Notas desde el encierro imaginario 11 - Hipermediatizaciones: Hiperconexiones y remediaciones entre signos y palabras

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Textos especializados en Comunicación Digital, Ciencias Sociales, Literatura, Poesía, Humanidades Digitales y Culturas Juveniles. Sitio personal del Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Expresidente de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación, AMIC y Ex presidente del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación.

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sábado, 11 de abril de 2020

Notas desde el encierro imaginario 11


 El minuto después de la guerra

“Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.
Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa,
con su ruinosa cama.
Florecerán los besos
sobre las almohadas.
Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.
El odio se amortigua
detrás de la ventana.
Será la garra suave.
Dejadme la esperanza.”
(Canción última, Miguel Hernández).


Desde hace tres semanas el mundo es otro. Ver las calles vacías y los rostros pegados a la ventana contemplando el sol que se diluye entre cortinas y escenas caseras. La domesticación de los espacios del hogar, entre selfies y conexiones vía zoom.
            El mundo conocido, en tres semanas, sufrió un cambio exponencial. Sacó de nuestro armario, una versión distinta de nosotros. Nos llevó del encierro físico al imaginario. Al que te obliga a repensarte como un ente que ya no ocupa su lugar privilegiado en el mundo. A muchos los ha llevado a recurrir a sus recuerdos, a recuperar notas de periódicos e imágenes de algún álbum familiar.
            El mundo desde hace tres semanas es otro. Una avalancha informativa circulando por medios digitales y tradicionales rellena todos nuestros espacios –llenos y vacíos-. El mundo se entretiene y busca romper con el aburrimiento haciendo retos: “¿Tienes alguna fotografío o un recuerdo conmigo?...”; “vamos a jugar el juego de moda, Me asignaron la letra X…”; “Publica 10 trabajos y uno que nunca hayas tenido…”; “Si puedo contar contigo manda un emoji de corazón”.
            Otros tantos se entretienen produciendo, generando, haciendo. Mientras unos muchos piensan qué será de mí y de mi familia cuando todo esto se termine.
              El mundo en el encierro también tiene sus brechas. La de los conectados, los desconectados y los mediatizados. En todos, el mundo circula en tiempos distintos, con miedos distintos y angustias distintas. A algunos les pesa lo que han perdido, en otros reafirma lo que nunca tuvieron.
            Estos días de encierro son los días del náufrago que piensa en el mañana para volver a salir como antes, pero que tiene miedo de que eso no vuelva a ocurrir.
            ¿Cómo será el minuto después de esta guerra imaginaria?, ¿cómo será el mundo cuando todo esto termine?, ¿a qué sonará el mañana? Esa es quizá la mayor de todas nuestras angustias. Sobre todo, cuando no se cansan de repetirnos el impacto económico, social y cultural de todo lo que ocurre hoy.
            Silencio. Eso es quizá lo que nos falta. Un momento de silencio. Explorar ese componente del modelo comunicativo tan olvidado. Silencio. Un momento donde el habla no abastezca nuestra condición humana; donde un trino se haga ausente; donde una hoja en el camino no resuene y nos obligue a una pausa inmersiva, reflexiva y profunda de nuestra propia condición.
            Nos hace falta silencio. Ese masaje en el alma que prolongue el respiro, que nos lleve a interpretar la vida en tiempo pausado. En medio del caos no hace falta silencio. Nos falta la pasividad que nos lleve a superarnos a nosotros mismo; nos falta esa pequeña pausa que nos reubica en nuestro lugar del mundo.
            Nos falta ese momento de suspenso que ocurre entre el llanto y la herida; entre la palabra y el orden del mundo; entre la lluvia y el golpe en el piso; entre la pregunta y la confianza que brinda la respuesta. Nos falta ese signo entre estupidez y sabiduría; entre la fruta que crece y la que madura; entre la ola que fluye y la que revienta en la roca. Nos falta ese espacio de suspenso entre ladrillo y ladrillo; entre la arena que sostiene al muro. Nos falta silencio. Ese lapso de calor entre el dolor y el abrazo del amigo; la verdad que ensordece la bondad del que alimenta al hambriento.
            En menos de tres semanas el mundo es otro. Hoy nos hace falta silencio. El código maestro del cual todo se origina. Nos hace falta esa frecuencia blanda que soporta todo sonido.
            En medio del canto de las sirenas, al náufrago le falta silencio, Ese momento malvado que le hace pensar en lo inexpresable y lo inexpresado. Nos hace falta silencio, ese camino sencillo que por no estar empedrado desistimos.
            A tres semanas de este encierro imaginario nos hace falta silencio; nos hace falta sueño; esa lengua muda en la que hablaban los ancestros. Nos hace falta vida introspectiva para atender lo que la razón halla.
            En medio de ese mar de imágenes, estadísticas, noticiarios, memes, noticias falsas, rumores, falta silencio.
            Nos falta ese momento de luz que ocurre en el punto muerto de la puesta de sol; in illo tempore cuando sólo fuimos polvo de estrellas. Ese tiempo en suspenso entre lo que somos y lo que pudo ser.
            En menos de tres semanas el mundo es otro. El mundo necesita silencio; distancia; claridad. Pero entre tantas desigualdades, sólo algunos lo podrán tener.
            Hoy, el mundo se mueve y se pronuncia en otra frecuencia. ¿Cómo será el minuto después de que esta guerra termine?, ¿de quién será la voz que resonará en medio de nuestro desierto interior?
            Desde hace tres semanas, los días oscurecen en otro modo. Hace tres semanas que empezamos una guerra contra nuestra propia condición. Hoy nos hace falta silencio, esa pequeña pausa para entender el mundo exterior.

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