechos.
         Hoy nos es fácil detectar las limitaciones del periodismo, sus huecos, sus falsas realidades, su necesidad moral y sus carencias éticas; en fin, su falta de afirmación de la búsqueda de la verdad como primer objetivo.
         
A quienes han visto a la prensa como medio y herramienta para la construcción de un discurso deshumanizado, habría que decirles que el periodismo no es un mero género literario; por el contrario, se debe a la verdad y no a la verosimilitud, y tiene una finalidad básica: informar de los hechos y su realidad; que ontológicamente no es otra cosa más que formar a la persona humana, dar sentido a la realidad y dirección a nuestras decisiones.
         El periodismo actual se encuentra una vez más en conflicto, el vicio de la información perezosa, burocratizada y falta de valor, convierten la noticia en una mala trascripción de la realidad cargada de diálogos ficticios, impunidad, pseudoinocencia, flexibilidad y fragilidad ante el poder, ante los otros poderes haciendo de la prensa un cómplice más.
         La periodista española Rosa Pereda, lo dice y lo dice bien cuando comenta el oficio del periodista: “La obligación de la prensa es contar los hechos. Es posible perseguir la verdad, contrastarla y narrarla. Porque escribir, escribir a secas, es apasionante, por supuesto: la construcción del discurso mismo es altamente gratificante, pero el periodismo es otra cosa”.

El periodismo da por supuesto que la realidad es compleja, que no todo lo que parece, es, pero que es posible encararse con la verdad. El periodismo es, además de una profesión: servicio público, servicio a la colectividad. Es vocación por comunicar.
Comunicar no es otra cosa que hacer común una serie de valores, hábitos y tradiciones para transformar la “materia biológica bruta” y que ésta pueda comulgar con su cultura y el bien común.
Desde el siglo XVII, periodo en el que comenzó en realidad el desarrollo de los medios de comunicación en un sentido moderno, los medios estuvieron dinamizando el capitalismo y desgraciadamente se terminaron convirtiendo en su herramienta de expansión.
En la era de las masas, la comunicación individual ha perdido protagonismo. Todo se reduce a opiniones expresadas y opiniones recibidas.

Bajo esta óptica no nos queda más que afirmar que la masa tiene acceso a los medios de comunicación para comprar el periódico o sintonizar una estación de radio; tiene fácil acceso como receptor, no como agente contribuidor y mucho menos, de cambio.
El control, la falta de educación, la poca preocupación moral, han llevado a que la prensa contribuya con el hacer creer a la gente que el sistema en el que viven es bueno para todos, incluidos los más desfavorecidos, a quienes convencen, incluso, para que estimen como normales las desigualdades e injusticias sociales.
Hemos generado tal anestesia que el más desfavorecido contempla absorto y falto de análisis crítico los mensajes que le igualan a los más poderosos; se indigna cuando le indican que debe hacerlo y dedica las únicas monedas que le quedan en su bolsillo para comprar artículos prescindibles por razones que ni él mismo supone.
Pareciera un sueño reubicar los días en que se podía elegir, actuar y ser libremente sin una mediatización de la estructura exterior.
Desgraciadamente la prensa está empujando a realizar una utopía en la tierra, pero no la que quisiera el humanista.

El cambio que sugiere la renovación de nuestro modelo de comunicación, no es un cambio de partidos en el poder o de ideologías dominantes. El cambio que debería reflejar y protagonizar la prensa, es el giro nuevamente a la persona y a la vivencia de los más altos valores universales.
El auténtico cambio se dará cuando la palabra aislada sea un camino del hombre al hombre; cuando la realización y plenitud de la persona, se alcance ya que la comunicación es un llamado a la elevación de la existencia.

Visto así, valdría la pena cuestionarnos nuevamente los puntos donde creemos que la prensa está incidiendo para “el cambio” y respondernos esperanzadoramente la pregunta: ¿será a caso que la verdadera comunicación es también una utopía?

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