Cansado de ser tan tú
“Cansado.
¡Sí!
Cansado
de usar un solo brazo,
dos labios,
veinte dedos,
no sé cuántas palabras,
no sé cuántos recuerdos,
grisáceos,
fragmentarios.
Cansado,
muy cansado
de este frío esqueleto,
tan púdico,
tan casto,
que cuando se desnude
no sabré si es el mismo
que usé mientras vivía.
Cansado.
¡Sí!
Cansado
por carecer de antenas,
de un ojo en cada omóplato
y de una cola auténtica,
alegre,
desatada,
y no este rabo hipócrita,
degenerado,
enano.
Cansado,
sobre todo,
de estar siempre conmigo,
de hallarme cada día,
cuando termina el sueño,
allí, donde me encuentre,
con las mismas narices
y con las mismas piernas;
como si no deseara
esperar la rompiente con un cutis de
playa,
ofrecer, al rocío, dos senos de
magnolia,
acariciar la tierra con un vientre de
oruga,
y vivir, unos meses, adentro de una
piedra”.
(Cansancio, Oliverio Girondo).
Hoy es domingo y desde hace siete semanas el mundo es otro. La vida por
lo generar suele tomar sus pausas y reblandecer las horas, como quien sopea un
trozo de pan en el café de la mañana. Hoy es domingo y ya estamos cansados del
todo. Como si fuera un viernes a media tarde o la última semana del semestre.
Va concluyendo el día
que, en nuestro imaginario, resume todas las horas y compendia cada recuerdo
con el que habremos de hacer revista de en qué gastamos neuronas y sonrisas. Y
al final del día, no lo tendremos claro del todo. Sólo nos queda claro que algo
en el ambiente no fluye bien.
Al cierre de siete
semanas en confinamiento los días se han vuelto un loop; secuencias de actos y repeticiones. Los mismos lugares, los
mismos momentos de limpieza, de poner orden al espacio donde habrás de tomar el
café, impartir la clase, realizar el trabajo de oficina, de sentarte con los
niños a realizar la tarea, de poner la mesa, lavar los trastes, arreglar el
cuarto, seguir conectado, ver la televisión, tomar un libro, dejarlo a los
minutos, limpiar la mesa y volver a trabajar. La elipse que tuerce los actos
sólo varía en minutos o el orden que decidiste alterar un día. Pero al final
los actos, los rostros, las conexiones y los hechos se han vuelto los mismos.
Después de siete
semanas muchos se han dado cuenta del limitado repertorio de sus días y lo
abrumadoras que son cada una de esas actividades; que, desde la contingencia,
se han vuelto más agotadoras que antes.
Vivimos efectivamente,
en una sociedad de cansancio. Agotados de la saturación del consumo, del ritmo
de los días y la frivolidad de mucha gente y de nuestros actos. Hoy nos damos
cuenta de la necesidad de silencio y paz que requerimos.
En el pasado la gente abusaba de las drogas experimentales para vivir
excitados, hoy consumen fármacos para dormir y conseguir un efecto sedante por
la depresión y la ansiedad que padecen. Nos hace falta silencio.
La gente llega cansada
en lunes y agotada un martes a media tarde. La gente afirma estar durmiendo de
dos a tres horas diarias. Los horarios se han dislocado por completo. Las ocho
horas de descanso, ocho de trabajo, ocho de ocio y vida familiar son parte de
un imaginario para muchos.
Desde
hace siete semanas el ritmo de los días no es el mismo, muchos están cansados y
sus cuellos no responden, los omóplatos se han vencido a la inclinación del
monitor y el agotamiento parece irreversible. Por la mañana la cabeza duele de
tanta exposición a la pantalla.
La mirada y el alma
lucen cansados, todos piensan en el fin de la contingencia, como la conclusión
de una carrera. Quieren que se anuncie ese día, no para salir de casa sino para
descansar de ese estrés que se ha prolongado más de lo estimado.
Las defensas morales
para mucho se han bajado y los riesgos de enfermedad hoy son mayores. La
situación de la familia, la crisis sanitaria, el golpe financiero, el
aislamiento, la inmovilidad, la falta de exposición solar, el exceso de
actividades para no sentir la presión del encierro…
Desde hace siete
semanas el mundo es otro. Hoy es domingo, y para muchos tiene un olor a lunes. La
gente empieza a pedir un descanso. No sienten haber cruzado por el fin de
semana ni el momento de ocio y de descanso.
El día se desdibuja como otros, quizá la diferencia es que no te topaste
con el del noticiero de las nueve repitiendo siempre los momentos, sólo que con
protagonistas y nombres distintos. Hoy creo que fue domingo, si es que el reloj
de la computadora no me engaña…