Jorge
Alberto Hidalgo Toledo
"Era divino pertenecer a la primera ola de los
chicos más extraordinarios de la historia del mundo, vestidos con la <alta
costura> de las camisas Oxford color rosa, los pantalones ajustados, los
cinturones de serpiente de centímetro, los zapatos flexibles... que en cierto
modo se enlazan con la superepopeya tecnológica del reactor, de la tele, de los
submarinos atómicos, de los vuelos ultrasónicos ¡glorioso mundo! y al diablo
las sandeces intelectuales sobre la ramplonería de la civilización
norteamericana"
(Tom Wolfe, Gaseosa de ácido eléctrico)
Pasión
fatua de una alegoría social
Zapatos de plataforma
rosa con chispas de brillantina de la punta hasta el talón; pies largos y
desnudos que se muestran y se ocultan entre las campanas de un pantalón azul
rey de plástico fino, que deja entre ver el paso de los días y la evolución de
las historias en un tatuaje alrededor del ombligo en forma de sol naciente; una
arracada escapa del mismo sitio, del centro del universo; su blusa se abre y se
sostiene de los dos primeros botones en medio de girasoles y catarinas en el
estampado, escondiendo un brassier cuyas copas son bolsas de jabón
"Ajax"; el rostro es débil, pálido, una mezcla entre vampiros y
enfermos de tifoidea; su pelo largo mitad azabache, mitad naranja, se desploma
y cubre la cara, no muestra mucho, sólo una "X" gigante y mi
insistente pregunta ¿Moda: desde cuando y para cuantos?, y así me dejo caer...
me tumbo sobre el sofá
que se desplaza hasta mi ventana y que me muestra lo mismo, una larga y espesa
cola de seres e imágenes, de masas e individuos, de productores y compradores
del fenómeno social más caníbal de la historia: la moda.
Aquel discurso frívolo
que alguna vez empezara y se desarrolla en la clase dominante, como un simple
"arrope y de razón de ser", ha cambiado su forma de contagiarse. Hoy
día los mercados exigen un cambio más acelerado que su forma de producción. En
un principio la moda iba con las vanguardias, convivía de vez en cuando con los
rigores del expresionismo abstracto, con el souport-surfaces,
con el conceptualismo, con el arte pop y los paisajes impresionistas, sin
embargo los caprichos de esta forma de construcción social han sufrido
mutaciones. Aquella sintaxis de la moda, conformada por elementos tales como:
funcionalidad, dar razón de ser, plantear status, reestructurar a aquel que la
recibe, indicar la realidad que habrá de ser, ya no es la misma. Aquel signo
eficaz, profético, paradójico, aprehensivo, fatuo, ha dejado ver sus nuevos
significantes.
Recordemos como en los
cuarenta lo in, como le llaman, estaba en la reconstrucción y el existencialismo, en las boinas de lana,
las barbas de chivo y las prendas de piel oscura como reacción nihilista a un
mundo absurdo y sin sentido; en los cincuenta llegó la esperanza y la
revolución, las prendas beatniks y el
look de rockero-vaselino generaron un
nuevo ciclo que había de fortalecerse con la rebeldía technicolor del hipismo; la plasticidad de los setenta y
la marginalidad del punk, fueron el
parte aguas de la decadencia y el feísmo de principio de los ochenta, que habría
de continuar con el aspecto multiracial minimalista
de los ciudadanos del mundo, por lo mismo, con tanta evolución-transmutación,
estar a la moda en los noventa, es más una actitud que un simple verse bien.
LA
COMUNIDAD DE LOS SENTIDOS OLVIDADOS
Hoy por hoy, la
profecía está en recuperar el placer de vivir, "hay que cambiar de actitud
para vestirse y enamorarse de uno mismo. Hay que vestirse para enamorar".
Amar-placer-amar, es la variable de la nueva moda implantada por el triángulo de
las bermudas integrado por Milán/París/Madrid, partiendo sus diseñadores,
obviamente, del arquetipo del ave fénix, en el que se renace de las cenizas
para con el tiempo volver a morir. Así es la nueva moda: sensible, sensorial,
efímera, hipercíclica, retro, revival, transmisible, duplicable más no
imitable. "Me visto y comunico algo más que el ser original. Redescubro,
adapto, lo hago mío y estoy in".
Estar a la moda es ir adelante de ella. Esta volubilidad en los noventa es
cuasi mesiánica, ya que habla de una mutación en el culto a la personalidad,
transfigurándose en un culto al individuo. "Soy mi propia moda.
Curiosamente es parecida a la de mi vecino pero no es igual, así como yo no soy
igual a él".
¿Paradógico no? Tal
cual, es la moda. Antes lo viejo era horrible, hoy es de culto y hasta chick (dijeran los chicos de hoy
tururuuú, tururuuú), sin embargo, la epidemia se ha expandido como todo
mecanismo de la conciencia colectiva. Los roperos son saqueados y nunca como
ahora las ventas de garage son tan exitosas. Vas por Polanco y te sientes es
Madrid o Milán, vas por la Condesa y te sientes en París, te das una vuelta por
la Zona Rosa y juras, por su gente, que estas en Nueva York, recorres la
Narvarte y te acuerdas de los Angeles, curiosamente estos espejos son como un déja vu, pues los ves a todos y de
pronto, cual regresión, te sientes en los 60 y 70 versión 90.
Soy beat, soy hip, soy
trip, dicen por ahí, yo, sinceramente no se ni donde estoy, sólo se que voy y
que me están llevando. Y así es en todo, la moda no es más una estructura
aislada, ahora es, el sistema en el sistema rebasado, es decir, el eje de los
códigos. Estar a la moda, no comprende nada más el vestir, implica lo que oyes,
lo que ves, lo que comes, dónde comes, y para qué lo haces.
Lo peor del caso es
que con la moda, la estética ha cambiado. Hoy, es preciosos ser bizarro, es
hermoso ser horrible, denigrante, tener aspecto de indigente, parecer mugroso,
eso si, con unos buenos jeans a la Hugo Boss, mis playeras Versace o un sombrero
Montesinos.
No lo se, pero esta
cultura de avant pop, nos está
devorando canibalescamente, lo ergolight
se difunde y se contagia, por lo mismo, que se agarre "El Santo" este
donde este, porque pronto rondarán las mascaras y las melodías hasta en
microbuses, todos moriremos por una playera de Cepillin de parche inflado y una
gorra con el sello de jabón Roma o mínimamente Foca. Esta generación del culto
absoluto, dogmático y vengativo es cool,
quiero ser como ellos, un participe más del imperio de lo efímero, de lo
novedoso, quiero ser un hombre auténtico, a la moda, no importa que se rían de
mis playeras de "Burbujas", de mi chaleco del planeta de los simios,
o mínimamente de mis lentes del cuasi dios Rigo Tovar, quien me ha enseñado a
decirles a manera de saludo: "Oh que gusto de volverte a ver".
los
ecos, costumbres y simbolos de nuestros tiempos
(un
apendice tan absurdo y bizarro como la moda)
Cuando
la moral camina con pies de paloma, el tiempo se queda atrás. Perdido, sin
forma alguna de recuperarse. Así lo buscara Proust, jamás lo vivió Allen
Ginsberg. Sexo, drogas, cambios de moral y de sentir. Formas distintas de
manifestar la velocidad de los tiempos. Formas convexas de representar lo
nuestro o lo poco que queda de ello.
Esos
son los símbolos de los noventa. Una serie de máculas que cuestionan la forma
ambigua como hemos estado evolucionando, por una parte, la anarquía y la
contracultura, por otro, la apatía completa de los ojos enfilados al horizonte
del sistema. Esos somos nosotros. Una juventud cambiante y resistente a las
fricciones. Una juventud que de la noche a la mañana se lleno de dudas y
axiomas dirigidos a destrozar la superficialidad del mundo y la plasticidad de
sus habitantes. Los tiempos rebasaron a las conciencias oprimidas. Hace unas
décadas, la juventud dio la espalda a la sociedad y se automarginó en las costas del océano Pacífico, pretendiendo con
esto una profunda avidez por el reconocimiento individual, un deseo de hablar
con honestidad y franqueza de todo lo que tenía importancia, implicando la vida
apasionada y comprometida inspirada En
el camino de Kerouac, (40's y 50's), el espíritu anarquista de los beats, habría de transformarse en un
espíritu cósmico cargado de flores y psicodelia (60's), un ser que viajaba
apoyado en drogas y que buscaba, no romper como los beats con la sociedad, sino
fundar una completamente nueva. Esta consigna de "Salta y abandona la
sociedad" de los hippies, habría
de perderse y comercializarse como muchas otras cosas que el gran pulpo del
sistema habría de succionar. Esta perdida de la clandestinidad, fue sumamente
criticada en los 70's y rescatada en los círculos underground de la juventud
olvidada y oprimida de los suburbios industriales. El mundo envuelto entre
tanta mierda habría de intoxicarse con sus propios humores. Y así, de la manera
más antiintelectual posible, surge un nuevo ser, un ser inconforme con todo,
anarquista y radical por naturaleza, agresivo, Thanatos en cuerpo y alma. Y es aquí, en la fuerza punk donde parece que se quedó gran parte
de la juventud mundial hasta nuestros días, subdividida en corrientes como el dark, el gótico, e incluso el mismísimo hardcore.
Las nuevas variantes tecnológicas le han dado un toque cyber al asunto. Sin
embargo, cuando se habla de ello, si es que se habla, se hace como si se
hablara de la mierda, de lo más podrido y degenerado y hay viene lo que a
nuestro caso interesa. El mundo ha evolucionado así, tanto que podemos afirmar
que la historia de nuestras juventudes es la historia de la protesta y la
anarquía. La pregunta es, ¿por qué si lo sabemos, aún no lo aceptamos?, es
decir, ¿qué dirían tus padres si se enteran que tienes perforado el pene y el
ombligo?, ¿que tienes un tatuaje a media nalga y otro en la base de la nuca?,
¿qué dirían tus abuelos si vieran una tocada de Janes Adiction, saturada de
gente vestida de negro con el cabello en tonos rojos y marrón?, (y ahí viene lo
bueno), ¿qué dirían tus padres o cualquier otro pariente, si se enteran que
eres gay y que llevas años de acostarte con el que creen que es el mejor amigo
de tu hermana la menor?
Pues
si, esos son los símbolos de nuestros tiempos, drogadicción, homosexualidad,
bisexualidad, tatuajes, perforaciones, violencia y oscuridad en technicolor. Y
ahora, que se le puede hacer, ¿habría que acabar con ellos para acabar con toda
esa decadencia de por medio o habría, de una vez por todas, acabar con el
sistema y construir una nación al estilo de Mad
Max y Blade Runner? Eso no lo se
yo, a veces dudo, si tanta falta de ideología de la generación X y el avant pop,
no es más que una mera pose, moda intelectual o de verdad estamos tan vacíos
como creemos. No lo se, ni creo que alguien lo sepa. De todas formas, vivir a
esta velocidad no es un pecado ni un cumplido. Pregúntenselo a Bukowski, quien
hasta el último segundo, estuvo convencido que vivió y fue feliz.