El mar que nos falta
“Vivo en el rostro de una mujer
que habita en una ola
a la que la marea empuja hacia una
playa
cuyo puerto se pierde en sus conchas.
Vivo en el rostro de una mujer
que me hace morir, que quiere ser
faro apagado
en mi sangre que navega
a los confines del delirio.”.
(Rostro de Mujer, Adonis –Ali Ahmad
Said).
Hoy nuevamente es domingo y desde hace ocho semanas el mundo es otro. Nuestros
espacios se pintan de un tono de madre: comidas al sol; estampas de flores
sobre la mesa; regalos acumulados entre abrazos y canciones; festejos a la distancia,
sonrisas guardadas, pancitas al aire; la foto del primer beso; la mano que
aprieta el meñique en la incubadora; los hermanos que chocan las copas; la hija
ofreciendo el pastel; la familia corriendo en la playa.
En medio de esos
festejos resuenan los otros ecos: los de las jornaleras cuyos hijos migraron;
las madres de los desaparecidos; la señora de la esquina a la que le
secuestraron a la hija; las abuelas que lloran por el feminicidio de la nieta;
las hermanas que cortaron los festejos desde que unos hombres se llevaron a la
niña para incorporarla a una red de trata.
Hoy desde el
confinamiento vemos los otros rostros, los que en su tapabocas llevan marcados
los nombres de sus ausentes. En sus hogares hay otros vacÃos, otros silencios,
otros dolores, otras nostalgias.
El mundo para esas
madres no tiene el color del plasma. Se quedó resguardado en otros dÃas, en
otros tonos. Sus casas resguardan fotos, peluches, blusas, recortes, discos
colocados en el mismo lugar en que fueron dejados. El mundo en esos hogares se
congeló en otros instantes.
Hoy las historias fluyen
frente a nosotros y se escapan entre fotos y menciones. Las tristezas y dolores
hoy se miden en otros bits, nos hablan
de las otras desigualdades, de las otras brechas no resueltas.
Hoy celebramos a las
presentes, a las ausentes, a las olvidadas, a las ignoradas, a las excluidas, a
las recluidas, a las golpeadas, a las violentadas, a las asesinadas. Hoy todas
retoman los tonos del arcoÃris y nos recuerdan lo que implica ser madre en sus
múltiples dimensiones en los distintos niveles de hogares.
La pantalla nos muestra
a las madres de adentro y excluye a las de afuera. Las que siguen tendiendo la
cama por si los hijos vuelven algún dÃa. Las que les basta una carta para
llenar la vida.
Hoy a la distancia
celebramos la vida en otra melodÃa. Con el encanto de otros mundos. Casa suena
lejos, cuando estamos lejos de ellas.
Desde hace ocho semanas
el mundo es otro, mediatizó nuestras ausencias, nuestros festejos y dolores por
completo.
Hoy la celebración
concluirá con un zoom y un brindis
para las que pueden. Una llamada para muchas. Una ausencia grande para otras.
Hoy la mano viajera de
las madres tocará un puerto distante a los que estaban acostumbradas. La barca
sigue su rumbo, aunque para muchas el viento es rudo y se asemeja a los del mar
del norte. Sobre todo, para aquellas que solas, en la ventana, toman con una
mano la concha añorando el dÃa que les llevaron a conocer el mar.