Notas desde el encierro imaginario 10 - Hipermediatizaciones: Hiperconexiones y remediaciones entre signos y palabras

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Textos especializados en Comunicación Digital, Ciencias Sociales, Literatura, Poesía, Humanidades Digitales y Culturas Juveniles. Sitio personal del Dr. Jorge Alberto Hidalgo Toledo, Expresidente de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación, AMIC y Ex presidente del Consejo Nacional para la Enseñanza y la Investigación de las Ciencias de la Comunicación.

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sábado, 11 de abril de 2020

Notas desde el encierro imaginario 10


Entre amor y restos humanos


“Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son cobardía, no vida. Por eso odio a los indiferentes” (Odio a los indiferentes, Antonio Gramsci).

Desde hace tres semanas el mundo es otro. En los noticiarios nos recalcan que hemos superado el millón de infectados en el mundo y casi 54 mil muertos. Países como Italia o España superan las 10 mil defunciones cada uno. Ya hablamos de un conflicto social que asemeja las consecuencias de una guerra: cuerpos caídos, familias desmembradas, economías suicidas, futuros pisoteados.
Muchos han borrado el optimismo de sus mentes, el miedo nos rodea poco a poco. Lo que se pensaba que era un brote aislado y controlado en una comunidad en China de pronto se tornó en pandemia planetaria golpeando a colonizadores y colonizados. Grande potencias europeas terminaron por propagar el virus en América, Medio Oriente y Asia Pacífico.
La pandemia globalizadora cruzó por puertos y aeropuertos capitalizando los flujos humanos. Los sistemas sanitarios empiezan a colapsar y a caer en cascada en todas las regiones del mundo.
La infección llegó ya a las comunidades aisladas en el Amazonas y temen por su arribo en las regiones olvidadas de Angola. En un mundo desigual, las desigualdades se enfatizan con los males.
La enfermedad se filtra en todos los niveles sociales y no le importa escolaridad, sexo o condición racial. Aspecto que sí preocupa a algunos gobiernos y sistemas de salud.
Algunos mueren solos en camas de hospitales, otros a mitad de la calle o arrojados en un parque porque el sistema funerario rebasado no quiere pasar por ellos por temor a la infección.
En las calles de Guayaquil, esa ya es su postal: del amor les queda, solo restos humanos. La escena pinta como el escenario de The Walking Dead. Ya lo veíamos venir. Los vivos dejaron de importarnos. Por qué ahora habrían de hacerlo nuestros muertos.
Ayer la escena dio la vuelta al mundo. Hoy es Ecuador, mañana puede ser Paris.
Las autoridades no se dan abasto. Cadáveres en lista de espera, familiares envueltos en bolsas de plástico, líneas de emergencia saturadas, no hay albergues temporales para cuerpos, ni tiempo para funerales, menos para un sepulcro digno.
La muerte llegó en el mes de abril. Con cuerpos frente a los hospitales, acumulados en las veredas, sin recursos para los ataúdes.
La muerte ya no es el significado último de las cosas y la vida. Simplemente para algunos carece ya de significado. Se redujo a un término de referencia; a un pasaje falto de sentido.
Se redujo la existencia a biología. Y en estos días de sustentabilidad, a un corpus desechable y reciclable. Nos ven ahora como simple materia orgánica que puede ser envuelta entre plásticos y arrojada a una fosa común.
¿Dónde quedó aquella idea de los inmortales? Del amigo que baja a los infiernos en busca del otro para regresarlo a la vida. ¿Dónde quedó esa idea de la muerte como exaltación de la vida? Lo más mortal es que se nos acabe el ser humano. Que nos sitúen por debajo de la naturaleza y reduzcan la existencia a vil materialidad.
La deshumanización del pasar junto a un cadáver y pensarlo únicamente como un objeto desechable e ignorara al moribundo empieza a ya fluir en el ambiente como el virus del Covid. Quizá nosotros elegimos nuestro fin. Éramos una posibilidad y justo elegimos esta.
Desde hace tres semanas hemos visto los disfraces de la muerte. Hemos visto lo peor y lo posible de nosotros. Si la vida entera es una reflexión sobre la muerte, ¿cómo es que aprendimos a vivir? En qué medida reafirmamos nuestra existencia cuando la indiferencia por el otro es en sí misma nuestra contradicción. Ser en el tiempo implica vivir como en el tiempo. ¿Cómo es entonces que decidimos vivir?
¿En qué tono viene el canto a mí mismo? ¿Nos hemos vuelto una extensión de esta metáfora bélica? Para la expansión de nuestra idea de futuro hay que cambiar la visión del hoy. La única fuerza que tendremos mañana vendrá del cómo luchamos por el otro ayer.
Desde hace tres semanas el mundo es otro y está en nosotros que pueda ser un mejor lugar que hoy.



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