Pensar a Dios - Hipermediatizaciones: Hiperconexiones y remediaciones entre signos y palabras

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Textos especializados en Comunicación Digital, Ciencias Sociales, Literatura, Poesía, Humanidades Digitales y Culturas Juveniles. Sitio personal del Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Expresidente de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación, AMIC y Ex presidente del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación.

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viernes, 25 de abril de 2014

Pensar a Dios

Reflexiones sobre el Proslogion de San Anselmo
Jorge Alberto Hidalgo Toledo



Razón que busca razones cuando la fe no es suficiente;  pasión que se esclarece cuando la inteligencia vierte su ánimo de búsqueda; silencio que atormenta cuando no llega la respuesta… Servir y meditar… Pensar a Dios… 

Ante más de 3 mil peregrinos, el Juan Pablo II, reflexionó en su audiencia general sobre la auténtica sabiduría, asegurando que no es otra cosa más que “un don de Dios que permite al hombre ver lo verdaderamente importante desde su perspectiva”. Esta “capacidad de penetrar en el sentido profundo del ser”, nos lleva a meditar sobre la actualidad de la búsqueda de San Anselmo.
Él (San Anselmo) como muchos cristianos de hoy en día, anhelan que su corazón salvaje, pueda comprender con juicios -casi fórmulas-, que la imagen y presencia de Dios puede ser demostrada por la razón.   
¿Pero qué necesidad habría en los días de San Anselmo -cuando uno pensaría que el cristianismo bullía con fuertes llamas de fervor- de insistir en la captación racional de la imagen de Dios y con ello, establecer un argumento que no necesitase más que de sí mismo?
Gerhard Voss, en su libro Astrología y Cristianismo, nos da una clave que puede servir para resolver esta interrogante: “la Iglesia de los primeros tiempos estuvo en una confrontación extraordinariamente peligrosa con corrientes y sistemas que se engloban bajo el término de gnosis”
Así es como encontramos, por un lado, un entorno de optimismo racionalista, en el que se buscaba a toda costa, que la razón pudiera percibir la estructura del cosmos en el logos; y otro, en el que la experiencia de no encontrarse el hombre en una armonía bienhechora, invitaba a adentrarse en el juego de las fuerzas irracionales.
Por lo que vemos, el marco contextual de San Anselmo y el nuestro, se asemejan y dan testimonio de esa búsqueda incansable de los cristianos, por entender los secretos teológicos para hacer de la revelación una praxis y construir así, un camino de redención en un mundo que necesita de razones para contar con una razón propia para existir.
Creer para entender
Un espíritu angustiado y atormentado se percibe en la búsqueda de compatibilidad entre la “razón y fe” de San Anselmo. Él, que a través de la contemplación busca entender lo que cree, se adelanta en ejercicio cartesiano, a la búsqueda de pruebas ontológicas de la existencia de Dios. Su meditación -más propia de la lógica de un poeta místico- nos invita a la introspección fenomenológica, aunque quizá para muchos, sólo llegará a la comprobación gramatical: “tú eres más grande que todo lo que se puede pensar; más aún eres demasiado grande para que nuestro débil pensamiento pueda concebirte. Porque, ya que es posible pensar que existe algo que es así, si no fueses tú esto mismo se podría pensar una cosa mayor que tú, lo cual es imposible”.
El mismo Anselmo nos dice que amplia es la verdad y mentira y nada lo que se encuentra fuera de ella; pero qué dolor se siente cuando afirma: “tú estás en mí, y alrededor mío, y yo no te siento”. 
¿Vano fue acaso, el intento por buscar el rostro, entrar en el santuario, encontrarse con el ausente… Hacer presente a quien nos ha creado para verlo?
El mismo Juan Pablo II en su meditación basada en el Cántico presente en el capítulo noveno del Libro de la Sabiduría del Antiguo Testamento, reflexiona sobre el entender a Dios como esa participación de la mente misma de Dios; como la conquista de la sabiduría y el poder con ello –más allá de verlo- penetrar en “el sentido profundo del ser, de la vida y de la historia, yendo más allá de la superficie de las cosas y de los acontecimiento para descubrir el significado último”.
Infeliz, desgraciado y pobre es aquél que ha perdido aquello para lo que ha sido creado dice San Anselmo; e insiste: “no busco para creer, sino que creo para entender”. 
Es la fe la que mueve todo entendimiento; es la sabiduría, como dice Juan Pablo II, la que ilumina nuestras opciones morales, la que nos revela el bien y el mal, lo justo y lo injusto, la que nos adentra en el mundo. Es ese estar en Él, lo que demuestra su propia existencia.

De ahí quizá otra variable a nuestra pregunta sobre las razones de probar la naturaleza de Dios: alcanzar la sabiduría para estar por encima de las pasiones, para colocarnos por encima del hombre común, para colocarnos a su altura; para estar en la mente de Dios.

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